Desde que se levantó, Martina tuvo presente el cumpleaños de Axel. Es más, desde días antes planeó la sorpresa perfecta para su amor. En su retorcida mentecita, las cosas con Axel no estaban del todo bien, pero podían mejorar hasta salvar su relación. «No todo está perdido» pensaba constantemente, «el chiste es alejar a las alimañas de mi hombre».
La chica se despertó a las dos de la tarde y se quedó un rato pensando en lo que haría el resto del día para sorprender a Axel; minutos después se levantó para ducharse y comer junto con sus padres.
—¿Qué harás el día de hoy, hija? —Preguntó su madre.
—Hoy es un día muy importante —indicó—, ¡es el cumpleaños de Axel! Y planeo darle una grata sorpresa.
Sus padres se voltearon a ver entre ellos, no muy convencidos de su decisión. Sabían que su hija tenía problemas, aunque no lo quisieran hablar de manera abierta. «Ya se le pasará» repetía constantemente su padre. Su madre, en cambio, conoció a Axel una vez y en seguida notó la aversión que sentía hacia su hija; le caía como patada al hígado, pero en su interior no podía culparlo.
—Hija, ¿no sería mejor que ya buscaras un trabajo estable? —Dijo su papá.
La chica había tenido uno que otro trabajo, como cajera en tiendas departamentales o de mesera, pero su «ligero» —usando palabras de sus padres— problema de obsesión siempre hacía que la terminaran despidiendo.
—Digo, no es que me moleste mantener a mi princesa, pero es algo que también debes ir viendo, ya tienes veinticinco años… —Siguió el hombre.
—Ya pronto lo haré, padre, pero primero tengo que salvar mi relación.
Sus padres prefirieron no comentar nada, y aunque cada vez la esperanza del «ya se le pasará» era más vaga, no tenían el carácter suficiente para imponerse ni la sensatez para mandarla con un especialista a pedir ayuda profesional.
La chica, al terminar su desayuno, fue al centro comercial para comprarse un lindo vestido. Estuvo horas buscando en varios locales hasta que encontró uno que la convenció, era pegado y de color dorado. Después fue a otros lugares a hacerse manicura y pedicura, además de hacer que le depilaran la ceja, la maquillaran y le arreglaran el cabello. Una vez que quedó lista, se admiró en el espejo de la estética.
—¡Te ves divina! —Le comentó la chica que la arregló.
—¿Tú crees?
—Ay, por supuesto que sí.
—Hoy es el cumpleaños de mi novio —comentó—, y quiero darle una sorpresa.
—¡Ah! —Exclamó la otra mujer. En seguida se acercó un poco más a ella y le dijo en voz baja—, si quieres sorprenderlo, te recomiendo ir a la tienda que está enfrente, venden lencería muy sexy.
Martina rio, un poco escandalizada.
—No me refería a esa clase de sorpresa todavía.
—¿Ah, no?
La chica negó con la cabeza.
—No, pero quiero un regalo bonito. Un detalle, ¿qué me recomiendas?
—No sé, a mí siempre se me ha hecho difícil darles regalos a los hombres, pero puedes ir a una de las tiendas que está en la entrada, venden puro detalles para hombres.
—¿De qué lado está?
—Del lado derecho.
—Iré para allá en seguida —sonrió.
Después de pagarle a la muchacha, se dirigió a ese local que le recomendó la estilista. Se quedó viendo todos los productos, sin saber qué elegir, hasta que un empleado se acercó a ella.
—¿Buscas algo en específico?
—Quiero un regalo para mi novio, pero no sé qué darle. —Puso expresión triste.
El joven estuvo recomendándole juegos de azar, perfumes, carteras. Al final se decidió por un agua de colonia. Era lo típico, pero a la bolsa de regalo le iba a meter las tarjetitas que estuvo haciendo los días anteriores con notas cursis y besos marcados. Una vez que le dieron el regalo, el empleado de la tienda la halagó.
—Eres muy guapa, tu novio es muy suertudo al tener una chica como tú.
La chica le agradeció y se quedó pensando en Axel. «Si tan solo él también se diera cuenta…» interrumpió sus pensamientos. «Lo hará, se dará cuenta de que nadie lo va a amar como yo y me querrá para siempre». Apretó los puños, en verdad deseando que sus pensamientos se volvieran realidad.
Después de ir a casa a poner las notitas en el regalo, se dirigió a una pastelería. Tenía pensado llegar de sorpresa al departamento de Axel, con un delicioso pastel y su regalo. Pensaba que eso pondría de buenas al chico y la querría más. Se maldijo en la mente al llegar a la repostería y ver mucha gente en la fila. «Agh, se me hará tarde» pensó frustrada.
Una vez que obtuvo el pastel perfecto, que era de queso y chocolate, tomó un taxi para ir al departamento de su «novio». Antes de subir, se vio en un espejo que estaba en uno de los vestíbulos. Se esmeró tanto para que todo saliera a la perfección, ahora solo faltaba lo último. «Bueno, se me hizo un poco tarde, pero fuera de eso todo salió muy bien». Al estar enfrente del departamento de Axel, dejó el pastel y el regalo en el suelo y tocó con fuerza para que la escucharan. Suspiró con nervios, esperando que su amor abriera para lanzarse en sus brazos. En su mente, el chico la abrazaría de regreso, agradecido por todo lo que se esforzó por él, y la besaría apasionadamente. «Sí, eso hará». Cuando abrieron la puerta, la chica sonrió y abrazó sin ver a quien la había recibido, pero al notar una contextura más gruesa, abrió los ojos y miró a la persona que tenía enfrente.