Ávida

Capítulo 7: Alessandra

Nunca caigo dos veces con alguien, quedo muy en claro eso, pero este hombre tiene un gran motivo para que yo vuelva a repetir, caí en la tentación de su grandiosa cualidad; siento que me traicioné a mí misma con mis propias palabras pero no me arrepiento de volver a repetir con el Magnante, ni una chispa de remordimiento, al contrario fue una gran idea de su parte venir a buscarme, sus labios devorando cada parte de mi cuerpo me hizo temblar de placer, Todo iba bien cuando él me penetro sin ningún pudor, hasta que a Luigui se le ocurre interrumpir de manera oportuna tal momento, lo voy a matar en cuanto lo vea, pero no lo culpo gracias a él las embestidas del Magnante fueron muy intensas y lascivias, su cuerpo entero se tensó en cuanto escuchó la voz de mi amigo tras la puerta, pero no fue su voz la que tensó su cuerpo fue la palabra que uso “amore mio” y fue cuando mis sospechas acertaron cuando me dijo que estaba engañando a mi novio, ¿de qué mierda hablaba? ¿Enserio cree que si tuviera pareja lo engañaría?, él cree que soy como la prensa me cataloga, egocéntrica, altanera, vanidosa y polígama.

Aunque no entendía cuál era su reclamo y si fuera así es mi vida de la que estamos hablando, al parecer Lily Steinberg lo conoce muy bien y no sólo eso, esta mañana salieron fotografías de él almorzando con ella el día de ayer, así que no soy el única polígama en este dúo.

Eso sin duda me hizo enojar por completo y pensaba vengarme, oh claro que pensaba hacerlo, esta recostado con su rostro enterrado en mi cuello.

— No estoy aquí para quedarme dormida — musito poniéndome de pie obligándolo a sentarse en el sofá.

— ¿Buscarás a tu novio luego de este engaño? — cuestiona en un tono burló, lo observo achicando mis ojos levemente, me acerco hacia él sentándome en sus piernas y antes de hacerlo respiro hondo preparada para sentirlo nuevamente con un leve movimiento entierro nuevamente su miembro provocando su asombro.

— No tiene porque preguntar señor Maxwell, es mi vida. — pego mis labios a su oreja besando y mordiendo su lóbulo. — no se supone que usted está con Lily Steinberg. Así que será mejor que cierre la boca — murmuro atacando ahora su cuello, su respiración empieza a tornarse pesada provocando que la excitación regrese.

— ¿esos son celos señorita D’angelo? — cuestiona entre un jadeo, elevo una ceja en despectiva a su pregunta, mi cuerpo se mueve ligeramente probando que gruñido salga de sus labios.

— ¿celos? ¿Porque tendría yo que sentir celos?, no sea narcisista señor Magnante — mi lengua recorre su clavícula muy bien marcada y me importa una mierda dejar chupetones, al contrario esta será mi mejor venganza.

— Porque sabe que este cuerpo puede tocarlo cualquiera — una risita ironía gutural sale de mis labios.

— así es, tiene razón, cualquiera puede tocarlo. Pero hay algo que usted no sabe, y es que cualquiera que esté conmigo regresa por más — aseveró esta vez observando sus ojos avellana que destacan en su rostro.

— ¿Por qué tan segura señorita D’angelo? — una sonrisa se dibuja en mi rostro, su mirada incrédula me preocupa y es porque no se ha dado cuenta de porque él está ahora dentro de mí. Empiezo a mover mi caderas con un movimiento lento, haciéndolo sobre saltar ligeramente, el echa su cabeza hacia atrás disfrutando la sensación de nuestros cuerpos, de golpe detengo mis movimientos y él me observa molesto con el ceño fruncido.

— No me hagas esto — murmura con la voz entre cortada, nuevamente mi movimiento regresa pero esta vez un poco más rápido, su respiración inunda mis oídos, mi cuerpo empieza a encontrar ese calor acumulado en mi interior, esto es un completo juego sexual, es increíble que el cansancio en nuestros cuerpo no haya saciado y esa es la razón por la que parecemos animales en apareamiento, deseando más placer del uno al otro como si no hubiera un fin. — vamos Alessandra no me tortures así — gruñe pidiendo a gritos que intensifique mi movimiento y como buena complaciente mis caderas retoman ese movimiento rápido, jadeos nuevamente entre la habitación, esos ruidos producidos por un buen sexo. Si no fue ninguna pérdida de tiempo otra vez, ambos logramos conseguir el punto prefecto dándole paso al último orgasmo de la noche.

Salgo de él sin antes darle un último beso, tirando de su labio inferior. — ¿No es lo que usted está haciendo Signore Maxwell?, regreso por más, ¿no es así?— musito respondiendo a su presunta, empiezo a recoger mi ropa y me la pongo con rapidez, mi traje está arrugado junto con mi saco, espero que la oscuridad de la fiesta oculte eso, busco el espejo que está recostado en la pared se encuentra al lado del inmenso tocador. Busco un poco de papel para humedecerlo con desmaquillarme para limpiar mi rostro y poder quitar el color rojo que está corrido por mis labios, al terminar de limpiar, pinto mis labios con el mismo color, siempre va conmigo y nunca salgo sin ese labial.

Regreso mis ojos a los del Magnante y él ya está vestido acomodando únicamente su corbata roja por su cuello. Su ojos encuentran los míos y recorren mi cuerpo, no puedo evitar fijarme en sus labios manchados de rojo, me acerco a él y lo ayudo a limpiar su rostro con desmaquillador, su mano se sitúa en mi cintura y sus ojos examinan mi rostro sin inmutarse mis movimiento son suaves mientras paso el papel por su rostro.

— Listo — murmuro con una sonrisa, su otra mano se coloca por mi mejilla dejándome un poco helada por la acción, acaricia levemente con su dedo pulgar mi mejilla, escaneando mi rostro por completo.



#12324 en Novela romántica

En el texto hay: chicklit, romance, amor

Editado: 12.12.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.