El resto de la noche fue muy agradable para Axel. Ni siquiera les volvió a prestar atención a Virginia y a Héctor, estar con Elizabeth de esa manera lo relajaba. Incluso llegó a pensar que fue bueno acudir sin Kimberly, pues si la hubiera llevado, no habría platicado con Elizabeth ni habría conocido esa faceta de ella que se estaba presentando delante de él. Cuando comenzó a trabajar con ella, tenía la idea de que era una persona pedante, pero ahora que la conocía más a fondo, le parecía una chica sencilla y buena. A pesar de que los novios se dijeron palabras, al igual que los padres de ellos les dedicaron mensajes llenos de buenos deseos, Axel no les prestó mucha atención, pues mientras ellos hablaban, él seguía enfocado en admirar con discreción la belleza de la muchacha que tenía al lado. Cuando la novia aventó el ramo, Elizabeth no quiso ir, prefirió quedarse platicando con Axel.
—¿No quieres ir a pelearte por el ramo o no te quieres casar? —Le preguntó él.
—No creo en eso de los ramos —le respondió—. Además en la última boda que fui, unas chicas se empezaron a pelear por el ramo y se agarraron a golpes. Quedé traumatizada, no me apetece ir.
—Yo creo que con ese trauma, a nadie.
Asimismo, cuando fue el baile sorpresa de la novia hacia el novio, tampoco les prestaron atención, y aunque Elizabeth era encargada para ver que todo estuviera en el lugar correcto, no lo recordó hasta que vio a su prima bailando.
—¡Ay, no! Yo tenía que supervisar que no hubiera nada resbaloso en el piso —murmuró apenada.
—No te preocupes, no le pasa nada.
—¿Y si se cae?
—Pues se cae y ya, no pasa nada —dijo, tratando de calmarla, mientras le daba otro sorbo a la bebida que tenía en mano. Elizabeth sonrió un poco y le restó importancia al asunto.
Después de cenar y haber platicado con ella de muchas cosas, comenzó la música para bailar. Él le extendió la mano, invitándola. Axel estaba pasado de copas, pero todavía era consciente y podía mantener el equilibrio, así que no había problema. La chica aceptó encantada, tratando de no ser tan obvia. Al principio la música era con ritmo, pero cuando cambiaron a un ritmo más lento, Axel tomó a Elizabeth de la cintura y la acercó a él. Al no notar ninguna reacción inmediata de ella, se arrepintió. «Tal vez estoy siendo muy atrevido» pensó, «le echaré la culpa al alcohol», pero en ese momento la chica se abrazó de él y recargó la cabeza en su hombro. «Bueno, tal vez no sea necesario». Se quedaron así durante un rato, abrazados y sin pensar en nada más, hasta que anunciaron que los novios se iban.
Virginia y Héctor se encontraban en el centro del salón, mientras el presentador que contrataron los felicitaba por enésima vez. Todos regresaron a las mesas para brindar y despedirlos.
—Es hora de decirles adiós a los novios y desearles lo mejor —dijo el presentador—. Antes de que se vayan, deberían de decirles unas palabras de buenos deseos a los novios, ¿quién quiere pasar? —Movió el micrófono de un lado a otro mientras Virginia y Héctor iban hacia sus lugares para tomar las chamarras y colocárselas. Al ver que la señora Montenegro se acercaba, habló de nuevo—. Los padres ya hablaron, que pase un amigo a decir palabras de cariño y felicidad para los novios.
Axel, que estaba más ebrio que antes porque cada vez que se hidrataba por el baile tomaba alcohol como si fuese agua, decidió ser ese amigo especial y se levantó con rapidez para acercarse al micrófono. Virginia y Héctor se miraron entre ellos, como queriéndole decir al otro que lo detuviera, pero ninguno se atrevió a hacerlo. El presentador le aventó el micrófono cuando se encontraba más cerca, pero él, de tan alcoholizado que estaba, no lo pudo agarrar y cayó, provocando un ruido molesto y ensordecedor que hizo que todos se taparan los oídos. Axel levantó el micrófono y murmuró:
—Ya, ya, no se quejen, ni sonó tan feo… —Luego comenzó a hablar más fuerte—. Bueno, sí, probando, probando, uno, dos, tres…
Héctor quería que se lo tragara la tierra mientras apretaba con fuerza la mano de Virginia para evitar que esta última se le aventara a los golpes a Axel.
—Amigo, el micrófono funciona —le dijo el presentador—, yo lo estaba usando.
—Ah, sí, ya sé. —No le tomó importancia.
—Comienza —le indicó el hombre—, se ve que los novios ya quieren irse —agregó con tono bajo—, no los entretengas.
Axel suspiró y se quedó callado unos segundos, mientras todos lo veían con atención, hasta que decidió hablar.
—Héctor y yo fuimos los mejores amigos en nuestra infancia. —Decidió comenzar con eso—. Jugábamos juntos, íbamos a la misma escuela; él usaba mis juguetes y yo pintaba con sus crayones, éramos como uña y mugre, donde yo, obviamente, era la uña. —Pausó un poco al ver que algunos invitados rieron un poco, mientras Héctor lo veía con seriedad, pero le importó muy poco, siguió hablando—. El punto es que compartíamos todo, y cuando digo todo, me refiero a tooodo. —Hizo énfasis—. Además de eso, siempre estuvimos para apoyarnos, fue un gran amigo. Me ayudó a superar la muerte de mi padre y estuvo ahí para mí, y yo le ayudé a enterrar a su perra cuando se murió, le cavé la tumba porque él estaba muy devastado como para hacerlo; era una perra corriente, pero a él siempre le han gustado las perras corrientes… —Los compañeros de la escuela de Axel y Héctor se miraron entre ellos, luchando contra su impulso para no soltarse a reír en ese instante. Por su parte, Virginia se encontraba enterrando las uñas en el brazo de Héctor y mordiéndose la lengua, mientras su esposo tenía una expresión de profunda incomodidad en su rostro—. No culpo a Héctor por lo que pasó con Virginia —siguió, cambiando el hilo de lo que dijo con anterioridad. Como era lo que sus compañeros de la universidad esperaban oír, se quedaron atentos a ver qué decía—, es que como fuimos tan grandes amigos y compartimos todo, creyó que también lo podía hacer con mi novia de ese momento, pero no todo fue su culpa, también fue culpa de ella, porque como siempre le gustó la putería, de seguro que después de coger conmigo, se iba coger con él…