Aveline

Capítulo 6

Si comer en la misma mesa del rey ya me resultaba suficientemente extraño, que mi familia se uniera, era aún más raro e incómodo, pues no sabía que opinión tendría el monarca sobre ellos. No es que estuviera avergonzada de mi familia, pero el no saber si la conversación de mi padre y mi hermano había sido de agrado, me ponía nerviosa.

Papá, sentado frente a mí, hablaba de manera bastante animada con el rey sobre el boxeo, y al soberano no parecía molestarle, lo que me alivió un poco la desazón que sentía. El príncipe también se había unido a la conversación y parecía animado con el tema que abarcaban. Mi hermano, por otro lado, intervenía en la conversación de vez en cuando, pues mi hermano no era muy fanático al boxeo. Mi madre y mi hermana se mantenían bastante calladas, pues ninguna era muy fanática de aquel deporte; aunque Giselle, sentada junto a mí, me susurraba algo de vez en cuando sobre la decoración o algo que recordaba de los últimos días.

Luego del almuerzo, se habló sobre el baile de compromiso, que cada vez se acercaba más, lo que me ponía muy nerviosa, pues aún no había noticias de la chica del zapato. Mi madre, con la emoción latente en su mirada, le comunicó al rey todos los detalles que había discutido con la señora Nicols sobre dicho evento, y este solo dio su visto bueno. Al parecer mi madre había sacado provecho del paseo guiado para comenzar a organizar aquel evento.

Pensé que estaba preparada para el momento de la despedida, pero cuando esta llegó, me di cuenta que no era así. En vez de aliviar el dolor de la distancia con aquella visita, solo había agravado más mi añoranza. No había imaginado que extrañaría mi hogar al punto de querer volver y escuchar los regaños de mi madre. Ella, con lágrimas en los ojos, como nunca antes la había visto, se despidió de mí, pidiéndome que me alimentara bien, me comportara y le escribiera siempre que pudiera. La despedida entre mi hermana y yo no fue muy diferente, excepto por los consejos que Giselle me dio; papá, por otro lado, dejó un simple beso en mi frente, pero con este me transmitió todos los sentimientos necesarios.

—Hermana, espero que seas muy feliz —expresó Henry dándome un fuerte abrazo. Solo Dios sabía cuánto tiempo pasaría sin verle—. He tenido una sería conversación con el príncipe y él ha prometido tratarte como te lo mereces —añadió mirando por encima de mi hombro y yo también dirigí mi mirada hacia atrás para ver al príncipe quien nos observaba desde su puesto en el pie de la escalinata que llevaba al interior del palacio.

Me preguntaba cuanta verdad habría en aquella promesa por parte del príncipe, después de todo, si él terminaba encontrando a la mujer que realmente él amaba, aquella promesa a mi hermano no valdría nada ¿o sí?

Cuando el carruaje partió del palacio, los vi marchar con el corazón en un puño y enseguida me refugié refugió en mi habitación invadida por una gran tristeza. Así que, así se sentía alejarse de casa, casarse y ser independiente. Tendría que acostumbrarse, si llegaba a casarme esta sería mi nueva vida.

En la tarde, sin ánimos para una comida más en compañía del rey y el príncipe —pues el Gran Duque había marchado hacia su residencia personal—, le pedí a Edwina que me excusara con el rey y subiese mi cena. Luego de comer, me dediqué a ayudar a mi doncella con sus estudios, hasta que tocaron a la puerta.

Edwina se levantó para abrir y entró el príncipe a la habitación. Enseguida me puse en pie e hice una reverencia.

—¿Se siente mal, señorita Kinstong? —preguntó el príncipe al entrar.

—No mucho, Su Alteza, solo algo cansada —respondí.

Me asombraba aquella preocupación por parte del príncipe, y que se hubiese presentado en mi habitación para saber de mi malestar.

Edwina me hizo una silenciosa reverencia y se marchó con el mayor sigilo. ¿Cuántas veces lo habría hecho lo mismo antes?

—¿Extraña a su familia? —inquirió el príncipe de repente—. Es por ello que no bajó a cenar —añadió con una expresión comprensiva.

—Nunca pensé que extrañaría a mi madre con sus constantes regaños y la casa de Londres que tanto detestaba, pero sí, extraño mi hogar y a mi familia —admití con una sonrisa llena de nostalgia— ¿Usted extraña a su madre? —Me atreví a preguntar.

El príncipe Alexei me observó como su hubiese cometido un pecado tremendo y enseguida me arrepentí de haberle preguntado. No debía haberlo hecho, no teníamos esa intimidad para hablar de la fallecida reina.

—La extraño mucho —contestó sacándome de mis pensamientos. Su mirada ahora reflejaba la nostalgia que minutos antes había estado en mi sonrisa—. Ella era una persona muy dulce, a la que siempre recuerdo.

Parecía un niño pequeño al hablar de su madre. La reina había muerto cuando yo apenas tenía tres años de vida, no recordaba absolutamente nada de aquello, pero durante mis estudios de historia había descubierto que había muerto debido a los rebeldes que estaban en contra de la corona.

El príncipe fijó su mirada en mi escritorio y dio unos pasos para acercarse.

—¿Qué hacía? —inquirió con la mirada fija en los papeles sobre mí escritorio.

Me cuestioné repetidas veces si debía contestar la verdad. ¿Qué pensaría el estirado príncipe heredero Alexei, de que su futura esposa enseñará Matemáticas a su doncella? Seguramente se indignaría terriblemente, pero opté por ser sincera, como siempre.

—Le estoy enseñando Matemáticas a mi doncella —respondí preparadas para las críticas.

El príncipe me observó con asombro mezclado con algo más.

—Me parece una acción maravillosa —contestó y está vez quien puso ojos como platos por el asombró fui yo—. Hace un año atrás me pregunté de qué forma podíamos mejorar la calidad de vida de las personas de clases más bajas, de las personas que pedían dinero en la calle. Al principio pensé en donaciones, pero me di cuenta que eso no resolvería el problema, así que pensé en invertir en ellos. Crear una institución para que todos los ciudadanos pudieran estudiar, sin importar condición y clase social, así ya no habría tanto desempleo —explicó lleno de emoción—. Sin embargo, mi padre no aprobó el proyecto, para él era demasiado costoso.




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