Tras una dura limpieza, me pongo a investigar un poco la casa, encontrando así, lo que parece ser la entrada al desván. Bajo la compuerta de forma cuidadosa, a continuación, cuando había abierto por completo la entrada, subí las delicadas escaleras de metal algo oxidado, sumándole que tenían bordes que parecían ojillas, de forma que si daba un paso en falso, y me cortaba, podría meterme en un buen lío.
- ¡Puf, que peste! - expresé el asco, que me estaba dando el olor, mientras entro en aquel oscuro y tenebroso lugar.
Como ya dije, en ese lugar tan terrorífico y oscuro, pude contemplar cosas muy extrañas, como libros de hechizos o conjuros. Pero eso no fue lo más extraño, lo que más me impacto, fueron dos muñecas que estaban colgadas de un cuerda, fue entonces cuando, me dirigí apresuradamente hacia abajo, donde había dejado a mi padre y a mí hermano, pero bajando el mismo fantasma de antes, me pega tal susto, que caigo desmayado.
30 minutos después.
- ¿Lucas estás bien? - me pregunta mi hermano preocupado.
- ¡Auch! Me duele la cabeza - comenté algo dolorido.
- Jajaja, es que te desmayastes - respondió mi hermano sonriendo.
En eso entra mi padre, entró por la puerta de la habitación, dirigiéndose hacia a mi.
- Madre mía hijo, como te gusta jugarte la - comentó mi padre con una sonrisa, mientras me ponía hielo en la cabeza.
- Quería explorar el desván - comenté, mientras me sujetaba el hielo.
A continuación, mi padre me soltó una de sus sonrisas y me encendió la televisión, dejándome con mi hermano. Pero desde luego, los canales eran muy malos, no había nada interesante, solo pasaban tele 5 y noticias.
30 minutos después.
- ¡Chicos a comer! - grita mi padre desde el salón.
Carlos me ayudó a levantarme, y a bajar, asegurándose así que no me pasará nada, en el trayecto de la habitación a la cocina.
- ¡Wow, spaguettis a la cabonara! - exclamó Carlos ilusionado, y muerto de hambre.
Nos sentamos a comer, todo estaba de lujo, a mi padre la comida le había quedado genial, solo había un problema, y es que no me paraba de sentir observado.
- ¿Que te pasa? - pregunta mi hermano preocupado.
- Nada...Da igual - respondo intentando ocultar el tema.
Entonces giro mi cabeza hacia atrás, mirando hacia la calle, por la ventana de la cocina que estaba detrás de mí.