Ayúdame a Despertar

CAPITULO 4

Los minutos se hacían eternos mientras esperaban noticias sobre el estado de la joven. Los pensamientos de Aiden tomaron un rumbo distinto y llegaron los recuerdos del inicio de su amistad con Olivia.

Ya habían pasado dos semanas desde que habían comenzado la preparatoria. Aquella chica de ojos color avellana no dejaba su mente; esa sonrisa siempre iluminaba su día cada vez que la veía. Su cabello castaño y sedoso revoloteaba con el viento, y podía jurar que el aroma de su champú llegaba a sus fosas nasales con aquellos toques de naranja tan peculiares. Quien leyera sus pensamientos diría que es muy extraño describir así a una persona, pero era algo inconsciente. Desde que la conoció, su mente decidió describirla de esa manera.

—Hey, Aiden, vas a formar un lago de baba —Alan, otro de sus compañeros que también se volvió un buen amigo y compañero para él.

—Cierra la boca, que puede oírte —gruñó el chico antes de seguir comiendo su sándwich.

—Está leyendo y tiene los audífonos puestos; dudo mucho que nos oiga.

—Solo cierra la boca y come; nos queda poco tiempo.

—Cuarenta minutos para ser exactos.

Él solo rodó los ojos y continuó observándola hasta que sus ojos se encontraron con los suyos. Ambos se sonrieron, y ella se quitó los audífonos para escuchar lo que decía Alan.

—Deberías aprender a ser más discreto; pensará que eres un acosador —el chico recibió un leve golpe por parte de Aiden y señaló con la cabeza a Liv.

—¿De qué hablan? —preguntó con curiosidad mientras los veía. Ambos apartaron la mirada, pensando en alguna excusa convincente.

—Alan habla sobre la chica que le gusta —mintió Aiden para después recibir una patada por parte de su amigo.

—No es verdad; solo decía que es muy extraño mirar fijamente a una persona durante tanto tiempo.

—Pues depende de la forma en que la mires —se encogió de hombros la castaña y le robó un pedazo de manzana a Aiden.

—Deberíamos darnos prisa; el tiempo pasa muy rápido —cambió de tema el chico sabiendo que si seguían a su amigo, este revelaría toda la verdad.

—Deja que me termine mi sándwich —se quejó Alan, quien veía cómo sus amigos ya habían terminado de comer.

—Puedes terminarlo de camino.

—Está bien, está bien. Vamos.

Los tres se dirigieron a su aula mientras que el más alto del grupo terminaba apresuradamente su sándwich de pavo, procurando no manchar su ropa.

Al entrar, se dividieron en dos grupos. Olivia se sentaba junto a Sofi, su mejor amiga, una chica de estatura baja y contextura gruesa. Usaba anteojos y tenía el cabello rizado. Era muy linda y tierna, pero solían burlarse mucho de ella por su aspecto físico, hecho que molestaba mucho a ambos chicos y, por supuesto, a su mejor amiga, que siempre la defendía.

—Quiero que todos me presten atención —sin que se dieran cuenta, el profesor ya había ingresado al aula hacía varios minutos, y Aiden se había sumergido tanto en sus pensamientos que había estado mirando a Liv—. Quiero que formen equipos de cuatro para este proyecto. Tendrán que elaborar una presentación sobre la cultura de algún país de su elección.

—Hey, hagamos equipo con Liv y Sofi —susurró su amigo mientras el profesor aún explicaba el proyecto. Él asintió en respuesta, sin dejar de mirar el pizarrón.

Una vez que el profesor terminó con su explicación, los cuatro se juntaron para empezar a organizarse.

—Podemos reunirnos hoy después de clase para empezar a planear todo —habló la más pequeña, y todos estuvieron de acuerdo.

—¿En casa de quién nos juntaremos? —todos miraron a Alan, que estaba comiendo algunas galletas.

—¿De dónde sacaste esas galletas?

—Siempre tiene comida en su mochila; lo sorprendente es que come todo el tiempo y aún sigue delgado —respondió Aiden a la pregunta que había hecho Olivia.

—Se llama hacer deporte.

—Bueno, dejando el físico de Alan de lado —interrumpió Sofi—, ¿podemos decidir en qué casa vamos a reunirnos?

—Puede ser en mi casa; mis padres no se molestarán.

—Pues está hecho. Saliendo de clases, vamos a casa de Liv. Y si me disculpan, debo ir al baño —habló apresuradamente el rubio, que acomodaba sus cosas para poder salir.

Los tres restantes del grupo rieron mientras veían cómo Alan se dirigía a la salida para ir al baño.

Al llegar la hora de salida, los cuatro se reunieron en la puerta principal de la preparatoria para después encaminarse a la casa de Olivia. Durante todo el camino, iban entretenidos hablando sobre las clases y el gran apetito de Alan, para después cambiar de tema y soltar ideas para el proyecto. Luego de diez minutos, los cuatro se detuvieron frente a una casa. Era una típica casa estilo victoriano de San Francisco, de dos pisos con columnas en el frente, de color crema suave con detalles en marfil. Era preciosa.

Los cuatro subieron los escalones que llevaban a la puerta principal y entraron, encontrándose con una hermosa sala en la que se encontraban los padres de Olivia conversando.

—Hola, mamá, hola, papá —saludó la muchacha que entraba a la sala seguida de sus amigos.

—Hola, mi niña —la mujer se puso de pie, dejando ver su estatura media y su largo cabello castaño, junto con sus ojos color avellana, iguales a los de su hija.

—Mamá, papá, ellos son amigos míos, Alan y Aiden —anunció la chica, señalando a los muchachos, que sonrieron en respuesta.

—Un gusto, soy Laura, y él es Jeremy —el hombre se puso de pie y se colocó al lado de su esposa—. Hola, Sofi.

—Hola, señora Norton —respondió con una sonrisa la chica ante el saludo de Laura.

—Es un gusto conocerlos, señores Norton —Alan y Aiden respondieron a coro, provocando risas en las chicas.

Aiden fue el primero en acercarse a la mujer para saludarla con un beso en la mejilla y a Jeremy con un apretón de manos. Alan copió sus movimientos con una sonrisa tranquila, bajo la atenta mirada del señor Norton, que observaba a los chicos con suma cautela.



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En el texto hay: tragedia, amor, recuerdos

Editado: 27.07.2025

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