Como el día viernes ya era tarde y no habían terminado de ponerse de acuerdo cómo iban a exponer el trabajo que les encargaron, Elizabeth le dijo a Axel que al día siguiente fuera a su casa para terminar.
—¿Estás segura?
—Sí, ¿por qué no?
—¿Vives sola?
—No. —Negó con la cabeza—. Con mis padres, ¿por?
—¿Y no me odian por lo sucedido en la boda de Virginia?
Elizabeth sonrió un poco.
—No te preocupes, nadie te odia.
—¿Segura? Sé sincera, quiero ir preparado… Porque si no, otra opción es que tú fueras a mi departamento… —«Aunque está sucio» pensó, «es culpa del gordo, últimamente no ha limpiado»—. O podríamos vernos en un café.
—Como gustes.
—No es que rechace la invitación de ir a tu casa, pero es que no quiero que me echen a patadas.
—Nadie te va a correr, pero en serio, vamos a donde gustes.
Él creyó que se molestó por no querer ir a su casa, aunque en realidad a ella le daba igual dónde encontrarse con él, solo propuso su morada porque fue la primera opción que se le ocurrió.
—Si dices que no me van a correr, vamos a tu casa.
—Está bien, al rato te mando la dirección y ubicación.
***
Cuando Axel llegó a la casa de Elizabeth, se sorprendió de ver una casa enorme con un amplio y hermoso jardín. Se bajó del taxi y le pagó, al parecer lo estaban esperando porque la reja estaba abierta, así que pasó y admiró la fuente que había; posteriormente siguió el camino de piedras hacia la entrada. La casa era color blanco con partes, como el techo, las puertas y el marco de las ventanas, pintadas de café. Cuando se acercó a tocar la puerta, una mucama le abrió, lo condujo a la sala principal y lo invitó a sentarse; allí pudo ver con atención un mueble repleto de figuras de porcelana fina. «Esta mujer nada más trabaja por gusto, no por necesidad» pensó sin dejar de ver las figuritas.
—¿Te gustan? —Escuchó la voz de Elizabeth—. Son de mi madre.
Él volteó hacia donde estaba ella.
—Son bonitas.
La chica se sentó junto a él con su laptop y la puso sobre una mesa de centro que había.
—Hola —saludó por fin.
—Hola —respondió él. Le era curioso verla vestida de manera casual y sin mucho maquillaje. Llevaba puesto una blusa blanca de manga corta y un pantalón de mezclilla. «Aun así se ve linda» pensó.
—Mira, ve cómo quedó todo. Estaba pensando en que yo podría empezar, después tú seguirías, y así… Al final tú concluirías.
Él comenzó a revisar la presentación y el documento escrito.
—Me agrada la idea… esto se lo agregaste después, ¿verdad? No lo había visto.
—Sí, y también en la diapositiva diez corregí unas cosas. Revísala.
—Voy.
En lo que finalizaban con su trabajo, la mamá de Elizabeth llegó a la sala y saludó con cortesía.
—Buenas tardes —sonrió. Al ver que el joven que estaba con su hija era el mismo que arruinó la boda de su sobrina, se sorprendió un poco. Axel, por su parte, pudo notar que la madre de la chica era muy parecida a ella, solo que más baja de estatura y un poco más rolliza.
—Buenas tardes. —El joven respondió el saludo.
—Mamá —dijo Elizabeth levantándose del sofá—, te presento a Axel; es mi compañero de trabajo. Axel —se dirigió a él—, ella es mi madre.
—Hola, señora —le sonrió con timidez—. ¿Cómo está?
—Dime Catalina. Y estoy bien, gracias, ¿y tú?
—Muy bien, señora… Catalina.
—Me alegro. ¿Él es tu compañero de trabajo, Eli?
—Sí, estamos viendo la presentación final para exponerla el lunes.
—Oh, qué bien, ¿les falta mucho?
Axel, que aún se sentía un poco culpable por lo sucedido en la boda, creyó que Catalina quería que se fuera de ahí.
—No falta mucho —respondió él—, cuando terminemos de revisarlo, me iré.
Elizabeth no dejó que su madre respondiera.
—¿Por qué no te quedas a comer?
Axel miró de Elizabeth a Catalina, preguntándose si era buena idea o no aceptar la invitación.
—No quiero ser molestia —le susurró a la chica.
—No lo eres. Vamos, quédate —insistió. Axel no pudo decirle que no.
—Está bien, solo espero no causar ningún inconveniente.
—Para nada.
Cuando terminaron de revisar toda la presentación, Elizabeth dejó a Axel en la sala de estar y subió a su habitación a dejar su laptop. Antes de bajar con él, su madre la detuvo.
—Elizabeth, ¿puedes venir un momento?
—¿Qué pasa, mamá? —Preguntó acercándose a ella.