Al siguiente día, aprovechando que era domingo, Axel aprovechó para ir a visitar a su madre. La ciudad donde vivía su familia no se encontraba muy lejos, viajando en autobús se hacía aproximadamente una hora y cuarto, así que salió temprano de su departamento y se puso en marcha.
Después de llegar a su destino, tomó otro autobús urbano para dirigirse con su madre. Una vez allí, tocó la puerta con un poco de ímpetu. Cuando abrieron la puerta, se sorprendió de ver allí a su hermana mayor, cuyo nombre era Sandra.
—Vaya, al parecer no fui el único que pensó en venir a ver a mamá y a la abuela…
—No le digas abuela —lo regañó—, dile abuelita.
Axel rodó los ojos; su hermana siempre lo regañaba por cualquier cosa mínima. En ese momento sus sobrinos, de tres y cinco años, se acercaron a él.
—¡Tío Axel! —Exclamó la niña, que era la mayor, y se abalanzó hacia Axel. El chico la levantó.
—Hola, Nina. —Le revolvió los cabellos—. ¿Cómo estás?
—¡Bien!
—Hola, Carlitos. —Se dirigió al menor, soltando a la niña y cargándolo a él—. ¿Qué has hecho? —El niño lo miró fijamente sin responder—. Sigue igual de callado —se dirigió a su hermana—, se parece a mí cuando tenía su edad.
—¿A ti? —Se burló Sandra —. Si tú eras un remolino. Siempre hacías desastres por todos lados, ¿sí o no, mamá?
—¿Qué dijiste, Sandra? —En ese momento se acercó Lorena, la madre de ambos, y en cuanto vio a Axel, fue a abrazarlo—. ¡Mi bebé! ¿Cómo estás?
—Hola, madre. Estoy muy bien, ¿y tú?
—Ahora que veo a mis dos hijos estoy mucho mejor. Ve a saludar a tu abuelita Ignacia.
Axel dejó a su sobrino en el suelo y fue hasta la habitación de su abuela, donde la abrazó y le preguntó cómo había estado.
—Muy bien, mi niño, ¿y tú?
—Bien, gracias, abuela —respondió abrazándola por segunda ocasión. Cuando él era pequeño, la señora fue muy consentidora, siempre les compraba dulces a escondidas de sus padres a él y a su hermana, y ambos la querían mucho y procuraban consentirla de vez en cuando.
Cuando se sentaron para comer, Sandra se sentó en medio de sus hijos para supervisar que no tiraran nada.
—¿Por qué no vino Fernando? —Preguntó Axel por su cuñado.
—Tenía que acabar de hacer unas cosas del trabajo —respondió Sandra.
—Ah… ¿Y tú cómo vas?
—Bien. Mi mamá me contó que le platicaste que mañana tienes una presentación importante, ¿no es así?
—Sí, así es.
—Mi Axel es muy trabajador —sonrió Lorena—. Y pronto tendrás un ascenso, ¿verdad?
—No —respondió con seriedad—. Estoy compitiendo con alguien, para ser precisos. No es un hecho que me lo vayan a dar a mí —agregó, porque en el fondo pensaba que sería para Elizabeth y no quería que su madre se sintiera decepcionada.
—Pero de seguro tú eres mejor que tu compañero.
—Es compañera.
—De seguro eres mejor que ella —sentenció.
Axel decidió no responder a eso.
—¿Y qué más has hecho? —Preguntó Sandra para cambiar de tema—. ¿Has conocido a alguna chica linda?
—Sí, algo así.
—¿Y quién es?
—Mi compañera… —dijo con tono bajito.
—¿La que compite contigo? —Preguntaron su madre y su hermana al mismo tiempo.
—Sí, esa.
Sandra rodó los ojos.
—Ay, Axel, te pasas.
—Déjenlo. —Se metió su abuela a defenderlo—. Axel ya está grande, sabe lo que hace.
—Pero no con quién se mete, como la desgraciada de su ex…
—No menciones a Virginia —dijo él con rapidez.
—¿Por qué? ¿Todavía no la superas?
—Ay, hijo, ya olvídala. Sé cuánto sufriste por ella, incluso te escuché algunas veces llorar y lamentarte en tu habitación…
—¡Mamá! —La interrumpió—. Por favor, no sigas.
—¡¿Que qué?! —Se burló Sandra—. Esa no me la sabía, cuenta, cuenta…
—No, mejor yo les cuento que se acaba de casar. —Desvió la conversación a un chisme que supuso le sería más jugoso a su hermana.
—¿Con Héctor? —Preguntó Lorena.
—Sí, con él mismo.
—¿Ah, sí? Mugroso traidor. —Se enojó Sandra—. Ya ni recuerda las veces que venía a jugar acá, ni cuando le ayudamos con sus proyectos y tareas de la escuela, ni la vez que…
—Sandra, les hemos enseñado a ser buenas personas. —Se metió la abuela Ignacia—. No se le echa en cara a la gente cuando ayudamos.
—Es que me da coraje. Y esa Virginia es una perra…
—¡Sandra, no insultes con esas palabras a otra mujer, y menos enfrente de tus hijos! —Exclamó Ignacia con tono duro.