Sigo aún como imbécil recostado sobre la camioneta que pedí prestada a mis guardaespaldas, la italiana sabe cómo olvidarme de mi nombre por unos minutos, todo su cuerpo es una completa escultura tallada por el mismo Olimpo, que maravilla cuando la vi en su show Room tan profesional e imponente era una maravilla, válgame toda la belleza y superioridad que emana esa mujer, la forma en la que camina, su manera tan cautelosa y sensual de girar su rostro y esos felinos ojos color verde con esa penetración en su mirada que causa un nerviosismo involuntario, no pude evitar fijarme en el perfecto maquillaje de su rostro que la hacía ver aún más atractiva con lo mucho que resaltaba sus rasgos.
No pude resistirme a besarla, no pude contenerme, llevaba horas queriéndolo hacer, todo de ella me parece surrealista, ella es un vivo ejemplo de lo surrealista que puede llegar hacer la vida. Odio admitir lo maravillado que estoy con esa mujer. Nunca imagine que la sensualidad tenía otro nombre y menos de que haya tenido la suerte de encontrarla.
Ese último beso fue sin duda el mejor de la noche, se lo impedí, quise que se dejara llevar por la suavidad de un beso y lo que eso puede llegar a transmitir si se tiene la conexión que creo que tenemos, y fue comprobado, mi cuerpo salta de alegría, mi corazón se bombeaba con regocijo y mis sentimientos gozaban de emoción, sonrío como idiota como un idiota que acaba de comprobar lo que mi madre había dicho, ella tiene razón, no hay tiempo para encontrar una conexión tan fuerte cómo está, lo siento, ese calor cómodo y agradable.
Mi celular empieza a emitir un sonido sacándome de mis pensamientos. Al ver el nombre en la pantalla descuelgo de inmediato.
— ¿bueno?
— Te he estado buscando..., ya te extraño.
— creí que esas estupideces se te iban a quitar con tu nuevo ligue — él ríe de manera escandalosa provocando que alejé un poco el celular.
— Ya sé que andas con la italiana...
— andaba. — sonrío.
— ¿tan pronto te despediste de ella?
— fue ella, sabes que si por mi fuera me la llevaría conmigo a donde sea.
— Dime la verdad..., ¿qué te pasa con ella? — suelto una pequeña risa.
— ¿interrogatorio de amiga? — él vuelve a reír un poco.
— Algo así, se quieren mucho y no podemos luchar contra ello. — él hace una pequeña pausa y asiento levemente recordando las palabras de Alessandra y los recuerdos que tuvo la valentía de contarme. — ¿entonces?
— ¿qué quieres que te diga?
— la verdad, además yo quiero saber también. — ruedo los ojos y exhaló un poco.
— Sabes que me he preguntado últimamente...
— ¿qué cosa, Andrea?
— Porque siempre me llamas para saber cosas y no para saber cómo está tu mejor amigo...
— tienes razón..., ¿cómo estás?
Vuelvo a rodar mis ojos aunque él no pueda verme, sonrío un poco, entro a la camioneta y la pongo en marcha en cuando arranca.
— Estoy bien, solo necesito concentrarme en lo que se viene dentro de tres días.
— si quieres golpearlo debes calmarte..., debes mentalizarte que dirá tanta basura de ti y de tu padre o de quien sea. No puedes golpearlo dentro del juicio... — él tiene razón, no puedo hacer eso porque pueden volver a aplazar el juicio y no quiero eso. — ...Lo buscamos a la salida y lo golpeamos entre los dos. — dejó escapar una carcajada sonora.
— Voy a tomarte la palabra Jake.
Luego de terminar la llamada antes de que continuara con sus preguntas, voy directo al hotel donde estoy hospedándose, en cuanto llego le envió un mensaje al primero que veo, en este caso a John, que he regresado y las llaves las tengo yo. Empiezo a despojarme de mi ropa para poder colocarme mi pantalón deportivos de dormir y mientras eso sucede mi mente divaga por la italiana de ojos verdes, nuevamente, pasearnos por el barrio Brera ha sido interesante, conocerla un poco más me ha gustado mucho pero aún no me quedo satisfecho, es como un ciclo, doy vueltas en círculo porque el deseo de saber cada vez más poco a poco de ella se vuelve una adición, es algo imposible de creer.
No me impresiona, soy un hombre que ha tenido un buen pasatiempo con una excelente mujer, pero, me impresiona la verdadera razón de seguir buscando y estar cerca de ella. No hablo de amor, hablo de algo más intenso, probablemente eso lleve al amor y a una relación. Creo que estoy deslumbrado con tanta belleza y por eso la torpeza de mis pensamientos y palabras, pero..., odio admitir que por primera vez estoy interesado en concretar algo con una mujer, tenerla en mi vida y no dejar que se vaya con facilidad, si, No quiero dejar ir a Alessandra quiero que ella sea esa mujer que tenga el privilegio de conocer a mi familia.
Si..., ahora estoy asustado por admitirme que he caído en un pozo profundo y el único final será estar con ella. No puedo ignorar la conexión que ambos tenemos, el deseo y la avaricia por querer unir nuestros labios es simplemente terrorífico.
****
La verdadera razón por la que estoy buscando las oficinas de D’angels son más que obvias, son las diez de la mañana y con mis guardaespaldas estamos dando varias vueltas con el auto por no conocer muy bien este lugar, la aplicación del GPS muchas veces no son entendibles pero luego de varios minutos estamos frente a frente del lugar, es una pequeña localidad con un pequeño edificio blanco y rotulando en la puerta de vidrio D’angels.
— ¿seguro no quiere que lo acompañemos? — cuestiona John
— puede ser peligroso señor Maxwell — musita esta vez Bill.
— No, estaré bien. — musito, salgo de la camioneta subo las gradas que están al inicio para poder llegar hasta la puerta, “abierto” eso es lo que dice el pequeño cartel, tiro de la perilla y observo a la joven de recepción.
— benvenuti, Signore necessità aiuta?
— Buenos días, si, busco a la señorita D’angelo..., signorina D’angelo — hablo con mi torpe pronunciación.
— ¿cuál es su nombre? — sonríe
— dígale que soy un buen amigo, quiero que sea sorpresa.
— no puedo dejarlo entrar solo así, necesito su nombre y veré si puede atenderle. — insiste con un tono más fuerte.
— ¿enserio no me reconoce? — esta vez me siento ofendido, ella junta sus labios observándome con detenimiento y su rostro se ilumina y sonríe de lado.
— No — vuelve a su seriedad.
— Soy Oliver Maxwell, el asunto que tengo que ver con ella es de negocios, ella me dijo que pasara sin ningún problema.
— ¿Oliver Maxwell? — respire mi nombre con cierta. — Oliver Maxwell — vuelve a repetir. — ¡Claro que sí! ¡Usted es dueño de MORTS!, lo siento señor no lo pude reconocer, por supuesto puede pasar, suba las escaleras.
— ¡Gracias que amable! — musito con la misma alegría.
Ella me hace un ademán y me adentro al lugar en cuanto subo las escaleras lo primero que veo es una gran sala con unos escritorios, seis para ser exacto ya están los dueños de esos escritorios y no hay mirada que se desvíe de mí. No se para dónde ir, pero la vida me ha salvado a encontrarme a Laura saliendo de una oficina observando unos papeles.
— ¿Oliver? ¿qué haces aquí?
— Buenos días Laura — sonrío. — quiero ver a la señorita D’angelo.
Ella me observa aún un poco sorprendida pero rápido busca por arriba de mis ojos a alguien.
— No viene conmigo — suelto una risita, ella sonríe y asiente, con un ademán me indica que la siga, en un pequeño pasillo está una puerta blanca.
— Esa es su oficina, toca la puerta porque puede estar ocupada — musita, asiento como un niño pequeño recibiendo órdenes y me acerco con cautela, pero como todo un niño desobediente no llamo a la puerta, abro la puerta con cuidado evitando que esta emita algún sonido, cuando por completo completamente la veo de espaldas observando la ventana grande que tiene al lado de su escritorio, con un traje celeste formal y con una coleta en su cabello, su melena cae con delicadeza por su espalda. Observo cada detalle de su oficina, es blanca, todo es blanco, su librera, su escritorio y hasta las lámparas, unos cuadros de bocetos tipo pintura decoran las paredes y unas plantas verdes en las esquinas preguntándome si son de verdad o artificiales, tomo asiento en un pequeño sofá que está justo al entrar esperando que note mi presencia.
— No hay ningún problema que él venga... — musita mientras lleva una mano hacia su cintura. — No se preocupe señor Sams, si él entiende el negocio no tengo ningún problema en que ocupe su lugar... — en ese momento ella gira su cuerpo y su mirada cae justo en mí, su ceño empieza a fruncirse. — Grazie a usted señor Sams, aquí estaré esperado, ciao. — cuelga su llamada sin despegar su mirada de la mía. — Vaya sorpresa...
— Imagínate la mía... — musito observándola esta vez mejor, su blusa de encaje hace un complemento sensual con su piel, es del mismo color de su traje una linda gargantilla dorada adorna su cuello, los tacones blancos hacen que se vea más alta. Se ve increíble con esa ropa, me he quedado con la boca seca.
— ¿puedes decirme que te ha traído por aquí?
— La curiosidad. — me pongo de pie abrochando un botón mi saco. — quise averiguar cuál era la sede de D’angels..., es muy bonita.
— entonces..., benvenuti Signore — murmura en cuanto ya me encuentro a un centímetro separado de ella.
— Además..., me gustaría invitarte esta noche a cenar, a las 6 ¿qué te parece? — sus ojos admiran los míos como si quisiera descifrar mis pensamientos.
— no tengo tiempo — musita con simpleza separándose de mí y dirigiéndose hacia su escritorio, me quedo por unos segundos inmovilizado y confundido observando la vista de su ventana.
— No voy aceptar un no, Alessandra.
— tendrás que hacerlo, porque ya lo he decidido. — giró mi rostro un poco tratando de observarla de reojo pero me es imposible, cuando giro mi cuerpo la veo acomodando su cuerpo en su silla blanca, ella me observa sin ninguna expresión.
Me acerco hacia ella ignorando por completo sus ojos, estando ya detrás de ella con su silla interponiéndose en medio de los dos me acerco hacia su oreja y la escucho tragar saliva, yo mismo puedo sentir como su cuerpo se contradice con mi cercanía.
— no aceptaré un no por respuesta, Alessandra. — digo nuevamente en un susurro, acerco mis labios haciendo que rocen con su piel, me frustra estar separado de ella y como un sediento al deseo empiezo a atacar el lóbulo de su oreja. — ¿Estás segura que ya tomaste tu decisión? — giro su silla encontrándome con sus bellos ojos. Sus ojos se achican un poco llenos de malicia, dejo que nuestras miradas jueguen un poco sin decir ni una palabra mientras dejo caer mis manos sobre los brazos de su silla, acercando mi rostro al suyo con unos pocos centímetros de distancia nuestras respiraciones lentas se mezclan, nuestros perfumes forman un aroma distinto y todo empieza a ser homogéneo una mezcla simplemente ideal. — Quiero besarte…, voy a besarte — aviso acercándome a ella mientras nuestras narices se rozan con delicadeza, mis dedos viajan hacia su barbilla elevando un poco su rostro acomodando la situación para besarla y sentir ese deleite familiar, sus manos se dejan caer sobre mi cuello, pero antes de que ella o yo termináramos con esa distancia unos golpes pequeños se dejan escuchar provocando que eso la aleje de mí.
— Alessandra. — Laura abre la puerta y se acerca un poco, nos observa a ambos con una mirada pequeña de picardía. — Massimo Sams está aquí.
— ¿Tan pronto? — dice mientras se pone de pie, alejándose de mí, ¿Sams? ¿Será el hijo de Vinicio Sams?, ¿Que mierda hace aquí? — Hazlo pasar. — Laura asiente con su cabeza y nos lanza una última sonrisa llena de complicidad. — Tienes que irte — musita en cuanto Laura sale de la oficina.
— No, porque aún no han aceptado mi invitación — tomo asiento en su silla y acomodo mi cuerpo en ella, sus brazos se cruzan y se limita a observarme.
— Está bien, acepto tu invitación pero vete ya — ordena, hago caso a su súplica y justo en el momento en que me pongo de pie, la puerta se abre, el hombre que ella espera es de ojos cafés, un tipo de tez blanca con su cabello castaño oscuro con un complexión delgada, viste un traje negro, tiene un buen porte pero no tan bueno como el mío, no es competencia para mí.
— Mi dispiace interrompere
— si interrumpes. — musito tajante.
— No interrumpes, pasa por favor — hace un ademán la italiana con una sonrisa en sus labios. — el señor ya se va — regresa sus ojos a los míos lanzándome una mirada con odio y cierta súplica.
Me pongo de pie con cierta derrota pero me acerco con cierta cautela hacia la italiana con la intención de despedirme de ella, pero el tal Massimo Sams actúa rápido y su voz interrumpe el pequeño beso en la mejilla que tenía pensado darle a la italiana.
— ¿Usted es Oliver Maxwell? — nuestros ojos se cruzan por un segundo y ambos nos fijamos en el hombre de cabello castaño.
— El mismo — respondo con simpleza.
— Es mi trabajo conocer a los clientes de mi padre, pronto tomaré su lugar y espero ponerme al día lo más pronto posible. — el extiende su mano con un amistoso gesto. — Massimo Sams, Piacere di conoscerti.
— el gusto es mío. — acepto su gesto y asiento con mi cabeza, de inmediato ignoro al italiano y me concentro en lo más importante que es la ojiverde que tengo al lado. — Vendré a buscarte más tarde italiana. — me limito sonreír y salgo de esa oficina no sin antes lanzarle una última mirada amenazadora a Massimo.
En cuanto salgo de la oficina no puedo evitar sentir curiosidad por el lugar, así que me adentro un poco más por el pequeño edificio de Alessandra, las miradas curiosas de los diseñadores me hacen sentir un poco incomodo, camino hacia un pequeño pasillo y únicamente hay una puerta y es la sala de reuniones, el lugar es grande pero con pequeñas oficinas, ¿Que acaso no hay área de marketing o área de recursos humanos?
— ¿Oliver? — la voz de Laura provoca un pequeño salto de mi parte, le sonrió en cuanto ella se acerca. — ¿Qué haces aquí?
— Tu hermosa jefa se quedó en una reunión con un tal Massimo — trato de no sonar molesto, pero creo que ese esfuerzo no fue suficiente por la mirada de Laura.
— ¿Enserio estas interesado en Alessandra?
— ¿Se nota mucho? — ella sonrie asintiendo con su cabeza.
— acompáñame a mi oficina. — dice ella girando sus talones segura de que la seguire, hago caso a su petición porque esto puede convenirme a mi. Estoy hablando con la mejor amiga de la mujer de la que me atrae y eso puede ser bueno. Ingresamos a una de las oficinas de las que están al rededor y ella cierra la puerta, me observa y me hacen un ademan para sentarme.
— Gracias, pero estoy confundido. — Ella se sienta en su silla, entrelaza sus dedos sobre la mesa un gesto algo autoritario. — ¿Quieres hablar de Alessandra, cierto? — ella asiente con una sonrisa.
— Alessandra es muy importante para mí y no tienes idea de cuánto.
— No tienes necesidad de decírmelo, Jake y yo nos hemos dado cuenta de eso — ella sonríe con cierta timidez.
— Yo solo quiero que entiendas que Alessandra es una mujer muy difícil de tratar, escucharas cualquier estupidez sobre ella por parte de la presa, pero no quiero que te dejes llevar por eso, a pesar de su fuerte y poderoso carácter, es la mujer más dulce y dadivosa que conozco. Su forma de ser tiene un porque, Oliver, pero eso es algo que ella decidirá si contarte o no. No la presiones.
— Porque me dices todo esto Laura. Alessandra y yo nos estamos conociendo, no es que no fuéramos a casar mañana.
— Pero quiero que comprendas que ella no es como otras mujeres, créeme, no lo es. — relamo mis labios procesados cada una de sus palabras, pero sigo sin entender porque esta diciéndome todo esto.
— Estas confundiéndome. No comprendo y si quieres llegar a que pueda jugar con ella o lastimarla..., solo responde esto..., ¿me crees estúpido para hacerlo?, solo mírala Laura, solo un hombre completamente imbécil dejaría que se fuera o si quiera pensar en lastimarla. — su sonrisa me hace sentir tranquilo.
— Con eso has logrado que te acepte. — suelto una pequeña risa. que conversación más incomoda, pareciera que estoy hablando con la madre de Alessandra.
— ¿siempre eres así cuando un hombre se acerca a Alessandra? — pregunto con cierta diversión, su sonrisa desaparece y su mirada llena de seriedad me hace convertir la mia en la misma expresión. ¿por qué me mira como si hubiera dicho algo malo?
— Eres el único que ha estado insistiéndole a Alessandra. Luigui y yo no conocemos los pretendientes de Alessandra.
— Estas diciéndome que soy el único pretendiente — dejo salir una carcajada haciéndome gracia lo que ha dicho, pero la seriedad de Laura confirma que habla enserio. — Perdóname Laura. Pero es que, es algo poco creíble.
— Créelo Oliver, que no te confunda ese bello rostro que tiene. Tratas con una mujer que ha trabajado toda su vida preparándose por llegar hasta donde está el día de hoy.
— Me has dado un dato que no sabía de ella. — sonrío en forma de agradecimiento. — Ella ha aceptado cenar esta noche conmigo —le hago saber con una voz llena de emoción.
— ¿Enserio? — arruga su frente confundida.
— ¿Porque me miras así?
— Porque Alessandra ha cancelado varios planes conmigo, un ejemplo fue el día que salí con Jake y porque lleva varios días de no salir por las noches y eso es…
—Pero esta vez hizo una excepción — elevo mis manos a la altura de mis hombros como todo un triunfador.
— Pues suerte con eso, Oliver —sonríe.
— No estes celosa, yo no te odio por quitarme a mi mejor amigo — sus dientes perfectamente alineados aparecen. Me pongo de pie dispuesto a salir de su oficina y continuar con mi día.
— Espero verte pronto. — se despide con una mano.
— Creo que será más pronto de lo que nos podamos imaginar — me acerco a ella, le doy un beso en la mejilla y salgo de su oficina. Jake jamás me dijo de llevarme bien con Laura o alguna estupidez de esas, pero, no tengo necesidad de hacer eso, Laura es una persona muy agradable y es muy fácil hablar con ella, lejos de ser una mujer muy hermosa admiro mucho que quisiera hablar conmigo sobre las intenciones que ahora descubrí por Alessandra, es confirmado que son muy unidas y se nota muchísimo que se quieren y se protegen entre sí, Alessandra me lo confirmo con solo hablar de sus recuerdos en el barrio Brera.
El lugar de trabajo de la italiana es muy sencillo muy simple pero tiene toque minimalista, es amplio pero no lo suficiente para una marca, ¿qué le impide conseguir un lugar más amplio? Vi demasiadas áreas faltantes que una empresa normal debería tener, ¿quién se encarga de todo eso? ¿Será ella?, Porque si es así, sin duda amerita ponerme de pie y aplaudirle. No puedo decir que se deba a dinero porque eso es una completa mentira, tiene que haber algo del porque no quiera cambiar de lugar, siento que el lugar es un poco inapropiado, no lo sé, puede conseguir algo mejor con el gran éxito que últimamente tiene.
Cuando salimos de la empresa de Alessandra decidí en ir al hotel, tengo que trabajar un poco y tengo programada una reunión dentro de una hora, es cuestión de minutos cuando ya me encuentro en el cuarto de hotel tomando esa llamada importante; los minutos transcurren como río creciente, la reunión fue un poco agotadora, pero al menos el tiempo fue matado con cosas del trabajo, Jake está trabajando también, le dije que el hecho que me haya acompañado a rastras no significaba que tuviera vacaciones y no refunfuño para nada, el único problema…, es que parecemos dos adolescentes que están haciendo tarea en un mismo lugar.
— Recuérdame porque te deje entrar y permitirte que trabajáramos en mi habitación.
— Porque trabajamos en el mismo lugar y porque me quieres. — continúa tecleando en su computadora sin voltearme a ver.
— Claro… — dejó la palabra en el aire y ruedo mis ojos, no puedo decirle que no, es… Jake, y el insiste mucho cuando quiere algo.
Los minutos nuevamente pasaron y la hora final para dejar el trabajo ha llegado, gracias al cielo, estoy agotado, aún tengo que estar listo para las seis, me arriesgue mucho al no preguntarle en donde la puedo recoger pero si ella no está en su oficina a esta hora, me veré obligado a ir a su casa, vi el horario de atención y según a las 6 cierran el lugar, pero, no voy a decir que salgo temprano de trabajar, salgo tarde y eso es por todo lo que tengo que ver, y sé que ella padece del mismo problema, entonces sé que la encontraré allí.
— Me contó Laura que saldrá con Alessandra esta noche — musito Jake en cuanto cierro mi computadora y la guardo en su maleta.
— así es…, apenas llevan dos días conociéndose y ya se cuentan todo. ¿Ya le contaste que acabas de entrar al baño? — su mirada de fastidio me observa, pero desaparece en cuanto se pone de pie y el rostro de seriedad me ve.
— Ya le conté — suelto una carcajada mientras dejo el maletín cerca de mi maleta de ropa.
— No seas ridículo Oliver.
— Mira quien habla, el que le cuenta a su ligue que acaba de dejar el baño todo apestoso y eso que no serás tú el que duerma aquí — elevo ambas cejas.
— Soy humano, todo cagamos y tenemos necesidades. Supéralo. — nuevamente una risa sonora y nada escandalosa sale de mis labios. — además tu no cagas flores Oliver, ¿dinero?, probablemente, pero no flores.
— ¡Ya cállate! — exclamo con diversión, la risa de Jake se hace escuchar mientras me uní junto a él.
— Sabes a veces me pregunto de donde sacas tantas estupideces — lo observo con diversión, el asiente juntando sus labios como dándome la razón.
— Lo sé, soy muy ocurrente y por eso me amas, mira a Laura, suspira por este hombre de 1.80m
— y tienes razón. Ahora necesito que te largues porque quiero arreglarme para mi cita. — su rostro se torna rápidamente en una mirada pícara.
— La italiana no podrá ocultar la excitación cuando te vea. — dejó escapar una ligera risita.
— Eso espero — musito dándole la razón, porque al menos ese es mi deseo, no excitación al menos no por la sexual, si no por verme llegar, sé que ella no es como esas mujeres que dejan escapar sus sentimientos y se me hace ridículo el solo pensar que Alessandra podrá estar sonriendo porque me verá, ella no es de esas mujeres, la misma Laura me lo dijo, ella no es como las demás y lo compruebo con cada momento qué pasó con ella. Tan solo imaginar que salta de emoción por algo se me hace perturbador, sé que tiene sentimientos pero se también que sus emociones no salen a la superficie y eso la vuelve aún más especial y singular, con características únicas, con una forma tan suya de vestir, de mirar a las personas y actuar enfrente de todos.
Estoy diciendo muchas cursilerías, así que cuando Jake sale de la habitación me arreglo los más pronto posible, algo formal, muy propio de vestir para una cena, esta vez opto por una camisa blanca de manga larga formal y unos pantalones formales color azul conjunto con mis mocasines negros. Esparzo mi perfume por mi cuerpo siempre en lugares claves, en cuanto estoy listo y salgo de la habitación encontrándome con Bill que está esperándome en la puerta, le he dicho que prefiero estar solo y que necesito la llave de la camioneta para usarla esta noche, como es costumbre él no estaba muy convencido, lo entiendo, su trabajo es velar por mi seguridad y yo estoy de adolescente huyendo por mi cuenta.
Salgo del hotel y fui muy observador al fijarme en donde se encuentra la empresa de la italiana; en cuanto llego varios minutos después observo que aún hay luces en el lugar, esa es luz verde, lo sabía, sabía que ella estaría allí y no se iría de aquí porque sabe que tiene un compromiso conmigo y porque el imbécil fui yo al no decirle en donde la pasaría a recoger. Salgo del auto, el frío es más que obvio y un escalofrío pequeño recorre mi cuerpo provocando que mis cabellos se ericen, camino con rapidez hacia la entrada, aún está abierto, pero la recepcionista no se encuentra en su lugar, cuando subo las escaleras, me encuentro con una chica en uno de los escritorios de los diseñadores, ella sigue guardando sus cosas y está concentrada en lo que hace y cuando llegó el momento de girarse pega un pequeño brinco provocando que uno de sus cuadernos que llevaba en sus manos cayeran al suelo.
— ¡Dios mío! — exclama recuperando su respiración. — ¡Aléjese por favor, porque voy a gritar, no me haga nada por favor, llévese mi dinero y todo, pero por favor no me haga daño! ¡AYUDA! — grita desesperada
— ¡Cálmate no voy hacerte daño! — exclamo asustado ella me ve con el ceño fruncido observándome de pies a cabeza con un tubo de papel en sus manos dispuesta a golpearme con eso. — Lo siento mucho, vi que estaba abierto y entre, soy Oliver Maxwell y busco a Alessandra. — musito tratando de calmarla, su mirada se suaviza y allí comprende la situación.
— ¡Ya lo reconocí, Uf por un momento creí que era un violador! — ríe y la ayudo a recoger sus cuadernos y se los entrego con una sonrisa un poco incomodo. — La signorina D’angelo, no está, ella se retira temprano, su madre tuvo un accidente y…, todos sabemos que ella es muy unida a su madre, ya debe saberlo… — asiento con mi cabeza ocultando que es la primera vez que escucho esa información. — seguramente esté en su casa, allí la encontrará.
— gracias por la información…
— Sophy Grey
— Sophy, te agradezco mucho — le sonrío con amabilidad y ella asiente con una sonrisa.
— De nada pero…, necesito que salga de aquí, tengo que cerrar todo — asiento repentinamente, le sonrío por última vez y salgo del lugar no si antes despedirme de ella.
Eso explica la enfermera que la acompañaba el día del show Room, la madre de Alessandra me dijo que su enfermera ahora la acompañaba por un terrible accidente pero nunca me dijo cuál fue el accidente, y no imaginé que la italiana necesitara estar con ella, no se supone que la enfermera es para cuidarla ¿cuál es el propósito de contratar una enfermera entonces?, no tengo idea, pero, será mejor darle prisa, no quiero hacerla esperar.
Varios minutos después estoy en casa de Alessandra, el portón de la entrada principal sigue abierta y con rapidez entro, en cuanto estaciono el auto, salgo de él y me encamino hacia la entrada, presiono el botón del timbre y espero un momento. No tarda ni unos minutos y una señora de cabello castaño corto y vestida de azul abre.
— Buenna notte
— buenas noches, busco a la señorita D’angelo. — ella sonríe y me deja entrar, no puedo creer que esté dentro de su casa, las paredes de su casa son blancas, el azulejo lo es también, la temática la misma de su oficina, los cuadros de paisajes decoran las paredes y fotos familiares por lo que puedo ver a lo lejos situados en un mueble que se encuentra en un rincón debidamente decorado, de inmediato logro percatarme de lo agradable que huele su casa, es un aroma peculiar, mis ojos parecen helicópteros, observando cada rincón de la casa, ni si quiera me percate de a donde se fue la señora de ojos cafés.
— ¿Qué haces aquí? — cuestiona una voz, me giro ansioso por verla y allí esta la italiana bajando por las gradas.
Señor ten piedad.
¿Por qué mierda está vestida así?, trago saliva y no puedo evitar recorrer su cuerpo con mis ojos de manera descarada, sus piernas están desnudas y el color de su piel reluce con el color negro de su camisón de seda que cae a la altura de sus rodillas, su bata del mismo material cubre sus brazos y podré estar loco pero soy capaz de sentir su aroma entrar por el lugar opacando por completo el aroma único la casa, su bello rostro no tiene maquillaje y es la primera vez que la observo así, se ve igual de hermosa, es más hermosa así sin ningún rastro de maquillaje, ella baja con lentitud y mis ojos no pueden evitar admirarla. No estoy seguro si sean mis alucinaciones que hacen que todo pase en cámara lenta, en cuanto su pies descalzos finalizan de bajar las gradas, se acerca a mi un poco y se cruza de brazos.
— ¿Qué haces aquí? — cuestiona nuevamente, trago saliva y trato de recuperarme, pero quien se recupera después de ver a semejante mujer bajar vestida de esa manera, es algo que me tomo por sorpresa y aún no puedo asimilar la situación, está enfrente mío esperando una respuesta.
— C-como que hago aquí italiana. Se supone que tú y yo tenemos una cita. — sus ojos se desvían un poco.
— No puedo, surgió algo de último momento — se excusa volviendo a verme.
— Tu no me dejarás plantado — me acerco a ella — Puedes irte así, solo busca unos zapatos y estás más que perfecta — murmuro observando su camisón y el escote en el, regresando al verde intenso de sus ojos.
— No pienso salir así, te dije que surgió algo y no podré salir contigo esta noche.
— Yo lamentó decirte que no pienso irme de aquí — me cruzo de brazos y busco el sofá con mis ojos dejándome caer sobre él, es su turno de cruzar su brazos y verme de manera desafiante. — no me mires así italiana, tú aceptaste cenar conmigo…
— ¡Tú me obligaste a responder que sí, te dije que no podía!
— ¿Alessandra? — una tercera voz se hace presente y es una que ya he escuchado con anterioridad.
La madre de la italiana apareceré por las gradas y baja por ellas, ella se encuentra vestida en pijama pero su bata rosa es larga y la trae atada por la cintura, su sonrisa aparece en sus labios cuando me ve sentado en su sofá, me pongo de pie dispuesto a saludarla.
— ¿Señor Maxwell?
— Oliver…, solo Oliver señora D’angelo
— Que gusto verte muchacho — me extiende su mano con una sonrisa, la acepto con un cálido apretón y esos dulces ojos verdes me observan con cierta ternura, la misma mirada que me dio el día del desfile — ¿qué haces aquí? — observo esta vez con una ligera sonrisa a la italiana y ella desvía su mirada aún cruzada de brazos.
— Quede en cenar esta noche con su bella hija. — un jadeo de sorpresa y observa a su hija de cuerpo completo.
— Alessandra esa no es ropa para ir a cenar…
— Se ve perfecta, solo necesita unos zapatos — me encojo de hombros su madre me sonríe encontrándole el chiste a mi comentario, aunque no era con ese propósito. Para mi esa mujer se ve perfecta cómo está.
— No puedo dejarte sola aquí, Mamma. — Marsella con una mirada le da la razón.
— No sé si mi hija te comento, pero mi enfermera no pudo quedarse esta noche…, Alessandra quiso quedarse a cuidarme, no sabía que tenían una cita.
— Cena.
— Cita — corrijo a la italiana.
— Pero…, pueden cenar aquí — una sonrisa aparece en mi rostro. — No me veas así piccola mía, Oliver vino hasta aquí y tú vestida de esa manera, ¿porque no le avisaste?
— No tuve tiempo — responde seria.
— Mjmm, ve arreglarte y regresas, la cena estará pronto.
— Me gustaría ayudar, si no es mucha molestia, me gustaría cocinar para Alessandra. —el rostro sorpresivo de ambas mujeres me hace sonreír un poco.
— Alessandra le gusta cocinar, porque no preparan algo juntos. — no puedo evitar sentirme emocionado, asiento con mi cabeza asintiendo a la petición de mamá D´angelo.
— Ve a vestirte Amelia. — es inevitable ocultar esta vez mi sorpresa al escuchar el segundo nombre de la italiana. Alessandra Amelia D´angelo, su nombre es muy bonito, tiene presencia al igual que ella, me hubiera encantado tenerla vestida así en esa cocina, muchas cosas hubieran pasado mientras hacemos la cena, me es imposible no perder la cordura al verla así, relamo mis labios de manera inconsciente mientras veo como sube nuevamente por las escaleras. — Pronto estará aquí. — musita, dejo de morder mi labio inferior y asiento un poco. — acompáñame a la cocina para que la conozcas.
Sigo a Marsella D´angelo y observo cada detalle de su casa, es realmente hermosa, muy grande, es una residencia muy cómoda y elegante, mis ojos observan el lugar, pero dos personas se encuentran hablando y de inmediato me hacen pensar que son las personas que trabajan aquí, una de ellas es la señora que abrió la puerta.
— Ornella, Luna. Él es Oliver y esta noche el prepara la cena con Alessandra, los dejaremos aquí para que puedan organizarse.
— Un gusto señor Maxwell — ellas me conocen y eso me hace sonrojar un poco, les sonrío de vuelta y ellas se retiran, la madre de Alessandra se va no sin antes indicarme en donde esta las ollas y los utensilios esenciales para preparar los alimentos, también me indico en donde se guardan algunos alimentos, ella se retira al fin dejándome completamente solo sin tener idea de que es lo que cocinaremos y probablemente Marsella probara de nuestro platillo y me gustaría hacer alguna comida típica de Londres, como e Bangers & Mash lo cual consiste en un plato con salchichas y puré de patatas, normalmente se acompaña con gravy sauce, pero no estoy seguro que tengan en esta casa y un té nocturno.
Busco a mis alrededores algunas papas, me adentro hacia el refrigerador y encuentro varios alimentos, las papas están almacenadas en una pequeña gaveta, me inclino un poco para poder alcanzarlas.
— Sabes bailar y cocinar. ¿Algo más que necesite saber para no tener cara de estúpida? — mi corazón empieza a acelerarse al escuchar su voz, endurezco el cuerpo y me giro para poder verla, ya no viste ese sexy camisón negro, ahora viste con un pantalón corto de algodón y una pequeña blusa de tiras, gracias a esa blusa puedo darme cuenta de inmediato que no lleva absolutamente nada abajo. Quiere matarme eso es lo que quiere hacer, me está provocando cada vez más. Estoy perdiendo la cabeza.
— No recuerdo ahora, tendrás que descubrirlo. — ella sonríe ligeramente, sus ojos se desvían hacia mi mano en donde sostengo algunas papas.
— ¿Que tienes planeado preparar?, porque signore Maxwell dejare que sea el chef de esta cena. — me acerco un poco hacia ella, no mucho, pero si acortando un poco la lejanía entre nosotros la cual detesto demasiado.
— Bangers & Mash. — respondo.
— Mmm. — chasquea su lengua. — Que manera tan sensual de hacer resaltar su acento señor Magnante. — esta vez sí me encargo de acortar por completo la distancia que existe entre nosotros, acercándome con un paso largo.
— ¿Te parece atractivo mi acento, Amelia? — muerdo mi labio un poco, sonriendo de lado al ver sus ojos cargados de odio cuando digo su segundo nombre. —Me gusta mucho ese nombre.
— Pueda que en este momento mi fantasía sexual sea que ese nombre salga de tus labios. — ella termina acortando la poca distancia. Sus dedos pasan por mis labios provocando unos cosquilleos en mi cuerpo, simplemente no deja espacio alguno sin su roce junto con la sensación tan placentera que provoca sus dedos en mis labios, su mano logra encajarse en mi barbilla como un acto dominante ayudándose en tirar de mi rostro y atacar mis labios con fervor sin pudor alguno, su boca se abre junto con la mía entrelazando nuestras lenguas humedeciendo el beso y convirtiéndolo en algo más intenso, sus manos se enroscan en mi cuellos profundizando las embestidas ansiosas como si hubiéramos estado deshidratados por mucho tiempo, no hace falta que reaccione mi cuerpo ante sus movimientos, mis manos juegan con su cuerpo hasta llegar a su trasero y subir su cuerpo hacia la encimera de la cocina, remplazando las papas de mis manos por sus suaves y adictivos muslos, cada movimiento es apresurado y el recorrido de mis labios quieren besar cada parte de su cuerpo lo más pronto posible, su cuello es mi rincón favorito, ese rincón visible porque hay tantos rincones que son mis preferidos; su cabeza se echa para atrás con la intensión de brindarme espacio suficiente para besar su piel, el sabor de ella es la sensación más exquisita y maravillosa. Mi lengua se deleita con cada centímetro, pierdo el control y no puedo detenerme, siento sus manos atrapar mi cabeza, sus dedos enredándose por mi cabello mientras sus piernas se enredan por mi cintura todo es una maldita sinfonía un maravilloso espectáculo de nuestros jadeos y gemidos juntos en un perfecto conjunto de melodías, mis manos no pueden despegarse de sus muslos, pero el solo pensar que está aquí con una pequeña blusa encima sin ninguna prenda al interior suyo hace que pierda la cabeza, dirijo mi mano hacia la tira de su blusa, no decimos nada y eso se ha vuelto parte de nosotros, simplemente nuestros ojos en una completa conexión y sabrá Dios que es lo que se dicen el uno al otro, nuestras respiraciones agitadas esperando a volver a la normalidad, la sensación de mis labios es una completa señal de que los besos de Alessandra matan.
— Crees que no me di cuenta. No voy a desperdiciar la oportunidad mi querida italiana. — jadeo, con ayuda de la tira de su blusa logro bajarla hasta dejar al descubierto uno de pequeños y hermosos pechos, mi mano acarician su piel y de inmediato noto la debilidad de su cuerpo cuando mi mano pasa por su piel, con cada movimiento suave sus ojos se cierran disfrutando del placer que crece en nuestros cuerpos, sin aviso alguno llevo mis labios hacia su pecho, un leve gemido se deja escuchar por su parte, devoro cada centímetro de su pecho, está perfectamente hecho para mis labios y mis manos, no cabe duda que esta mujer está hecha para mí.
— Oliver— gime en un murmuro.
— Amelia.
Vuelvo a devorar su pecho como un maldito loco, quiero que llegue al orgasmo solo dándole atención a sus pechos; ya en este punto ambos pechos están fuera y como un lobo hambriento devoro cada uno de ellos, quiero que desespere de placer, su cuerpo habla por sí solo y tengo la habilidad de descifrarlo. Un quejido gélido sale de sus labios luego de varios minutos, una sonrisa llena de victoria por haber cumplido mi objetivo aparece en mis labios.
— ¿me ayudarás a preparar la cena? — musito recuperando el aliento, su cabeza ladea un poco mientras sus dientes atacan su labio inferior.
Mis manos se dejan caer sobre sus muslos desnudos y no tardo en unir nuestros ojos pero esta vez uno mi cara a la suya y dejo que la punta de mi nariz juegue con la suya un poco, cerrar los ojos ayuda a adentrarme aún más a su aroma y la textura de su rostro. Utilizó mi mano para sostenerla de la mejilla y con ayuda de mi pulgar dejar una leve caricia, uno nuestros labios, con un beso fundido con caricias, suaves sin ninguna prisa, pero nuevamente ese deja vu aparece, sus labios insisten en crear ferocidad en este beso, pero se lo impido negando con mi cabeza, sus grandes y felinos ojos me observan con una chispa de confusión.
— Déjame besarte Amelia, no insistas y déjate llevar. — tocó sus labios con mi dedo índice sin separarme ni un centímetro de ella. Regreso a sus labios. Ella accede a no apresurar el movimiento y esa sensación aparece nuevamente por mi cuerpo, esa alegría, esa emoción que salta por mi cuerpo esta conexión tan grande que aparece y siento cuando estoy besándola de esta manera, yo estoy encantado con nuestros besos llenos de deseo, pero en este momento, los besos más lentos, más detallados en su movimiento son los que me atrapan a ella, el sabor de sus labios me cautiva y aunque no quisiera separarme de ella, la falta de respiración hace que nos alejemos, mis labios están hinchados y por primera vez no están manchados de labial rojo.
— Será mejor preparar la cena, no conoces a mi madre — ella baja de la encimera y busca las papas que hacen tiradas en el suelo.
No puedo simplemente hacer como si esté beso no fuera distinto, cada pequeño escalofrío que mi cuerpo siente junto con la combinación de emociones es totalmente sacado de una historia de ficción, es mentira, si lo es, es mentira cuando dicen que un beso no puede significar nada, un beso puede significar mucho más de lo que podemos imaginar, es cuestión de la entrega del momento.
Eso fue lo que sucedió aquí.
La entrega de ambos al besarnos de esta manera.
— ¿Oliver?
— Mjm — musito alzando ambas cejas sacándome completamente de mis pensamientos.
— Vamos a cocinar o te quedarás allí observando el suelo. — niego con mi cabeza y sonrío acercándome a ella y empezar ahora sí a cocinar el platillo. ¿cómo es que logra actuar como si nada?
Empezamos a sacar lo ingredientes que hacían falta, me gusta la cocina y este platillo es mi especialidad, le indico a Alessandra como debe hacer el puré de papa, no es ciencia pero hay un secreto especial para que sea distinto a los demás, ella simplemente me pregunta si lo está haciendo bien así mientras yo me limito asentir con mi cabeza regalándole una sonrisa, mientras me encargo de condimentar la salchicha, es una especie de salchichón y por lo visto contiene ciertos condimentos.
— ¿cocinas sin música? — pregunto, ella me observa con una media sonrisa.
— No suelo estar mucho tiempo en la cocina, pero si, cocino sin música. — niego un poco muy decepcionado.
Limpio mis manos con un limpiador de tela y busco mi celular entre mi bolsillo, ingreso a Spotify y pongo en aleatorio mi listado de canciones favoritas, sus ojos me ven curiosos pero cuando la melodía se empieza a escuchar ya con el volumen adecuado, me sonríe un poco.
— One More night…
— Foreign air — concluye por mí, le sonrío de par en par, ¿tanto en común tenemos?, eso es fascinante.
Continuó en mi labor de condimentación, pero el coro de la canción está a punto de llegar y no tardo en mover mi cuerpo un poco, la voz de Alessandra se escucha ligeramente un poco imperceptible pero logro deducir que está cantando mientras está concentrada en lo que está haciendo. Me muevo un poco y su rostro se eleva para observarme con un indicio de que nuevamente aparecerá su sonrisa.
Extiendo mi mano hacia ella esperando que acepte mi invitación de bailar con ella.
— No. mira mis manos — niega con su cabeza repetidamente, ignoro por completo su comentario y busco su mano para unir la suya con la mía y atraerla hacia mi cuerpo y poder bailar liberadamente por esta hermosa cocina.
— “…Smile like we used to, get high like we used to, ride like we used to, I’m here with you for one more night” — logro darle una vuelta girando su cuerpo y en este punto los residuos de papa que tenía en sus mano están esparcidas por mi camisa blanca, pero es increíble que me importe muy poco.
Sus manos caen en mis hombros pero deja caer sus brazos evitando que siga manchándome, la tengo cerca y me produce gracia ver cómo está de puntitas tratando alcanzar mi altura, rodeó su cintura atrayéndola hacia mi cuerpo mientras continuamos moviéndonos al compás de la música. Evita tanto sonreír y puedo mirarlo por cómo unas ligeras curvas se forman en la comisura de sus labios. ¿Porque se delimita en disfrutar de este momento? ¿Acaso no se está divirtiendo? ¿O si es cierto eso que dice la prensa de la italiana?
No lo sé, son preguntas que espero resolver muy pronto.