Nueva York.
Junio, 2020.
—También nos perdimos la primera clase.
Anunció el castaño frunciendo el ceño, haciendo mas notorio su mal humor.
Asentí con pesar sentándome a su lado luego de que las puertas del segundo metro (porque al primero llegamos retrasados y lo perdimos) se cerraran.
Para nuestra desgracia y alerta de nuestras madres, así habían sido los últimos meses desde que empezamos clases, donde el tiempo en la mañana parecía ir volando y nos tocaba quedarnos esperando en los pasillos a nuestra próxima clase, unas que otras veces dejándonos en detención y otras más veces con mamá y Monique hablando con el Director Swae. Ambas habían tenido dos conclusiones inciertas con todo el asunto: nos drogábamos, o teníamos sexo.
Hacía cuatro días había sido nuestra última prueba de orina para ver si consumiamos, y el asunto me tenía cansada, porque la verdad no recuerdo haber consumido alguna vez.
No recordaba haber visto a mamá tan fuera de control o demandando saber dónde me encontraba con frecuencia jamás. Y era frustrante de algún modo, pero mientras viviera bajo su techo, eran sus reglas que tenía que acatar como una niña.
Como si fuera poco, por estar llegando a final de año, el Instituto nos ahogaba en actividades. Las cuales a mi me tenían en un cansancio constante, pero en cambio a Michael le sentaban de maravilla; mientras mas entrenamiento y actividades, más energía tenía para molestarme todos los días.
—¿Qué es eso? —señalé el sobre en sus manos con el que jugueteaba con fastidio.
—Las fotos que le prometió Mikaela a Paul de una supuesta infidelidad por parte de Stephanie. Le dará doscientos verdes —me miró aburrido, claramente molesto ante la situación.
—¿Y cuál es el problema? Paul es tu amigo.
—Pero Stephanie no. Y adivina a quién va a atacar porque Mikaela fingió tener varicela para no enfrentarse a ella —sonrió espléndido señalándose. Arrugué la nariz en desagrado por la idea, haciéndolo volver a fruncir sus espesas cejas, en su habitual ceño fruncido—. Eso no es todo, tampoco. Grecia insistió en que vaya a su casa esta noche.
El metro se detuvo con un chirrido y las puertas se abrieron lentamente. Nos apresuramos a salir junto al tumulto de gente y bajé yo primero, haciéndome a un lado para esperar a Michael, permitiéndome echarle un vistazo. Cuando lo vi encarar al viento con molestia por agitar su cabello y su uniforme, alcé la ceja en reprobación.
Él era lo suficientemente guapo como para que ella (y cualquiera, incluyéndome) estuviera comiendo de su mano y no al revés.
—¿Y qué decidiste?
—Que me acompañarás.
—Ni de coña —solté, empezando a caminar a su lado.
—Necesito que estés ahí para darme apoyo moral —soltó un suspiro quejumbroso—. Como en los viejos tiempos.
Reí, mirándole— En los viejos tiempos yo cuidaba a sus hermanastros mientras ustedes subían a agazajarse.
—¿Quién dice agazajarse en estos tiempos, Avon?
Conocí a Michael en la primaria, y aunque solía pegarme sus chicles al cabello, adoraba tenerlo cerca.
Aveces creía que era el hermano que nunca tuve aunque mas divertido de lo que pensé jamás, pero luego nació Louis y supe lo que en realidad significaba un hermano, que no tenía absolutamente nada que ver con lo que yo sentía por Michael.
Eramos pequeños, un poco retraídos, malhumorados y asociales, así que en cuanto amigos, eramos la única opción que teníamos. Y por mucho tiempo lo creí hasta que llegó Grecia en secundaria, pero tampoco había pasado mucho antes de que me diera cuenta de que mis pensamientos estaban en lo correcto y eso no iba a cambiar jamás.
No había mucho que decir con respecto a ella: era una cerebrito que a pesar de no ser mayor a nosotros consiguió entrar en la Universidad antes de los quince y que de alguna manera quedó colgada de Michael desde que lo vio en uno de los partidos amistosos de institutos vecinos, por lo que pensó en utilizarme, fingir una amistad conmigo para acercarse a él, alejarme de él y a final de cuentas, joderlo a él también.
Mikaela siempre había sido mi cómplice mayor y luego de casi tres años de relación entre Grecia y Michael, solo bastaron cincuenta dólares para que se entrometiera en la vida de su hermano menor.
Cuando ambos vieron las fotografías por las que pagué en el cumpleaños de Grecia, ella se abalanzó sobre mi y desde ese momento me odia por arruinar su vida amorosa al exponer ante toda su familia su romance con su hermanastro con el que engañaba a Mike, así que éste desconfía en acercarme a ella. Y yo, honestamente, también lo hacía.
En todo el camino él no dijo nada y yo tampoco pensaba hacerlo. Pusimos nuestras huellas en identificación y nos adentramos al Instituto, tarde, pero por suerte, a tiempo para la segunda clase. Besó mi frente en despedida y se mezcló con la multitud que venía saliendo de clases, mientras yo me dirigía a filosofía.
Tori me encontró bostezando en el pasillo y rápidamente me enganchó en su monólogo de cómo había pasado el fin de semana con aquel guapo (realmente guapo, explicó) chico que conoció en una fiesta. O eso fue lo que logré entender ya que con Tori las cosas siempre eran iguales: yo no solía prestarle atención y a ella no parecía molestarle.
En medio de la rutina del lunes, algo llamó mi atención ya que era algo extrañamente inesperado, sobre todo, a finales de año: una nueva profesora.
Frente a mi estaba una alta y delgada mujer de cabello corto mirando distraída unos papeles que llevaba en la mano. Usaba unos lentes de sol que de lejos gritaban "dinero", probablemente Channel, junto a un vestuario probablemente de la misma marca. Irradiaba elegancia, incluso en la manera en que las puntas de su lacio cabello le acariciaban el mentón o en la que abría delicadamente los labios carmesí para murmurar algo, o de simplemente caminar hacia el aula.