Después del incidente con Martina, Axel comenzó a llevarse mucho mejor con Elizabeth, y todos se dieron cuenta de este hecho. Incluso sus amigos le comenzaron a preguntar.
—¿Cómo van las cosas con Elizabeth? —Indagó Federico un día en que Axel hablaba con ellos.
—Pues bien, ya casi acabamos, nada más nos falta hacer la presentación para exponerle todo a la señora Carvajal.
—No, idiota, cómo van en cuestiones personales.
Axel se quedó pensando.
—Pues ya mejor, al menos parece que ya me soporta.
—¿Ya te soporta? Axel, esa chica babea por ti.
—Claro que no.
—Claro que sí, cuando te mira está toda embobada. —Se metió Amanda.
—No es cierto, aunque ya me lleve mejor con ella, me mira con aires de superioridad —explicó.
Las veces que estaban juntos, Elizabeth lo veía con discreción —según ella, puesto que todos los demás se daban cuenta—, admirándolo y suspirando por él, y más aún cuando se dio cuenta de que sabía acerca de autos, pues nunca lo admitiría de manera abierta pero le encantaban los hombres que supieran de mecánica. Cuando Axel sentía su mirada, volteaba a verla, pero ella de inmediato cambiaba su expresión a una altanera; el joven solo rodaba los ojos y regresaba a lo suyo sin tomarle tanta importancia.
Amanda y Federico se vieron entre ellos y luego volvieron a ver a su amigo.
—¿En serio no te has dado cuenta?
—Vamos, Amanda, no juegues con mis sentimientos, por supuesto que eso no es verdad, ¿por qué se inventan cosas tan raras?
—No es invento —dijo ella.
—Mentir es malo, es un pecado.
—Ya lo sé. —Rodó los ojos.
—Bueno, suponiendo que sea verdad, aún quiere el ascenso. —Se cruzó de brazos.
—Es cierto —concordó Amanda—. Solo dijimos que le gustas, no que va a renunciar a un puesto por ti, ¿quién haría eso? Porque yo no.
—Yo creo que nadie —opinó Federico.
—Efectivamente —dijo Axel—, y eso significa que sigue haciendo lo posible para tratar de hundirme. Digo, no es un secreto que habla mal de todos con la señora Carvajal.
—Pues no es que me conste que haya hablado mal de ti, pero es muy probable —expresó su amiga en lo que comenzaba a teclear una información en su computadora—. Me atrevería a decir que ha hablado mal de todos aquí.
—Pues no le paso que hable mal de mí —dijo el joven—, pero de ustedes sí.
—¿Por qué? —Preguntó Federico.
—Vamos, cuando llegó todos fueron malos con ella, la ponían a hacer su trabajo… Incluso tú la llegaste a tratar mal, Amanda —le recriminó.
Amanda frunció el ceño.
—Pero me arrepentí —se defendió—, y me fui a confesar. Además le pedí disculpas —agregó para justificarse.
—Sí, pero de seguro eso fue nada más porque te lo pusieron de penitencia.
Amanda apretó los dientes.
—Ya me estás haciendo pecar otra vez.
—Ya, ya. —Le restó importancia—. Pero volviendo al tema, Elizabeth no tendría que ser mala conmigo, yo nunca la traté mal, hasta le regalé un chocolate.
—Pues no la trataste mal pero aspira al mismo puesto que tú —dijo el hombre de más edad—. En teoría eso le da un motivo.
—Sí, lo sé… —Se quedó pensando—. Como sea, debo volver con ella antes de que le diga a la señora Carvajal que no estoy haciendo nada. Los veo al rato.
Sus amigos también se despidieron y él fue con Elizabeth.
***
Después del trabajo, Axel se encontró con Kimberly. Se saludaron con amabilidad y él le recordó la boda.
—Ah, sí, la boda, ¿cuándo me dijiste que era?
—El veintiuno de abril.
—¿Tan pronto? ¡Falta menos de un mes!
—Te avisé con anticipación, no se te vaya a olvidar.
—No, no. —Negó con la cabeza—. Iré.
—Está bien, no me vayas a quedar mal.
—Por supuesto que no —sonrió, mostrando sus dientes de forma exagerada.
A Axel le caía bien, pero a veces le daba la impresión de que estaba hablando con una niña pequeña.
—Está bien. Te veo luego.
—Sí, adiós.
Axel entró al departamento y después de saludar a Augusto, que se encontraba terminando de lavar el baño, fue a su habitación. Pensó en la cuestión de la boda y se preguntó si en verdad hacía bien en ir. «Pero ya invité a Kimberly, ahora tendré que ir sí o sí». Comenzó a revisar el traje que consiguió para la ocasión. «Y ya tengo que ponerme, a lo mejor Kimberly ya tiene vestido».
—Axel —Augusto abrió la puerta sin siquiera tocar—, ya está el baño listo por si lo quieres usar.