Aquella habitación de hospital se mantenía en un silencio sepulcral, en el cual solo se escuchaba la máquina que monitoreaba los latidos del corazón de una joven que se encontraba sumida en un profundo coma. A su lado, un chico de cabellos castaños tomaba su mano con fuerza mientras oraba en silencio, pidiendo que aquella joven abriera los ojos.
Llevaba haciendo lo mismo desde hacía tres meses. Sabía que era muy pronto para perder la esperanza, pero había días en los cuales las fuerzas se le agotaban. Sus amigos y familiares le repetían que ella abrir los ojos a lo que evitabaía y que todo volvería a ser como antes, pero algo dentro de él sabía que no iba a ser así.
Fuera de la habitación se encontraban los padres de la joven con una pareja, los cuales eran tíos de cariño del muchacho. Estaban conversando sobre la situación, y los cuatro adultos estaban al tanto del estado de la muchacha, el cual no era alentador. Esperaban lo peor, pero no perdían la fe de que ella volvería.
—Me preocupa Aiden. Sabemos que casi no duerme y siempre está aquí desde que hizo los arreglos con la escuela y adelantó un año —expresó el padre de la joven. Era evidente el tono de preocupación del hombre, junto con la mirada seria que le dedicaba a su esposa.
—Traté de hablar con él, pero parece que no quiere escuchar razones. Puedo entenderlo, pero me preocupa que está llegando al límite de lo sano para volverse algo perjudicial —comentó Diego, él era el tío de Aiden y su tutor mientras los padres del chico se encontraban fuera del país.
—Jeremy... —habló la pareja de Diego— Olivia va a abrir los ojos a lo que evitaba, ella es fuerte y no se rinde nunca. Solo debemos tener paciencia.
—Cualidad que careces tú, Ana —comentó con gracia Diego para molestar a su pareja. Era normal escuchar cómo se molestaban, en especial él, adoraba ver enojada a su esposa y apreciar los gestos que hacía—. Pero tienes razón, debemos tener paciencia y estar junto a Aiden.
—Hasta en los momentos más serios se te da por molestar a la pobre Ana, parecen adolescentes —Laura, la madre de Olivia, era una mujer amable y atenta, en especial con la pareja frente a ellos.
—Gracias por recordarme que no soy un niño, Laura. Sé muy bien que no soy un adolescente, mucho menos soy un anciano, pero así es como soy y Ana me ama, ¿verdad, cariño? —observó a su pareja, la cual contenía su risa. Era imposible tomar en serio las palabras de su novio.
La mujer se quedó en silencio por un tiempo prolongado, provocando que en el rostro de su esposo apareciera una mueca de preocupación y miedo. Sabía que había ocasiones en las que podía sacar de quicio a su esposa y, en secreto, tenía miedo de que se enojara de verdad y lo dejara.
—¿Cariño?
El silencio de Ana desesperaba al hombre. Por otro lado, Jeremy y Laura disfrutaban del momento y agradecían mentalmente que ese par estuviera junto a ellos en esos momentos. Todo había sido un estrés y tener a alguien que te anime no está de más.
Por otro lado, en la habitación, Aiden observaba con detenimiento a la joven mientras escuchaba lo que sucedía afuera. Le daba gracia y pensaba en lo infantil que podía llegar a ser Diego, aun así creía que tenía el derecho de tratar de razonar con él.
—Sigo sin poder soportar del todo a Diego. Es mi tío, pero a veces puede pasarse de la raya con sus comentarios y bromas —el joven soltó un suspiro y por un momento pensó en dejar de hablar. Parecía un loco hablando solo, pero sabía que ella lo escuchaba—. Ana te extraña mucho, anoche tuvo una pesadilla y me quedé hablando con ella. Todos sabemos que Diego duerme como un tronco; la casa puede estar en llamas o ser sacudida por un terremoto y él no se levanta. Ella me confesó que extrañaba tus visitas y salidas de chicas. Te ganaste el cariño de todos y esperan tu regreso... yo también te extraño mucho —un sollozo ahogado luchó logrando salir de sus labios mientras rompía en llanto. Era doloroso para él hablar sobre eso, y nunca dejaba que nadie lo viera llorar, pero la situación había hecho que eso cambiara.
La puerta de la habitación se abrió, y por esta una pequeña mujer apareció. Al observar al joven, los recuerdos invadieron la mente de Ana. El accidente los había marcado, nadie pensó que esa tarde tan amena terminaría en una desgracia. Sabía que el corazón del joven colapsó en el momento en que Olivia quedó en coma.
También sabía lo culpable que se sentía por ello. Le dolía mucho verlo tan destrozado. No era su hijo de sangre, pero lo quería como uno. Lo vio de niño y ahora lo tiene a su cuidado siendo ya un adulto. La situación había marcado a todos, y sus vidas habían dado un vuelco luego de que Olivia quedara en coma.
Recordó la noche anterior en la que despertó asustada por el recuerdo del accidente. Él estaba en su habitación cuando despertó; se había quedado dormida nada más llegar del hospital. Salió rápidamente de la habitación y entró a la de Aiden, dándole un susto ya que aún estaba despierto.
—¿Ana? ¿Qué pasa? —el chico se acercó a ella al verla tan alterada y, cuando lo vio, se aferró a él con un fuerte abrazo.
—Estás bien, solo fue una pesadilla —se repetía para calmarse.
—Tranquila, ya pasó.
—Pensé que ya estabas dormido —ella se sentó al borde de la cama, y él la imitó.
—No podía dormir. ¿Recordaste el día del accidente?
—Sí, lo sentí tan real —admitió la mujer con lágrimas en los ojos.
Aiden solo la abrazó con fuerza. Ambos se quedaron en silencio hasta que ella se calmó. Estuvieron hablando un poco más sobre otras cosas para distraerse, hasta que el chico se quedó dormido. Ella regresó a su habitación y se metió a la cama. Estar con su sobrino la tranquilizó un poco, y mientras abrazaba a su esposo, se olvidó de dormir.
La mujer regresó al presente gracias a los sollozos del joven. Quería hacer algo para quitarle todo ese dolor que sentía y que se lo pasara a ella, mas solo le quedaba darle fuerzas cómo podía.