A las ocho en punto de la mañana, Axel llegó con una buena actitud, pensando que sería un día asombroso. Se levantó temprano, tarareó una que otra canción mientras se preparaba algo de comer, e incluso le ayudó a Augusto con los platos sucios. En el trabajo chequeó temprano su entrada y se dirigió a su escritorio, todavía entonando una canción. Empezó a trabajar con mucho ánimo. Notó que Elizabeth no llegó temprano, como acostumbraba. «¡Qué raro!» pensó. «A lo mejor pidió permiso». A mediodía llegó Perla y se puso delante de él.
—Axel, la señora Carvajal te quiere ver.
—¿A mí?
—Sí.
—Está bien —dijo extrañado—. Voy para allá. —En seguida se levantó y se dirigió a la oficina de su jefa. Una vez allí tocó y tuvo que esperar aproximadamente un minuto hasta que escuchó el «adelante». Después de saludarse, la mujer habló.
—Axel, iré al grano porque no tengo mucho tiempo. Te doy el ascenso de supervisor… —El joven se quedó asombrado al escuchar eso—. Temporalmente —agregó—. Ya estuvimos mucho rato sin el puesto, debes comprender que no se pueden atrasar más las cosas, el tiempo es valioso —explicó—; no te emociones, como ya te dije, es temporal hasta que Elizabeth se recupere… Si es que se recupera —agregó.
Axel se preocupó al oír eso último.
—¿Elizabeth? —Preguntó, sintiendo una opresión en el pecho—. ¿Qué le pasó? ¿Cómo está?
—Ah, ¿no sabes…? —Pausó, pero al ver su cara de desconcierto, continuó—. Tuvo un accidente automovilístico.
—¡¿Cómo que un accidente automovilístico?!
—Sí, como oyes. Se accidentó. Era algo de los frenos, creo que se los cortaron o algo así escuché. La policía fue a investigar.
Axel se agarró el pecho y empezó a respirar con mucha dificultad. Para colmo, Diamantina no dejaba de hablar.
—Pobrecita, está en el hospital San Agustín, le llevé un globo… O un ramo de flores. No me acuerdo. Como mi hermana Rosa también está en el hospital no recuerdo qué le di a cada una. Uno de sus hijos le enterró un pico en la panza a la tonta y por eso es que no me gustan los chamacos…
—Creo que voy a vomitar —dijo Axel entre arcadas.
—¡Te despido! —Lo amenazó.
—Discúlpeme. —Salió corriendo al baño. Minutos después, regresó con Diamantina. Ni siquiera tocó la puerta, solo la abrió y le habló con rapidez—. Jefa, ¿me da permiso de ir al hospital a ver a Elizabeth? —Preguntó. Lucía muy pálido y temblaba un poco.
La señora Carvajal lo miró con atención.
—Ve. Te doy una hora, ¡y te la descontarán! —Advirtió.
—Sí, no importa, ¡muchas gracias! —Exclamó. En seguida salió corriendo.
En ese momento entró Perla, un poco preocupada al ver salir corriendo al joven de esa manera.
—Se veía muy mal —dijo la secretaria.
—Sí, qué exagerado.
—¿Le comentó lo de Elizabeth?
—Sí —dijo con tono seco—. Pidió permiso para verla. Asegúrate que se le descuente la hora de ausencia.
—Sí, jefa.
***
Desde que Catalina se enteró que su hija chocó, se dirigió rápidamente al hospital y tuvo un alivio al ver que la chica no sufrió nada grave. Le pusieron un collarín, tenía algunos rasguños y moretones, y se rompió dos costillas, pero no llegó a más.
—Tu padre llegará a verte pronto —le dijo con dulzura.
—Dile que no se preocupe, estaré bien. —Sonrió.
—¿Necesitas algo? ¿Tienes hambre?
—Un poco.
—Iré a traerte algo de comer. Ahora vuelvo.
La chica se quedó sola y cerró los ojos para descansar un poco, pero minutos después escuchó que alguien abría la puerta de la habitación donde estaba.
—¡Elizabeth! —Virginia entró en ese momento a su habitación. Parecía preocupada, pero al verla solo con un collarín y algunos raspones y moretones, se alivió visiblemente. No sabía que su prima también se había roto las costillas, pero ver que al menos estaba consciente y movía sus piernas, hizo que su preocupación se esfumara—. Vaya, casi no te paso nada, mi tía exagera todo… —Elizabeth rodó los ojos—. Por cierto, Héctor también está preocupado, le avisaré que estás bien. —Sacó su celular y le mandó un mensaje a su esposo; después se dirigió a ella—. Ahora que sé que estás bien, te puedo decir que eres una estúpida. O sea, chocaste con un poste, Axel te está pegando su idiotez.
—Virginia, cállate.
—Por cierto, ¿ya cogieron? ¿Te gustó?
—Cállate —dijo con seriedad.
—Responde.
—¡No!
—¿No te gustó? Te dije, Héctor es mejor, no porque quiero que cojas con mi marido sino porque en verdad está mucho mejor mi morenazo sexy, Axel es muy, ¿cómo decirlo? ¿No te satisfizo, verdad…?
—¡Virginia! —Exclamó—. No hemos hecho nada. Ni siquiera somos novios.