Después del trabajo, Axel fue una vez más a ver a Elizabeth, pero esta vez se dirigió hasta su casa, pues ella le avisó que ya la habían dado de alta. Kimberly, al enterarse de lo sucedido por boca de Augusto, decidió acompañarlo y al final su novio también quiso ir. En cuanto llegaron, fueron recibidos con amabilidad por Macarena, que los condujo hasta el cuarto de la chica.
Al llegar arriba, vieron que la chica, que seguía con el collarín y estaba recostada en su cama, estaba con otra joven de su misma edad. Al notar su presencia, ambas los saludaron.
—¡Eli —exclamó su amiga al ver a Axel—, él es el chico que arruinó la boda de Virginia!
Elizabeth rio un poco. El joven, por su parte, se sintió un poco incómodo. «Nunca me harán olvidar eso» pensó.
—Se llama Axel —lo presentó.
—Mucho gusto.
—Hola, soy Antonia. —Se presentó la joven. Era menudita y delgada.
—Mucho gusto, Antonia —saludaron los tres.
—¡Eli! —Kim se acercó a su nueva amiga. La abrazó con cuidado—. ¡Me alegra que estés bien! Me preocupé mucho cuando me contaron que habías chocado.
—No pasa nada, Kim, estoy bien —le sonrió.
—¿Te duelen mucho tus costillas?
—Lo normal, pero no te preocupes, estoy tomando medicamento.
Minutos después, Macarena les llevó bebidas a todos mientras seguían charlando, pero Axel no se sentía a gusto, seguía pensando en lo que Virginia le comentó. «Mañana hablaré con Martina, ¿pero qué le puedo decir? ¿Y si agarra un cuchillo y me lo entierra…? ¡Mejor que me lo entierre a mí y no a Elizabeth, no puedo permitir que le pase otra cosa!».
—Axel… Axel… —murmuró por segunda vez Augusto—. ¡Axel, despierta!
—¿Qué? —Salió de sus pensamientos para volver a la realidad—. ¿Qué pasa?
—Únete a la conversación —rio Augusto.
—Sí. —Fingió una sonrisa. En el fondo, se sentía un poco mal por Augusto. Pensaba que si delataba a Martina con las autoridades, él se molestaría. «Tengo que hablar con él más adelante». También quería hablar con Elizabeth del tema, pero no podía hacerlo delante de los demás.
Al final, Augusto, Kimberly y Axel decidieron irse temprano para no llegar tan tarde a sus departamentos.
—¿Cuándo regresas, Eli? —Le preguntó Axel.
—Hablé con Perla. Estaré de regreso en un mes y medio, me dieron estas semanas para reponerme por completo.
—¿Ah, sí? Y la vieja esa Carvajal diciéndome que me daba el ascenso cuando te recuperaras, si es que lo hacías —se quejó—. Me hubiera dicho que fue un choque, no que me lo maneja como un accidente automovilístico… Si me hubiera explicado no habría sentido que se me salía el corazón.
—Es una desgraciada, lo hizo a propósito —murmuró Elizabeth.
—Pero bueno, me alegro que no haya pasado a mayores. Trataré de sacar la mayor parte de tu trabajo.
—No te apures.
Después de que se despidieran de Elizabeth y de Antonia, Axel se dirigió con la primera para besar su mejilla. Antes de alejarse de ella, le susurró:
—Tengo que hablar contigo del asunto de los frenos.
—Virginia me comentó que ya sabías —murmuró en el mismo tono—. También quería ver eso, pero no ahora.
—Me encargaré de eso.
—No te arriesgues, ¿sí? Eso lo vemos después.
—Me siento responsable.
—Por favor, no te arriesgues. Está loca. Suficiente con un herido, no tiene por qué haber dos…
Axel le sonrió y se alejó con sus amigos, dejando a Elizabeth un poco preocupada. «Axel…» pensó la chica al verlo irse. «No hagas nada tonto, por favor».
***
Cuando llegaron al departamento, Axel entró con velocidad mientras Augusto y Kimberly se despedían en el pasillo, comiéndose la boca y manoseándose más de la cuenta. En el momento en que Augusto entró al departamento, decidió confrontarlo.
—Augusto, no puedo más, tengo que decírtelo —le dijo en cuanto entró.
—¿Qué? —Lo vio con fijeza—. ¿Me amas?
Axel rodó los ojos.
—Noooo.
—Ah, ¿entonces?
—Tengo la grave sospecha de que la persona que causó el accidente de Elizabeth fue tu prima.
Augusto lo miró con sorpresa.
—¿Estás seguro de…?
—No, pero mañana iré a confrontarla.
—Ah. Pero si dices que ella es la loca, ¿no te hará nada?
—No… —dijo seguro—. Creo… —añadió con duda—. El punto es que no dañe más a Elizabeth.
—¿En serio crees que Martina sea capaz…? —Se interrumpió a sí mismo. Axel lo miró con obviedad—. Bueno, sí, sí es capaz.
—Solo quería comentarte. No quiero que te molestes conmigo.