Ávida

Capítulo 11: Alessandra

Había encontrado buenos lugares en España para la apertura de mi sede, pero como siempre uno tiene que ser el vencedor, encontré un terreno en el centro de la ciudad de Madrid, un pequeño terreno ideal para construir una pequeña sede con un área producción ideal, esto me tomara tiempo pero sé que lograre abrirla.

Salí de España a las 10 de la mañana al siguiente día luego de salirme del hotel donde se hospedaba el Magnante, me escape a las 5 de mañana de allí hasta que él se quedara profundamente dormido, no puedo quedarme a dormir con un hombre aunque sea por separados, eso es darle largas, fue una escapada complicada porque no tenía confianza en irme en Uber sola así que Luigui se vino en Uber a recogerme, es un gran amigo. Luego de eso no recibí ningún mensaje de parte de él y es mejor así, regresar al principio. Así serán las cosas mucho más sencillas y sin complicaciones por cualquier casualidad de la vida de que me lo vuelva a topar en cualquier lugar.

Es un hombre muy inteligente. Me alegro saber que ambos estamos en la misma sintonía.

Luego de dos días estoy en Milán sentada en mi oficina revisando unos papeles importantes sobre el terreno, observando las medidas y pensando como quiero que sea construido ese lugar, pero unos golpes pequeños se escuchan en la puerta de mi oficina quito la mirada de los papeles y la dirijo hacia la puerta que se abre lentamente, es allí donde observo a Laura asomar la cabeza, elevo una ceja con una sonrisa en mis labios.

— Hola — entra por completo cerrando la puerta. — ¿Cómo estuvo tu viaje? — cuestiona sentándose en una de las sillas de enfrente, es la primera vez que la veo luego de irme de viaje, al parecer estaba algo enferma y apareció hasta hoy, pero, conozco a Laura y esa mirada que tiene me hace pensar que se trae algo entre manos.

— Bien, un completo éxito ¿acaso no has escuchado hablar a Jules?

— Si — sonríe. — Leí algunos artículos y te han dado buenos puntos de vista, eso es bueno Alessandra. — desvío mi mirada nuevamente hacia las hojas, pero siento que la mirada de Laura no se aparta de mí y regreso a verla con confusión.

— ¿Que tienes?

— Quiero contarte algo. — elevo ambas cejas un poco sorprendida y no por el hecho de que me quiera contar algo si no que ella normalmente me cuenta sus cosas sin ningún tipo de permiso. Estoy segura que lo me quiere decir no es algo que me pueda decir con facilidad.

— Por supuesto, pero, me sorprende que me avises.— me dejo caer un poco en mi silla dejando los papeles por un lado y esta vez sí pongo atención a lo que está por decirme.

— Porque te conozco y se no será una buena reacción de tu parte.

— Bien, suéltalo entonces, veremos cuál será mi reacción.

— Tu padre estuvo aquí.

No sé cómo no me ahogue con mi propia saliva al escuchar esa frase, pero, como se reacciona entonces al escuchar semejante confesión. ¿Cómo que mi padre estuvo aquí? En mi oficina, en mi empresa, en mi terreno y en todo esto que es mío, ni siquiera puedo evitar sentir desagrado al imaginarlo paseándose por aquí, como si nada creyéndose, ahora sí, el padre orgulloso de su hija. Mi cuerpo no puede evitar desprender un calor tan intenso, es como un ardor interno que quema cada parte de mi cuerpo, si, se llama ira, ese sentimiento es el que se está colando en este momento por mi cuerpo, ira, enojo, furia y unas tremendas ganas de decir muchas cosas.

Sé que cuál fue la razón que lo trajo por aquí y es la casa que cambie para el; para mí fue muy complicado convencer a mi madre que eso era lo mejor y que él no merecía esa casa tan grande que ella había escogido para él, fue una pelea grande cuando llegue a casa, mi madre estaba furiosa al verme y el haberse enterado lo que había hecho, pero lo terminó aceptando y la logre convencer de que era lo justo.

Pero quien no lo termino por entender fue Carlo Fiore, él no lo entendió en lo absoluto, todo esto pasó en dos días, no tuve tiempo de descansar luego del viaje y mis cosas siguen aún en la maleta, el segundo día que regrese a Italia me toco llevar a mi madre con mi abogado porque al final de cuentas si necesitaban la firma de mi madre, pero el pleito que tuve con el abogado de Carlo Fiore allí mismo fue lo que desató el cansancio, entiendo que ese hombre haga su trabajo y en este punto entiendo que no debí entrar a un ring de gritos con ese señor.

— El no es mi padre. — aprieto mis dientes y me pongo de pie de golpe y camino hacia la ventana para observar un poco la calle a la que te di acceso de ver.

— Alessandra, lo siento, el insistió en verte, le dije que no estabas pero no se creyó ese cuento hasta que no te vio en tu oficina — el simple hecho de imaginarlo pasando por aquí me causa unos terribles escalofríos.

Relamo mis labios antes de poder decir algo, mis labios se abren ligeramente pero las palabras no salen. El enojo está impidiendo que diga algo, siento una presión en el pecho muy fuerte costándome mucho respirar. Tengo que calmarme.

— ¿Alessandra? — su tono preocupado me hace voltear a verla. — Dios mío Alessandra, esta pálida. — no he visto a ese hombre en varios años y el recuerdo que tengo de él es el sueño perturbador que tuve hace días, pero como estará ahora, no lo sé y no quiero petrificarme con eso.

— Déjame sola, por favor.

— No, como me pides eso cuando veo que estas mal. — Laura se acerca hacia mi con el objetivo de observarme. — déjame ayudarte...



#12339 en Novela romántica

En el texto hay: chicklit, romance, amor

Editado: 12.12.2023

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