Trataba de hacer el menor ruido posible mientras caminaba por entre los arbustos.
Mis manos sudaban, dificultando el agarre de la espada que sostenía entre ellas. Era la primera vez que trataría conscientemente de quitarle la vida a alguien o algo. En el pasado lo había hecho porque era lo único que podía hacer. Si me preguntas si el ciervo y el conejo se me olvidaron, no, no lo hicieron, pero no es lo mismo ir por ellos a que ellos vengan por ti.
Además, ahora tenía que cazar junto a alguien. No es que me oponga a ellos, cualquier ayuda debe ser bienvenida, pero, no me logro sentir a gusto. No quisiera revelar la existencia de mi arma en este mundo, a juzgar como reaccionaron con mi presencia y esas cosas.
Estaba mucho mejor así.
Mientras pensaba en esto, me percaté de una presencia un poco más adelante. Aunque diga que me percaté por mi cuenta, en realidad tenía desplegada la interfaz. Ya que había activado la opción “invisible”, no había manera en que Nilus se enterara de lo que hacía.
Si me preguntaba, le daría el crédito a mi “instinto”. Supongo que funcionará.
Al revisar por segunda vez, encontré que se trataba de un ciervo, igual que la vez anterior. Si le avisaba a Nilus, el querría ver cómo lo derroto y, si es posible, aprender cómo hacerlo, de eso estoy completamente segura, así que prefiero evitarlo.
Guardé la espada entre mis manos y saqué mi pequeña, pero confiable, pistola. El poder sentirla tan vívidamente me recordaba que esto no era un sueño y que mi vida estaba en juego aquí. No podía ser descuidada.
Revisé el medidor del arma. Lleno. Parece que no tendré muchos problemas con ella por el momento.
Repetí el mismo proceso que cuando cacé al ciervo por primera vez, con la diferencia de que ahora sí podía moverme libremente. Apunté con mi arma a la posición en la que se encontraba el ciervo con ayuda de mi interfaz y, cuando lo tuve en línea, simplemente disparé.
La detonación aún seguía siendo un problema, ya que su intenso ruido revelaría mi posición.
Pero, eso no importa si el disparo tiene éxito.
Guardé rápidamente mi arma y saqué la espada, al tiempo que corría hacia el ciervo caído.
De nuevo había cazado uno con un simple disparo, definitivamente no era una coincidencia.
—¿Qué fue eso?
Nilus apareció rápidamente, justo como me lo esperaba. Él se encontraba colocando unas trampas cerca del restaurante para poder cazar algo mientras estaban descansando. Era el único momento en el que podría hacer uso de mi arma.
—Nada, creo que nada. Pero mira, aquí hay otro ciervo.
De nuevo, no podía ver una herida en el cuerpo. Esto podría volverse problemático.
Nilus observó el cuerpo, luego mi espada y de nuevo el cuerpo. Parece que estaba comprobando algo.
—Sigo sin saber cómo lo haces. Ahora que recuerdo, el otro ciervo lo cazaste sin necesidad de usar una espada, ¿verdad? No traías una entre tus cosas.
Él tenía razón. En realidad, estaba usando la espada como una cubierta para que no sospechara de mí, pero, al parecer, no estuvo ni cerca de funcionar.
—Es un secreto.
Eso era lo único que podía decir. Si por accidente mencionaba que era una habilidad o algo por el estilo, sería interrogada hasta que se lo diga, después de todo, la calidad de los materiales no era nada común de ver.
Creo que comienzo a pensar como un aventurero, ja.
—Como sea, hay que llevarnos esto —dijo mientras tomaba al ciervo de las patas y lo colocaba en sus hombros.
—¿Qué haces?
—Lo cargo.
—¿Eso no maltrataría la carne?
—No. Aunque sería mejor que lo hiciera de la manera en que lo hiciste tú.
—Eso es muy sencillo, en realidad.
Volteé hacia todos lados buscando una rama de un tamaño considerable y unas cuantas de esas tiras verdes extrañas.
Al no poder encontrar ninguna de esas dos cosas, tuve que cortar una —rama— por mi cuenta. Saqué mi espada y la balanceé contra un árbol, obteniendo un largo trozo de madera que funcionaría para cargar el ciervo.
El problema serían las tiras verdes. ¿Cómo conseguiría otras?
Ni siquiera le presté atención al árbol donde crecían, aunque, tomando en cuenta que estamos en medio de un bosque, no creo que ayude.
Tras buscar por unos momentos, encontré, milagrosamente he de decir, otro árbol con esas largas tiras verdes. Corté un par de ellas y regresé con Nilus, el cual había cazado por su cuenta un par de conejos. Era realmente rápido, por lo que mostré mi sorpresa en cuando nos volvimos a reunir.
—Eres rápido.
—Lo sé. He balanceado una espada desde que tenía unos cinco años, así que es natural para mí.
—Sorprendente.
Parece que en este mundo hay diferentes razonamientos para lo “normal”. A esa edad yo estudiaba, o trataba de, junto a mi madre.
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Editado: 15.05.2021