Debía estar asustada mientras Trenton me llevaba con actitud alarmada hasta el tercer piso del edificio, pero me mantuve serena recordando que Mina me necesitaba y que no me haría daño.
.. ¿No me haría daño?
Trenton me condujo a un interesante y solitario pasillo estrecho, y embistió otro tramo de escaleras algo pequeñas y de aspecto descuidado a comparación con las otras de las plantas anteriores.
Me daba miradas de reojo para observar que lo siguiera a lo que yo se las devolvía inexpresiva.
¿Cómo debía actuar yo con él? ¿Debía tratarlo como a otro loco o debía seguir viéndolo como el chico dulce que conocí el otro día?
Las escaleras nos condujeron a la azotea de el edificio, donde un despejado cielo se alzaba sobre nosotros y nos dejaba solos. Allí no había nada o nadie, solo la puerta por donde habíamos salido.
¿Iba a matarme él o me iba a tirar de la azotea haciéndolo pasar por un suicidio?
Suspiré.
—Eres increíble —dijo—. No, increíble no. Desconsiderada. ¿Cómo se te ocurre hacer algo así?
—¿Desconsiderada yo? —jadeé en sorpresa—. No creo que veas el revoltijo mental en el que me ha dejado tu noviesita desde que apareció en mi vida como para que pienses que YO soy la desconsiderada —dejé caer los brazos a mis costados y lo observé cansada—. Ella no es normal. Me asusta, Trenton. ¿Tus padres murieron?
Torció el gesto, por mi pregunta brusca— ¿A qué viene eso?
—Respóndeme —pedí demandante y me crucé de brazos. Él suspiró.
—Sí. Mi padre.
Asentí— ¿Cómo te sentirías, si Mina adoptara, de una manera ilógica y retorcida el aspecto de tu padre muerto?
—Estaría feliz de verlo una vez más —respondió simple.
Gruñí— ¿Podrías dejar de defenderla y ponerte en mi lugar?
Me abrigué más en mi chaqueta cuando no contestó y se volteó hacia la puerta abierta. Cuando miré yo también, una Mina nos contemplaba desde las escaleras con expresión neutra.
—Fue complicado hacer que los estudiantes no lo reportaran a dirección —avanzó hacia nosotros y puso una mano en el hombro de Trenton—. Buen tiro, por cierto. Siempre has tenido buena puntería.
—No hables como si me conocieras —reproché.
—Te vi crecer, Avon —se burló de mi, avanzando hacia el otro extremo de la azotea. La seguí con la mirada. Se dobló, abrió una puertecita de metal y bajó.
Insegura me acerqué y miré la puertecita que parecía ser una entrada a las alcantarillas, pero entendí que era una especie de escondite secreto y me emocioné.
Podrían torturarme hasta llevarme a una muerte lenta y dolorosa sin que nadie lo supiera, pero no me importó y bajé a tientas en la oscuridad, seguida de Trenton quién cerró la puertecilla sobre su cabeza.
Mientras bajaba pude recordar a mamá riendo con Michael, diciendo que la curiosidad iba a matar a mi gato un día de estos al haberme caído en el baño por intentar escuchar una acalorada discusión de los vecinos.
Escuché a Mina unos escalones más abajo de mi quién presionaba algo y luego la oscuridad se cortó horriblemente por una luz cegadora.
—Cierra bien —ordenó a Trenton y me tomó de los hombros. Tuve que pestañear varias veces para adaptarme a la luz después de bajar las escaleras y me enfoqué en su cara, terriblemente seria—. ¿Le has contado a alguien de esto?
—No —fruncí el ceño—. ¿Por qué pre..?
—No me mientas —cortó—. He visto federales antes de subir hasta acá pero por suerte no me han reconocido. ¿A quién le has dicho?
Mi pulso se aceleró.
Precisamente había evitado contarle algo a Michael por lo mismo. ¿Cómo era posible?
—No le he dicho a nadie, lo juro —hablé precipitadamente—. Llevas años aquí y nadie se había enterado, ¿cómo pudieron ahora? Yo..
—¿Por qué piensas que llevo años aquí? —contrajo el rostro, soltando mis hombros, dejándome ligeramente cansada. ¿por tantas escaleras, quizá?— Llegué hace dos semanas apenas. Nadie sabe de mi ubicación ni que doy clases aquí. Esta es mi tercera conferencia —arrugó los ojos—. ¿Ni a Michael o Louis? ¿Tu madre, Mikaela, Monique? ¿Nadie?
Me alejé un poco. ¿Por qué había creido que tenía años aquí? De todas maneras, si estabamos rodeados de federales, éste era el fin de ambas.
Negué con la cabeza— Nadie, Minali. Quería contarle a Michael pero me contuve —admití y la miré con preocupación—. De igual manera él no diría nada si yo se lo pidiera.
—Está bien —aceptó con firmeza. ¿Me creía?
—¿Van a..?
—No —contestó, adivinando mi pregunta y dándose la vuelta—. No encontrarán este lugar.
Entendí que me traía a su guarida freaky por protección y no por tortura, pero igual andaba ansiosa.
Caminó un poco en lo que parecía ser un pequeño consultorio médico. Todo de color hueso, pulcramente organizado y limpio, y con varias máquinas bioquímicas último modelo esparcidas por todos lados. Pude mirar algunas pantallas en las paredes y me acerqué a una que ya Trenton y Mina estaban mirando.
Era táctil y Trent estaba tecleando una seria de códigos en ella.
Mina me miró sobre su hombro— ¿Estás lista?
—¿Para qué?
Me preparé para teletransportarme, volar, o aferrarme a ella por si la habitación empezaba a moverse, pero solo se giró hacía mi y me extendió sus manos.
Las miré desconfiada.
—Venga, dame las manos —insistió.
Molesta y aburrida, puse mis manos sobre las suyas luego de un bufido.
Alcé los ojos para verla, pero no fue exactamente lo que vi.
Para mi sorpresa, la habitación había desaparecido, ellos a mi alrededor también y me encontraba sobre un gran árbol; lo supe porque sentí el tronco y su corteza contra mi espalda. El clima era fresco y agradable a pesar de que los rayos del sol que atravesaban las ramas del árbol lucían fuertes como los del verano. Y yo parecía estar disfrutándolo mientras leía un libro en mi regazo.
Mi pequeño y curioso regazo de niña.
Mis ojos estaban concentrados en cada letra del libro y no podía obligarlos a dirigirse en su totalidad a mis pequeñas manos, ni mover éstas o siquiera pestañar cuando lo decidiera.