El lunes en la mañana, Axel no sabía cómo dirigirse a Elizabeth. Sabía que hizo el ridículo en la boda de Virginia y recordaba algunas cosas del discurso, aunque no se acordaba con exactitud cómo las dijo. Augusto le contó algunos detalles, pero lo interrumpió por vergüenza, alegando que no quería escuchar nada en ese momento. «Espero no haber quedado tan mal» pensó preocupado. «Y ojalá Elizabeth no esté enojada conmigo por haberla acercado tanto a mí para bailar… Agh, ¿qué hice? Fue un error haber ido a esa boda, ahora solo espero que las cosas no se pongan muy incómodas». En cuanto se acercó a la chica, decidió preguntarle unas cosas de la presentación.
—Faltan algunos detalles, pero nos quedan menos de diez días. Podemos adelantar acá lo más que se pueda. Si nos falta tiempo, estaba pensando en reunirnos el fin de semana, solo para terminar de ver los pormenores.
—Sí, me gustaría eso.
Ambos se quedaron callados, y mientras ella revisaba unas cosas en la computadora, Axel se atrevió a sacar el tema que no quería, por vergüenza, pero a la vez sí porque la curiosidad le carcomía su cerebro.
—Elizabeth…
—¿Sí?
—Sé sincera. ¿Quién se vio peor en la boda, ellos o yo?
—Ellos —respondió.
—Oh, vamos, de seguro solo lo dices para no hacerme sentir mal.
—Te digo lo que pienso.
Él sonrió un poco.
—¿Recuerdas con exactitud lo que dije?
—¿Que si lo recuerdo? —Se burló—. Hasta lo grabé.
—¿En serio? —Preguntó asombrado.
—¿Quieres ver el video?
—No, no ahora.
—Lo guardaré para la posteridad.
—Vamos, no seas así.
—Lo veré cuando me sienta triste. —Siguió burlándose.
—Ya.
—¿Qué? Es verdad.
Él quedó callado un momento.
—Disculpa si hice algo que te incomodara, estaba un poco ebrio… Bueno, en realidad bastante ebrio.
Ella lo volteó a ver.
—No te disculpes, no pasó nada que yo no hubiera querido. —Lo miró a los ojos. Sabía bien a qué se refería.
Axel se ruborizó un poco y siguió preguntando cosas del trabajo.
***
Después de su descanso, Axel fue directo con sus amigos, que en seguida le preguntaron cómo estuvo la boda.
—Estuvo… bien. —Se limitó a responder.
—¿Sí llevaste a la Kimberly? —Le preguntó Federico.
—No —respondió con tono fastidiado—, me plantó.
—¿Ah, sí? —Preguntó Amanda—. ¿Y con quién fuiste?
—Con Augusto.
—¿En serio? —Inquirió Federico—. ¿Y te la pasaste con él?
—Al principio sí estuve con él y todos nuestros demás compañeros de la universidad, pero a que no adivinan a quién me encontré.
—¿A quién? —Preguntaron.
—A Elizabeth… —Al ver su expresión de sorpresa, agregó el detalle más importante—. Ella es prima de Virginia.
—¡Oh! —Exclamaron los otros dos.
—Con razón es tan así —comentó Federico.
—No, oye no, no las compares —la defendió Axel—. Elizabeth no es mala cuando la conoces en verdad.
—Se ve que se han vuelto muy amigos, pero qué harás cuando vean lo del ascenso —murmuró Amanda.
—Cállate —respondió Axel—, no arruines la amistad.
—¿La de ustedes?
—No, la nuestra.
Amanda rodó los ojos. Como Axel se puso incómodo por la situación, le preguntó a Federico qué hizo.
—¿Pues qué crees que me pasó a mí?
—¿Qué?
—La chamaca con la que andaba me dejó. La muy méndiga me dijo que en un futuro no muy lejano no quería cambiar pañales, y lo peor es que agregó que no precisamente de bebés, ¡qué desgraciadita!
Axel y Amanda rieron por la observación.
—Ya se dio cuenta de que en verdad no tienes tanto dinero —dijo Axel con tono burlón.
—Y que aunque tuviera, este anciano nos va a enterrar a todos. —Siguió Amanda.
—Ya cállense.
En ese momento Axel recibió una llamada. Contestó por instinto pero se arrepintió no haber revisado antes quién llamaba, pues escuchó la voz chillona de Martina.
—¡Axel, mi amor!
«Agh, y yo creí que ya me había librado de ella» pensó molesto, alejándose un poco de sus amigos.
—¿Qué quieres, Martina? —Preguntó con un tono de fastidio.
—Mi bomboncito, espero que estés bien, solo quería que me confirmaras de nuevo cuándo es la boda a la que me invitarás, me parece que era a finales de mes, pero dime bien la fecha.