Ávida

Capítulo 10: Oliver

Encontré al fin la palabra perfecta para describir lo que siento cuando estoy con Alessandra D’angelo, no hay otro adjetivo que califique esta situación entre ella y yo, todo lo que hemos pasado en estos días ha sido una ola de mar que cae abruptamente y a su vez placentera de ver. Verla esta noche sonriendo, divirtiéndose y bailando fue uno de los mejores deleites que mis pobres ojos pudieron apreciar, no podía más, había luces que saltaban de ella y probablemente sea él alcohol que me provocó imaginar adornos visuales a su alrededor. 

Esta noche le debo una por lo de esta mañana y voy a hacer que se retuerza de placer, un mano a mano. Me perturba un poco no poder verla porque no me voy a engañar, ver el cuerpo de la italiana es un delirio visual y satisfactorio, su vestido está completamente tirado en el suelo y mi jadeo fue de sorpresa al ver que únicamente usaba sus bragas no fue necesario verla, mis manos pudieron ver. Decidió jugar conmigo esta noche y pedirme que las luces no se enciendan, únicamente el sentido del taco prevalece esta noche, he trazado caricias suaves por todo su cuerpo deleitándome con su tersa piel y con cada una de mis caricias su cuerpo se estremecía de manera automática. Me separo de ella y camino hacia el uno de los muebles en donde guardo mi ropa, tiro de uno de los cajones y busco una de mis corbatas. 

Estoy seguro de cuál será su reacción, Alessandra es una mujer lejos del dominio, es decidida y la dominante es ella, poca es su paciencia por sentirse inferior en el sexo, lo he comprobado porque siempre va un paso adelante que yo, eso es lo que la hace única, interesante y sensual. 

— ¿qué haces? — musita en cuanto mi cercanía se ha alejado de ella, me acerco a ella con cierta cautela e inseguridad. 

— Dame tus manos — pido con suavidad, ella despega un poco su espalda de la cama. 

— Estas loco. No vas a atarme. — espeta. Sabía que esto iba a pasar, tenía que arriesgarme, pero realmente quiero hacerla disfrutar esta noche. 

— Escúchame, dijiste que íbamos a usar el tacto y quiero devolverte lo que sucedió esta mañana. 

— Si, pero que mierda tiene que ver eso con que me ates. No voy a permitir que lo hagas. — ella se aleja un poco de mí pero con rapidez la tomo de su muñeca con suavidad. 

— Quiero que seas tú la que desespere por recibir placer. El juego, no tocarme. Confía en mi — tomó ambas manos y esta vez no muy convencida relaja su cuerpo, empiezo a atar ambas manos sin lastimarla, aunque la oscuridad no me lo permita la observo con detenimiento. 

Me levanto nuevamente de la cama y voy directo a la mesa donde estábamos tomando el whisky, en ese momento escucho su voz preguntándome sobre a donde es que estoy yendo, la ignoro por completo y tomo un par de hielos de la pequeña cubeta y nuevamente entro al dormitorio, meto uno de los hielos a mi boca sintiendo ese golpe fuerte de temperatura, me acerco a ella con un hombre indiscutible y aunque esta noche no pretendo embestirla con mis movimientos, el apetito por ella siempre es el mismo. Me acerco hacia su cuello y un jadeo de sorpresa se escucha de su parte al momento en que mis labios junto con el hielo chocan la piel de su cuello, empiezo a dibujar trazos por toda la piel de su cuello descendiendo con lentitud hasta estar en medio de sus pechos, me decido con el izquierdo y dibujo nuevamente esos trazos curvos, Miguel Ángel estaría orgulloso de la obra placentera que estoy creando, sé que está siendo un excito porque no sólo la temperatura de mi cuerpo empieza a ascender, las piernas de Alessandra dan ligeros movimientos de desesperación con firme el hielo juega con sus pechos. 

— ¿te gusta? — me atrevo a preguntar con descaro y con una sonrisa en cuanto saco el hielo para que mis labios descansen, un gemido inaudible de su parte sale de sus labios y eso me Incita a seguir con ansiedad; cuando llego a su vientre me detengo un momento allí haciendo todo con delicadeza y detenimiento como si de una obra minuciosa se tratase, saco el hielo de mi boca y siento mis labios un poco dormidos pero sin importarme una mierda, mi mano sedienta esta vez con cautela por su muslo izquierdo con el hielo en mi palma, el recorrido continúa hasta llegar a la otra pierna. Cuando el hielo termina de derretirse me atrevo a preguntarle y al fin la escucho hablar luego de varios minutos de estimulación. 

— Pídeme lo que quieres — musito 

— Tócame. — habla con dificultad. — Tócame, maldita sea. — pide con suplica y desespero, mis labios se tuercen y toda la emoción explota de repente, mi mano se desliza hasta llegar hasta la prenda de encaje, hasta que mis dedos empiezan a picar con curiosidad y me adentro hasta su interior juego un poco con ella, está desesperada y eso me llena de satisfacción, mis dedos embisten su interior al fin sintiendo la textura que su cuerpo me ofrece, cada centímetro es embestido en cada movimiento desesperado que mis dedos empiezan hacer, su espalda se arquea contra la cama y sus jadeos llenos de excitación me golpean, sus piernas se abre un poco permitiéndome adentrarme más a ella. Su cuerpo se tensa llegando a su límite, sus jadeos son un poco más apreciables con forme mis movimientos. Mi aliento choca contra su oído mientras le digo cualquier cursilería besando el lóbulo de su oreja, un quejido sale de sus labios anunciando que ha llegado al clímax. 

Mi mano de deja caer sobre su abdomen desnudo dejando leves caricias mientras mis ojos se deleitan en su rostro la penumbra no ayuda mucho a poder visualizarla como quisiera pero trato de que eso no me impida sostener si mirada con la mía, mi mano se dirige esta vez hacia la sien de su rostro trazando una línea cautelosa con mi dedo índice hasta llegar a sus labios. Hay muchas formas en que esta mujer puede matarme, pero su silencio me perturba en un punto caótico, el no saber que piensa o que le molesta en este momento, si le gusto lo que acaba de pasar o simplemente quiere insultarme por haberla amarrado. No lo sé y eso me está matando en este momento. 



#12280 en Novela romántica

En el texto hay: chicklit, romance, amor

Editado: 12.12.2023

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