Ávida

Capítulo 8: Oliver

— Las pesadillas terminarán con esto, estoy segura.

Tuve que alejarme un poco de manera sigilosa para que no notara que la había escuchado decir aquello. Es por eso que tuvo una mala noche, por unas pesadillas, ¿cómo una mujer tan segura de sí misma que tiene todo bajo control, a su manera, tiene pesadillas?

¿Quién es Alessandra D’angelo?

Esta pregunta tiene varias horas rondando por mi cabeza desde el momento que me entere que no sale con Luigui Bianco el hombre que trabaja con ella en producción gracias a su textilera, tuve que averiguar cómo se llamaba y a qué se dedica, después que dejaron la fiesta me encargué de eso, Aramburu sabe muchas cosas y esta no fue la excepción, todo se fue iluminando poco a poco cuando por fin me enteré que Luigui es gay, sí, me toco que preguntar dos veces si eso era cierto, ese hombre no aparentaba nada su orientación sexual en lo absoluto. Así fue como el deseo y el interés por la italiana fue aumentando en las últimas horas.

Alessandra D’angelo tiene una esencia difícil de descifrar pero no imposible de descubrir, esa mujer tiene el poder absoluto de hacer que me ahogue de placer, de ese placer que ella sabe darme de una manera intensa y lívida. No hace falta que me diga una palabra, todo es suficiente si su cuerpo habla, tenerla por segunda vez dentro de mí fue electrizante, todo mi cuerpo saltaba del éxtasis que su cuerpo emanaba, cada movimiento y quejido se calaron por mi oreja tan bien.

Ella es un ángel caído con el poder de hacer lograr que cualquiera cometa pecado con solo verla, es perder la cordura ante esos ojos verdes llenos de intensidad, no sólo estoy dispuesto a descubrir qué tipo de hechizo hizo para que regrese siempre deseoso por tocar su piel, sus palabra fueron sabias y muy inteligentes, sabe cuál es la maldición que la sigue lo cual me produce unos escalofríos excitantes.

«¿No es lo que usted está haciendo Signore Maxwell?, regreso por más, ¿no es así?»

Cuanta cordura había perdido cuando se lazo nuevamente a mí para torturarme de una manera imperdonable, ella dentro de mi sin hacer ni un minúsculo movimiento y si los hacia eran mínimos, no puede ni siquiera pensar con claridad, lo único que quería era sentirla nuevamente, escuchar sus jadeos mientras arquea su espalda. Ese encuentro fue un gran paso a la entrada de su vida, pude admirar un poco su cuerpo esta vez, las infinitas pecas que tiene en la espalda y hombros, ese sexy lunar café en su pecho derecho, cada detalle en ella me parecía maravilloso, estoy maravillado al descubrir cada aspecto en su cuerpo, cada centímetro está grabado en mi memoria con ese aroma jazmín que suelta como si fuera su aroma natural.

Quiero pasar el mayor tiempo posible con ella y si tenemos que follar a cada minuto lo haré, hasta dejarla por fin saciada ante el placer que mi cuerpo le da. Pero muy en el fondo mi alma busca llevarla a lugares hermosos donde pasemos momentos memorables hablando de nuestros defectos y virtudes, enseñarle lo romántico que puedo llegar a ser si me lo propongo con ella, pero son cosas que no son primordiales por el momento.

Alessandra logra que quiera más, mucho más de ella, cuerpo y alma, la conexión que siento al estar con ella es electrizante y oscura, una oscuridad en donde se encuentran dos almas deseosas por el uno al otro.

Eso me asusta, me asusta que esos pensamientos se crucen por mi mente tan rápido.

Curiosidad, ese es el pensamiento que cruzo mi mente al escucharla decir que tiene pesadillas y no sólo eso, si no que con la persona que hablaba depende de algo para que paren esos sueños, estoy consternado pero no quiero espantarla y ser muy intenso al querer descubrir todo de ella, el interes me mata poco a poco pero, aunque esté muy deseoso de conocerla mejor, tendré que mantenerme al margen con ella, porque no quiero que piense que mis intenciones son otras.

— Espero estés lista para ir a desayunar — musito al acercarme nuevamente a ella, su mirada se levanta y me mira con una chispa de confusión.

— No tengo hambre. Será mejor que me vaya, agradezco mucho su compañía Signore Maxwell. — habla nuevamente con ese tono formal, empiezo a creer que es un tipo de juego, ella da un paso con la decisión de marcharse, mi cuerpo actúa rápido y le prohíbe el paso.

— Vamos señorita D’angelo, luego de un buen ejercicio es bueno desayunar algo nutritivo — insisto siguiendo su juego, sus ojos se desvían a otra dirección por unos segundos.

— ¿Cuánto insistirá?, estoy cansada de esto — se cruza de brazos, una pequeña risa sale de mis labios y ella me observa con una ceja elevada. — Me parece que mis palabras no fueron para nada llenas de gracia.

— Me causa gracia su forma de impedir que siga insistiéndole. Pero está claro que no me conoce.

— Que sea rápido el desayuno, tengo cosas que hacer — sonríe y camina dejándome parado con una sonrisa. Que mujer tan difícil, saca su insecticida a cada momento pero no creo que le funcione conmigo, soy un bicho muy difícil de alejar. — ¿no piensas venir? — giró mi cuerpo y la encuentro parada esperando que la siga, sonrió de lado y me acerco a ella, mientras caminamos le envió un mensaje a Bill para que venga a recogerme, el mejor lugar se opacara al momento que esta mujer entre, pero me arriesgaré, hay un restaurante a unos kilómetros de aquí, uno al que he ido cuando vengo a Madrid, doy fe de la buena comida y del buen servicio.



#12308 en Novela romántica

En el texto hay: chicklit, romance, amor

Editado: 12.12.2023

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