Las horas pasaban, y Aiden se había sumido en un profundo sueño, mientras que Diego y Ana se encontraban en la cocina preparando la cena para cuando despertara.
—¿Debería despertarlo? —el hombre observaba los movimientos de su pareja, quien se desplazaba por la cocina con agilidad sin descuidar lo que preparaba.
—Deja que duerma un par de horas más, fueron varios días de mal sueño —el hombre asintió y se acercó a ella.
—¿Quieres que te ayude en algo?
—Pela las zanahorias, por favor —pidió.
Ambos se dedicaron a cocinar por unos minutos más hasta que el celular de Diego sonó. Él se apresuró a contestar pensando que podría ser Jeremy con noticias, pero toda idea desapareció al ver el nombre del padre de Aiden en la pantalla.
Llamada
—Hola, Evan —dijo al contestar y pudo escuchar bastante ruido de fondo.
—Diego, ¿cómo estás? ¿Cómo va todo? —preguntó el hombre al otro lado de la línea, levantando la voz para que pudiera escucharlo con claridad.
—Todo sigue igual, ¿y ustedes? ¿Cuándo vienen a la ciudad?
—Aún no sabemos, hay mucho trabajo y debemos viajar a España —Diego suspiró al escucharlo, esperaba que ya estuvieran viajando para ver a su hijo.
—Entonces serán dos meses más, supongo.
—Supones bien, ¿y Aiden?
—Está dormido, estar en el hospital tanto tiempo lo tiene agotado —confesó. Trató de sonar normal, pero le molestaba un poco el hecho de que ellos se preocupan más por el trabajo.
—La situación no mejora, por lo que me dices.
—Todo sigue igual, ya te lo había dicho.
—De acuerdo, ya debo colgar. Salúdame a Ana y a mi hijo —sabía que había notado el cambio en su voz y la única salida que vio para evitar una discusión fue colgar.
—Claro, adiós, Evan.
Fin de la llamada
—¿Quién era, Diego? —la voz ronca de Aiden hizo que la pareja girara en dirección a la puerta de la cocina para encontrarse con un muy despeinado joven que tenía las marcas de la sábana en su rostro.
—Sí que tuviste un buen sueño —comentó con gracia el hombre al ver las marcas, mientras que Ana sentaba al muchacho en la pequeña mesa de la cocina.
—No debieron dejarme dormir tantas horas —se quejó.
—No habías dormido bien en varios días, tu cuerpo ya pedía un descanso. Así que comes y te vas a dormir otra vez.
—Pero...
—Sin peros. Podrás ir al hospital mañana.
Y sin poder protestar, los tres comieron mientras hablaban sobre la llamada que había recibido Diego. Saber que sus padres aún seguían de viaje entristeció al joven. Quería verlos y les sería de mucha ayuda en aquellos momentos tan difíciles que estaban pasando.
Al día siguiente, los tres entraron al hospital con mejor ánimo. El descanso les había sentado bien y querían darles un poco de este a Jeremy y Laura, quienes yacían en el mismo lugar frente a la habitación 406. La pareja tenía una expresión de agotamiento que activó los instintos protectores de Ana.
—Deberían irse a descansar también —la voz de la mujer captó la atención de la pareja, los cuales dejaron escapar un suspiro de alivio al ver a sus amigos.
—Nosotros nos quedaremos aquí y les avisaremos ante cualquier cambio. Vayan a descansar —afirmó Diego con voz suave, procurando no decir algo indebido.
—Es una buena idea, vamos, querida.
Laura observó la mirada cansada de su esposo, que le suplicaba aceptar la oferta. Ambos tenían cinco días dentro del hospital, y sus agotados cuerpos pedían un buen baño y una cama cómoda donde descansar. Sin más que pensar, la mujer asintió, y ambos se pusieron de pie para despedirse e irse a casa por unas horas.
—Gracias —la voz de ella tenía un tono apagado y cansado, el cual provocó que recibiera un fuerte abrazo de parte de su amiga, dándole ánimos.
—Tendré mi celular conmigo todo el tiempo.
—Tranquilo, Jeremy, estaremos siempre aquí —ambos hombres se despidieron con un fuerte abrazo.
Por otro lado, Aiden entró a la habitación de Olivia. Se sentía mucho más tranquilo que el día anterior y se acercó a ella, dejándole un beso en la frente como saludo, para luego tomar su respectivo lugar en la silla que estaba al lado de la cama. Sus dedos recorrieron el brazo de su novia, que se encontraba en un profundo sueño del cual parecía no querer despertar. En su mente se preguntó si estaba soñando y, si fuera así, cuáles eran esos sueños.
—Despierta, Liv, ya dormiste mucho. Ahora puedo decir que eres la bella durmiente, pero no quiero que duermas cien años. Quiero ver de nuevo tus hermosos ojos color avellana y tu sonrisa cálida que siempre está en tu rostro en los días buenos. Quiero ver tu expresión de enojo y cómo te muerdes el labio cuando te concentras mucho en algo —con delicadeza, tomó la mano de la joven y entrelazó los dedos con firmeza para después llevar el dorso a sus labios y dejar un delicado beso en este.
Los monitores que indican los signos vitales de Olivia empezaron a pitar repentinamente. Los cuatro adultos que aún se encontraban afuera de la habitación entraron rápidamente cuando escucharon el sonido de las máquinas y los alaridos de Aidan que pedía ayuda. Minutos después llegaron varias enfermeras y doctores para auxiliar a la joven que, por el momento, parecía querer dejar la vida.
Los padres de ella tenían el corazón en la boca. Laura permanecía en una especie de shock, mientras que su esposo la abrazaba con fuerza, soltando los sollozos que no lograba reprimir. Diego y Ana abrazaban a Aiden, que no dejaba de llorar y balbucear.
—No te vayas... No te vayas...
La respiración se le cortó por un segundo, su pecho ardía, y sus pulmones pedían aire. Las lágrimas nublaban su vista, su corazón golpeaba su pecho con fuerza, haciéndole pensar que se saldría de su pecho en cualquier momento. Parecía que le hubieran dado un fuerte golpe en el abdomen. Era como si se ahogara en el altamar, sus piernas le temblaban como gelatina, sentía que empezaba a caer por un profundo vacío mientras esperaba el fuerte golpe que recibiría al tocar el suelo, mas no llegó. Ana y Diego lo sostenían con fuerza y le hablaban para obtener su atención nuevamente.