Todos realizaron una reverencia frente a Alexei. Yo me puse en pie y me uní al resto de los criados que se inclinaban frente a él.
—Buenos días a todos —saludó con voz serena—. Me gustaría hablar con mi prometida a solas.
Los criados se miraron unos a otros y, seguidamente, comenzaron a salir de la estancia. La última en abandonar la habitación fue la señora Charlotte, quien me dedicó una última mirada en la que me daba aliento.
Cuando nos quedamos a solas, Alexei acortó la distancia hasta quedar a menos de un metro de mí. Me quedé sin respiración al tenerlo tan cerca y sentí cómo el calor se colaba en mis mejillas.
Alexei levantó una de sus manos y acarició mi mejilla con una ternura que derrumbó los pocos ladrillos de la fortaleza que comenzaba a construir.
—Alexei, quiero romper el compromiso —anuncié antes de que no fuese capaz de pronunciar aquellas palabras.
Di un paso atrás para alejarme del hombre al que amaba. Su expresión estaba llena de duda y tal vez de temor, aunque quizás lo estaba imaginando.
—¿Qué acabas de decir, Aveline? —inquirió él, frunciendo el ceño. La mano que antes había acariciado mi rostro fue bajando lentamente.
Tomé aire al tiempo que cerraba los ojos y, al abrirlos, me obligué a abrir la boca. Tenía que pronunciar aquellas palabras, por más difícil que fuese.
—Yo... sé que la mujer de la zapatilla... ella volvió a tu vida —intenté que mi dolor se ahogara en mi garganta—. Es por eso que voy a romper el compromiso.
—Aveline...
—Alexei, he pasado toda mi vida siendo la segunda opción de las personas, y había admitido que así sería por el resto de mi vida, pero no, ya no estoy dispuesta a ser escogida como segunda opción de nadie —interrumpí, levantando mi mano—. Sé que no me has amado y te deseo lo mejor con la verdadera mujer que forma parte de tu vida. Yo estoy dispuesta a romper el compromiso; es más fácil que una mujer lo haga. Tranquilo, no tengo miedo a las consecuencias, ya lo he pensado todo.
Imaginar que Alexei sería feliz con otra mujer me enojaba y a la vez me llenaba de tristeza, pero tenía que dejarlo ir. Las lágrimas querían salir de mis ojos, pero pestañaba para no permitir que sucediera. No lloraría, no podía.
Alexei se acercó a mí nuevamente y, antes de que pudiese procesar lo que sucedía, sus labios se posaron en mi frente. Me quedé sin habla y sin poder respirar. Todo mi cuerpo se erizó ante aquel toque sutil.
—Aveline, mi dulce Aveline —comenzó a hablar cuando se separó de mí—. Sí, es cierto que esa chica ahora está en el palacio, pero eso no significa que vaya a ser mi esposa.
Lo miré con ojos asombrados y quise hablar, preguntarle a qué se refería, pero él continuó:
—Aveline, es cierto que yo amé a esa chica, que fue un flechazo instantáneo, pero lo que tengo contigo va mucho más allá de eso. El amor que siento por ti se ha construido en cada instante que he pasado a tu lado, con cada sonrisa y pelea. Si no te dije nada de ella es porque necesitaba constatar una cosa y porque sí me sentía confundido. Sentía que si admitía cuánto te quería, estaba olvidando a mi primer amor. Ahora comprendo que no todos los amores están hechos para durar una eternidad.
Sus palabras me atravesaron. Las lágrimas rodaron por mis mejillas sin control.
—Te amo a ti, Aveline, la chica que me gritó cuando tenía que hacerlo, la que se sonroja por cada cumplido, la que le gusta leer y ama las flores al natural. No has hecho que mi vida sea perfecta, pero me has enseñado a ser mejor cada día, y creo que si mi corazón no late así de rápido por tu causa, entonces estoy enfermo.
Alguna vez había pensado escuchar las declaraciones más hermosas a mi hermana o haberlas leído en los libros, pero aquello superaba toda expectativa. Miré al hombre que me acababa de declarar su amor y que ahora me sonreía. Había encontrado la felicidad y deseaba expresarle cuánto lo amaba, pero, en vez de eso, salí corriendo de aquella estancia. ¿Por qué? Porque me parecía un sueño demasiado hermoso para ser real.
*****
Llegué a mi habitación y cerré la puerta tras de mí. Estaba muy agitada, casi sin respiración, y mi corazón latía a velocidades inimaginables.
—¿Señorita, se encuentra bien? —preguntó la voz de mi doncella, y entonces me percaté de su presencia.
—No, no estoy bien —respondí, acercándome a mi doncella—. Edwina, el príncipe me acaba de declarar su amor y no sé si es de verdad o solo estoy soñando.
—¡No diga tonterías! —exclamó Edwina en un tono que nunca antes me había dedicado—. El príncipe Alexei la ama; yo he sido testigo de las miradas que le ha dedicado. Él sembró cada uno de los tulipanes que hay en el balcón de su habitación, se ha dedicado a leer libros mucho más que antes y adelantó todo su trabajo pendiente para que pudiese acompañar a su hermana a aquel baile. Si eso no es amor, entonces no sé lo que es.
Mi corazón anhelaba que todo aquello fuese real, pero mi mente me decía que no.
—Piénselo, señorita Kingston —me pidió Edwina con ojos suplicantes—. Sería muy triste que arruinara su felicidad por tener inseguridades absurdas —añadió antes de hacer una reverencia y marcharse.
El resto de la tarde no salí de mi habitación, y Alexei tampoco pasó por mi cuarto. Eso me molestó, pero no podía recriminárselo.
En la noche, sentí un toque en la puerta, y antes de que abriera, oí la voz del príncipe al otro lado.
—Aveline, no sé si hice o dije algo mal —fueron sus primeras palabras, que sobresaltaron a mi corazón—. Lo lamento si así fue. Mañana partiré de vuelta a la capital; si decides no romper el compromiso, te estaré esperando para regresar juntos al palacio. Solo quería decirte esto y desearte buenas noches.
A continuación, sentí cómo los pasos se alejaban de la puerta. De nuevo me había quedado ahí sin hacer o decir nada, cuando tenía mucho que decirle.
*******
—Señorita, el príncipe está a punto de partir —me avisó Edwina al entrar en mi habitación a la mañana siguiente.