Avon

11. Secretos de adultos, problemas de adolescentes.

Michael era un atleta que solía correr por diversión y que pasó más de la mitad de su vida compitiendo con sus amigos por ver quién era el más veloz o el que tenía más resistencia, pero para variar, yo sufría de arritmia cada vez que hacía una serie de sentadillas y quedaba bastante agotada. Quizá esa fue una de las razones por las que Jamie y Steph dejaron de tenerme paciencia en los entrenamiento, y porque no solía concentrarme muy bien cuando acataba sus instrucciones.
 


Lo que me venía en bastante desventaja mientras trataba de entender las palabras que me gritaba Mina al oido cuando Michael me arrastraba de la muñeca por toda la ciudad serpenteando para evitar que las balas llegaran a nosotros.

Lo único en lo que podía concentrarme era en agradecer que bajo la falda de Stephanie llevaba short, que no había aceptado usar sus tacones sino unos zapatos bajos y que la adrenalina me tuviera bastante despierta para no sucumbir a mi habitual ataque de pánico y desmayarme. Además de que cada vez que oía el ensordecedor disparo, me concentraba bastante en colarme detrás de Michael para que él no sufriera de otro impacto, y éso era algo que a él lo tenía bastante cabreado.

—¡Que te pongas delante de mi, joder!

—¡Que no puedo!

—¡Sussie's flowers, Avon!

—¿Sussie's flowers?

Jadeé repitiendo las palabras de Mina sin entender, pero al parecer Michael sí lo hizo porque en seguida me dio un brusco tirón y me introdujo a una floristeria, corriendo hasta el final de ella, recibiendo bastantes exclamaciones molestas de las personas a las que empujábamos para hacernos espacio, pero cuando un disparo se coló en la tienda rompiendo sus cristalerías, las quejas se convirtieron en gritos de horror. Menuda escenita. Sólo esperaba que Mina corriera con los gastos de eso.

Como si hubiese leído mis pensamientos, la mujer volvió a gritarme instrucciones para moverme dentro de la tienda, en las que me concentré hasta salir a un callejón que daba hasta la quinta avenida.

Por tu derecha vienen sujetos —dijo, haciendo que tirara del brazo de Michael con un chillido para conducirlo hacia el otro lado—. Tengo las cámaras de la ciudad ahora mismo.

—¿Y ahora? —volví a chillar una vez fuera del callejón. Ni siquiera quería pararme a pensar en cómo esta mujer podía oírnos.

La primera camioneta rodeó la calle y está a punto de cruzarlos.

La ansiedad rozó mi punto de molestia— ¡¿Y éso qué quiere decir?!

Que los van a rodear, maldición, ¿no puedes pensar un poco, Avone?

Maldita sea Minali y su poca paciencia.

Michael me miró de reojo, y volvió a tirar de mi mano fijándose que por detrás los sujetos ya debían de venir hacia nosotros. Comenzamos a acelerar el paso hacia cruzar a un callejón. Oí otro disparo y esta vez la pierna me ardió, pero solo un poco. Cuando bajé la vista, el calcetín de Steph empezaba a mancharse un poco con sangre.

—Mierda.

Me ardía bastante como para que cuando pisara molestara, pero estaba bastante feliz de que no fuera una bala incrustada en mi pierna. No soportaba la idea de tener que sacarme otra bala por mi cuenta.

—Son los hijos de puta de Williamsburg —gruñó Michael luego de echar un vistazo hacia atrás y miró mi pierna con impotencia—. ¿Por qué siempre a tu pierna?

—¡No lo sé!

Entra al callejón luego de la tienda de cómics.

¿Tienda de cómics? Luego de atravesarnos en el tráfico como una estrategia para evitar a los tipos, vislumbré la tienda a la que solía ir con Michael unas cuantas veces al mes y pensé en el callejón que había a su lado. ¿Había pasado alguna vez por allí?

—¡Minali, es un callejón cerrado!

—¿Hay que saltar una valla? —jadeó Michael, a unos cuentos metros de la tienda de cómics. No quería ni ver a mi alrededor, pero probablemente estabamos haciendo un gran espectáculo. Sabía que las camionetas no podían pasar sobre el tráfico de la calle, pero si podían interceptarnos en cualquier lugar y éso me tenía los nervios de punta.

Dejando esos detalles de lado, era demasiado emocionante la situación.

Últimas escaleras de emergencia hasta el tercer piso.

Jadeé con cansancio, pero también pude sonreír un poco, soltándome de Michael para empezar a subir de dos en dos ayudándome de los brazos en el barandal.

Nadie, jamás, podía subir las escaleras más rápido que yo como cuando estaba en problemas y necesitaba llegar a mi habitación sin que mamá supiera que había salido, y justamente las subía como si fuera así.

Entra a la única ventana abierta, cruza la habitación y salta. No preguntes.

Estaba sudorosa, cansada, un poco herida y asustada, pero la sensación de adrenalina me superaba y me atreví a soltar una risa boba antes de escabullirme por la ventana seguida de Michael. Dentro, era un estudio de ladrillos abandonado con nada mas que un mueble cubierto con una manta polvorienta. Escuché cómo Michael trababa la ventana detrás de mi.

—Están muy cerca —jadeó—. ¿Ahora hacia donde?

—Ven —dudosa, pero ansiosa a su toque, extendí la mano hacia él. La tomó sin dudar y cruzamos para descubrir otro salón, también vacío— ¿Minali? —pregunté. ¿Sí estaba escuchándonos o solo habían sido alucinaciones mías?

—¡Que cruces la habitación y saltes, joder!

Me fijé en los ventanales frente a nosotros que daban la vista a otros edificios cuando escuché una lluvia de cristales perteneciente a la ventana que Mike había trabado. Él apretó mi mano y asintió, y como si eso fuera una señal, me cubrí la cara y eché a correr.

Cuando sentí el impacto y el vidrio romperse contra mi, de inmediato me encontré suspendida y me obligué a abrir los ojos. Otra vez todo parecía en cámara lenta y se sentía de un vértigo horrible, por lo que supe que Mina tenía que ver y como un recuerdo que no era mío, vi mi cabello agitándose a los costados de mi cara, sólo que esta vez no era naranja, sino negro. Unas trenzas negras y más arriba de mi, unas hojas verdes de un frondoso árbol.



#5000 en Joven Adulto

En el texto hay: romance, aventura, amistad

Editado: 20.06.2021

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