—jefa, he vuelto.
—Vaya, me tenías preocupada. ¿Qué era eso tan importante que tenías que hacer?
—Ah, es difícil de explicar, pero trataré de hacerlo lo mejor que pueda.
—Se trata de un capricho de tu hermana, ¿no es así?
—Es usted muy perspicaz.
Avis estaba presente en una sala tan grande que apenas podían observarse sus paredes. Sentada en un trono en medio de esta, había una mujer de mucha edad, la cual la miraba calmadamente mientras preguntaba.
Su vestimenta era diferente a la de las demás, ya que tenía una túnica adornada con plumas blancas que la cubría por completo mientras permanecía sentada. Su figura era imponente y, a cada lado de ella, había una guerrera haciendo guardia, armadas con espadas y otras armas útiles para defenderla.
Avis siempre había creído que eso era un poco excesivo, pero desde que se convirtió en la segunda al mando, tuvo que cambiar parte de esa mentalidad y entendió, en una pequeña medida, todas las cosas que ella hacía.
Pero, aún con todo eso, seguía sin compartir ciertas ideas.
Bueno, sus pensamientos y criterios pueden esperar, en este momento, tiene cosas que tratar.
—Es bueno que esa chiquilla quiera ayudar, pero sabes que hay límites, ¿verdad?
—Los conozco.
—Tu mejor que nadie lo sabe, no podemos traer forasteros a nuestra aldea, a menos que sea en las fiestas anuales.
Ah, las fiestas. Era más una orgía comunitaria entre todo el mundo que una celebración. Pero esto tenía una razón; la aldea estaba conformada en completo por mujeres, por lo que, para continuar con sus líneas de sangre, buscaban hombres en los pueblos cercanos, los secuestraban y hacían lo que querían con ellos. Algunos se quedaban a vivir como esclavos, otros simplemente morían y, unos pocos afortunados eran capaces de regresar a sus pueblos.
De verdad, las “tradiciones” de este pueblo, si es que a eso se le puede llamar tradición, era algo que causaba conflicto en muchas de las habitantes, pero lo veían como algo necesario al final del día. Avis era la única que se oponía a ello, pero nadie le hacía caso.
—Lo sé, pero se trata de una mujer, así que no habrá mucho problema, creo.
—Palabras poco sabias viniendo de la boca de la sucesora.
—De verdad, lo lamento.
Avis se inclinó ante la jefa mientras se disculpaba. Ya que ella era la siguiente gobernante, tenía que actuar con dignidad y cuidar los intereses de la aldea, entre los cuales había algunos que iban en contra de lo que pensaba, pero, como era obvio, no podía opinar sobre ello.
—Tendré que evaluarla yo mismo para asegurarme de lo que trata de hacer.
—¡Líder! —exclamó una de las guardias—. Usted no puede hacer eso. Tal vez se trata de una extranjera que desea acabar con usted.
—Eres muy desconfiada, Eveline, pero si, puede que tengas razón. Eres la mejor guerrera de la aldea, así que acompáñame.
—Como desee.
—Bueno, si es así, entonces vamos con ella. Avis, ¿dónde dices que está?
—Está custodiada en la entrada, no ha puesto ni un pie en la aldea aún. Usted debe dar el permiso para que eso suceda.
—Bien, bien. Así me gusta que se hagan las cosas.
Las tres dejaron la sala y comenzaron a recorrer la aldea.
Para ubicarnos un poco geográficamente, el árbol donde se situaba la aldea era justo donde la sala principal estaba. Tallada en el árbol era una verdadera obra de arte. Y, entre los árboles circundantes, se levantaban decenas de casas, hasta donde alcanzaba la vista. Por obvias razones, esta aldea escondida en medio de la nada tenía una fuerte defensa para evitar intrusos o ataques, ya que la zona en la que vivían era extremadamente peligrosa.
Además, había una regla de que un forastero, y con mayor razón un hombre, no podía siquiera pisar su territorio, por lo que crearon un puesto de vigilancia, el cual no era contabilizado como parte de la aldea.
Como sea, mientras caminaban por el camino principal, sobre el cual, a cada lado, crecían grandes árboles, muchas de las habitantes pasaban a saludar o mostraban respeto.
Avis se mostraba algo nerviosa, pero trató de ocultar sus preocupaciones lo más que pudo.
—Y, ¿han investigado algo más sobre el incidente de ese pueblo? —cuestionó la líder.
—Si, después de visitar la aldea, encontramos rastros de fuego en los edificios.
—¿Era una bestia elemental?
—No, era fuego ocasionado por ellos mismos. De eso estoy muy segura.
—¿Por qué lo dices?
—Llevamos a la erudita con nosotros en la primera expedición, e hicimos una reconstrucción con magia. Encontramos que, diez minutos antes del ataque, el fuego comenzó.
—Esto es extraño. ¿No fue el trabajo de bandidos?
—Eso era lo que creíamos en un inicio, pero al investigar hasta el fondo, encontramos que eran pueblerinos. Parece que hubo una revolución, lo cual es casi imposible, o que era un plan para perjudicar a alguien.
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Editado: 15.05.2021