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Capítulo 11 Un reloj, cien mentiras y una alma perdida

¿Y si no existe el cielo y mi alma se muere junto a mi cuerpo?

Quizás no hay un paraíso donde van aquellos que son buenos

Quizás esta vida es todo lo que tenemos

Solo deseo vivir plenamente, sin arrepentimientos

Irme con una sonrisa y sin lágrimas en mis mejillas

Cinco meses antes

Recuerdo que cuando era pequeña con mi mamá visitamos una galería de arte y una pintura llamo mucho mi atención. Había una pequeña leyenda debajo de la pintura, el artista sufría de una severa depresión y pinto esa hermosa obra días antes de suicidarse. Era una escalera desde un feo y oscuro lugar lleno de espinas hasta un hermoso cielo lleno de paz y armonía. Era una escalera hacia el fin de la depresión, hacia el fin de cualquier dolor. Le dije a mi mamá que la quería, pero ella no me la pudo comprar porque alguien más ya lo había hecho. Siempre pienso en esa pintura y su significado. Fue después de ver esa pintura que descubrí que era el suicidio y me pregunte porque hay personas que hacen eso, no entendía muy bien eso, tenía apenas nueve años. Pero ahora lo entiendo y quiero, deseo volver aquella época en donde la depresión era solo una bonita pintura en una galería lejos de casa.

-Te voy a contar una historia sobre un viejo relojero que construyo un reloj cuyas manecillas giraban hacia el lado contrario: hace muchos años, en un pequeño y remoto pueblo vivía un relojero llamado Mercurio, nadie sabe porque su madre le puso aquel nombre pues ella al igual que su esposo y todos los demás habitantes del pueblo tienen nombres comunes y corrientes. Aquel hombre había sido relojero toda su vida, igual que su padre y su abuelo, igual que todos los hombres de su familia, pero lamentablemente para Mercurio la tradición y el arte de hacer relojes moría ahí con él pues él nunca se llegó a casar y tampoco llegó a tener hijos. Mercurio siempre vivió solo, siempre fueron solo él y sus relojes. Desde que él era muy joven y su padre le empezó hacer relojes en aquel pequeño taller que su abuelo construyo, Mercurio empezó a construir un reloj, pero no cualquier reloj, este reloj era especial. Cada pieza, el tren de engranaje, la rueda de balance, las manecillas, todo en él tenía que ser perfecto y la perfección lleva tiempo, mucho tiempo. Mercurio trabajo toda su vida en ese reloj, lo elaboro con su sangre y sudor, con sus sueños y penas, su soledad y tristeza. Ese reloj era todo lo que él sentía que tenía, lo único que poseía, era suyo y nadie se lo podía quitar. Era un hermoso reloj de bolsillo, que siempre lo acompañaría. El reloj era de oro blanco, brillaba como la luna, como si tuviera pequeñas estrellas incrustadas en él, se veía tan delicado como las perlas o la seda más fina. Cuando Mercurio lo vio ya terminado, no pudo evitar sonreír y a sus noventa años sintió por primera vez una dicha plena porque el trabajo de toda su vida valía la pena, ese reloj era todo lo que él se imaginó y más. Cuando Mercurio se acercó al reloj su corazón empezó a latir con fuerza, como nunca antes en toda su vida, sus dedos tocaron con delicadeza el reloj y sintió una extraña corriente recorrer su cuerpo y finalmente cuando su dedo índice de su mano izquierda toco la corona para que el reloj empiece a funcionar su corazón se detuvo y Mercurio dejo de respirar. Nunca nadie vio aquel hermoso reloj que Mercurio con mucho trabajo construyo, nadie encontró el cuerpo sin vida de Mercurio y el hermoso reloj aún sigue funcionando con sus manecillas girando al lado contrario.

Reconozco esa mirada de confusión en su rostro, no puedo evitar sonreír al ver como se pasa la mano por su cabello tratando de pensar si ha escuchado esta historia antes. Él siempre se sorprende cada vez que yo le cuento una historia, le sorprende y le fascina que nunca repito una historia.

-¡Que historia!-me dice-¿Te la inventaste?

Sonrió.

-No, me la contó mi mamá y a ella se la contó mi abuela. Así que lo más probable es que mi abuela se la inventara. Mi abuela era muy buena inventando historias.

-Y tú también.-me dice-Ahora explícame la historia, si él buscaba la perfección

¿Por qué el reloj giraba para el lado contrario?, eso no tiene sentido.

Mi querido Jared, muchas cosas en este mundo no tienen sentido.

-La perfección es diferente para cada persona, lo que para mí es perfecto para ti no puede ser más que algo deforme. Pero el reloj giraba para el lado contrario porque quizás el relojero quería regresar el tiempo al momento que empezó hacer ese reloj y hacer otras cosas, explorar el mundo, volar y ver que más hay. Quizás solo quería una segunda oportunidad.

Miro el lago. Es un día hermoso, el cielo está completamente azul, una brisa fresca mueve las hojas de los arboles al otro lado del lago y algunos pájaros vuelan cantando mientras se pierden entre los árboles.

-A mí me gusta saber el final de las historias-le digo.

Levanto mis piernas y recuesto mi mejilla en mis rodillas. Jared lanza una piedra pequeña color café al lago.




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