El siguiente día, Axel se encontraba nervioso por la presentación. No solo porque estaría la señora la Carvajal, sino que también su superior, el señor Cado, un hombre de mediana edad, alto, con porte y elegancia, de cabello ligeramente canoso.
—Estará todo bien, relájate —le dijo Elizabeth.
—Eso intento, pero no puedo.
—Tú tranquilo. —Se acercó a él y le tomó las manos—. Respira profundamente.
Él lo hizo y se tranquilizó un poco. Después le sonrió.
—Gracias.
En ese momento lo soltó y volvió tomar los folders.
—Vamos a la sala de juntas.
En cuanto llegaron, vieron a Perla acomodando todo a la perfección.
—Buenos días, Perla —saludaron los dos.
—Buenos días —respondió la chica.
Elizabeth comenzó a acomodar todo mientras Axel la ayudaba. Para tratar de disminuir la tensión, el chico inició una conversación con Perla, pero de inmediato se arrepintió.
—Perla, ¿tú conoces al señor Cado?
—Sí, lo conozco. Les deseo mucha suerte, el señor Cado es igual de estricto, o incluso un poco más, que la señora Carvajal.
Axel tragó grueso.
—¿En serio?
—Sí. La verdad es que se ve amable y todo eso, pero a la hora de evaluar trabajos es exigente, lo he visto.
Elizabeth miró a Axel con expresión seria, como diciéndole «deja de preguntar acerca de ese hombre, no estás ayudando a disminuir tus nervios». Axel entendió a la perfección y prefirió cambiar de tema.
—Perla, cuéntanos, ¿qué hiciste el fin de semana?
—No mucho, fui al cine con unos amigos.
Elizabeth le iba a preguntar qué película habían visto pero en ese momento entró la señora Carvajal junto con el señor Cado. Ambos estaban conversando y riendo, ignorando a los jóvenes. Perla terminó de preparar el café y acomodar las galletas; se despidió con voz suave.
—Si me necesitan, estaré afuera. —Sin decir más, salió.
Elizabeth fue la que empezó a hablar.
—Buenos días —dijo con tono seguro—. Mi compañero, Axel Silva, y su servidora les hablaremos acerca de los beneficios que tiene nuestra empresa y que la competencia no. —Se acercó al señor Cado y le extendió el trabajo escrito.
La chica comenzó a explicar toda la información que encontraron, las diapositivas solo tenían imágenes, así que todo el contenido se lo tuvieron que aprender de memoria. Cuando calló, le hizo una pequeña señal a Axel para que empezara a hablar. A pesar de que estaba nervioso, su tono se oía convincente. La señora Carvajal los miraba con indiferencia, casi dando la impresión de estar aburrida con su presentación, pero el señor Cado los veía con profundo interés.
Al finalizar, ambos jóvenes salieron, dejando solos a sus jefes.
—¿Qué opinas, Diamantina?
—Sinceramente me esperaba algo mejor, Edgar —comentó la mujer con tono desinteresado.
—Vamos, no seas así, fue un trabajo muy bueno. —Empezó a hojear el trabajo escrito.
—Pero quedé conforme —agregó la mujer—. Comprendo que no todo el mundo es tan excelente como yo.
Edgar echó una risotada.
—No te rías, no era broma —lo reprimió. A pesar de que era su jefe, ya tenía confianza para hablarle en ese tono de tanto tiempo que se conocían y llevaban trabajando juntos.
—Está bien. ¿Y esos son los dos que compiten por el ascenso? —Le dio un sorbo a su café, en verdad estaba asombrado de ver personas tan jóvenes siendo candidatas para el ascenso en vez de sus empleados más antiguos. Le interesaron mucho desde un principio.
—Sí. En lo personal prefiero a la chica, es más eficiente.
—Vamos, el chico también es bueno.
—Ella es mejor. Trata de averiguarlo por ti mismo.
—No lo niego, pero tengo que ver otras cosas también… —Se quedó pensativo—. ¿Cuál de los dos es mejor persona?
—No lo sé.
—¿En serio? Son tus trabajadores, Diamantina —le reclamó—. Los resultados importan, pero también que ellos se sientan a gusto, para eso debes involucrarte un poco más.
—Lo tomaré en cuenta —murmuró, meneando su café con una cuchara.
—Bueno, mientras tendré que hablar con cada uno, quiero ver el tipo de persona que son.
***
Mientras tanto, Axel y Elizabeth hablaban acerca de la presentación que tuvieron.
—Al principio estaba muy nervioso, pero creo que me controlé.
—Lo hicimos bien, Axel.
Se quedaron un momento callados.
—Oye, cambiando de tema, cuando me fui de tu casa, ¿tus padres no dijeron nada? ¿No te regañaron? ¿Se quejaron de mí?