Ayúdame

El cazador

Estaba muriéndome de pavor. Ni siquiera tenía el valor para abrir mis ojos, temía lo peor.

-¿Qué haces escondida ahí?- exclamó aquella voz que me hizo respirar nuevamente.

Abrí mis ojos al oír la cálida voz de papá. Solté el teléfono y me lancé sobre él, lo abracé como nunca lo había abrazado antes.

-Oh, creo que te he asustado cariño, lo siento mucho. Volví porque había olvidado mi celular, creo que ni siquiera tiene batería, está apagado.

«Eso explicaba el por qué no contestaba» Pensé. Y ahora que recuerdo papá tenía dos copias de las llaves, así que eso también explicaba la razón por la que la puerta estaba abierta a pesar de que la había asegurado.

-Disculpa si te asusté- acarició mi cabello-, ya debo irme cariño, regresaré pronto- agregó.

Él se levantó y salió de mi cuarto, yo salí corriendo detrás de él. Lo alcancé y tiré de la parte baja de su abrigo intentando capturar su atención.

-¿Qué sucede?- volteó a verme-, ¿Quieres venir?- preguntó, a lo que yo respondí con un desesperado sí, asintiendo una y otra vez con la cabeza.

- Está bien, ve a traer tu abrigo- contestó.

Subí a mi recámara con mucha prisa. Quería irme lo más pronto posible de esa cabaña, necesitaba tomar aire fresco y despejar mi mente. Después de un susto así era comprensible que quisiera salir de allí.

Tomé mi abrigo y salí de la habitación, papá estaba esperándome en la entrada. Me quedé afuera mientras que papá buscaba las llaves para asegurar la puerta. El viento helado golpeaba suavemente mi piel y el rocío de la lluvia empapaba mis mejillas, lo que me hacía sentir libre y en calma, creo era de esos momentos en los que podía sentirme más cerca de mamá. No sé por qué, pero la brisa fría de invierno me recordaba a ella.

-Sube al auto, cariño- ordenó papá.

Me senté en el asiento trasero del coche al lado de la ventana izquierda, papá encendió el motor y emprendió el largo camino hacia el pueblo. Una hora nos tomó llegar hasta allí y eso que íbamos en auto, no quería imaginarme cuánto nos tomaría llegar si hubiéramos ido caminando, realmente estaba muy lejos. La carretera que relucía por la lluvia atravesaba el bosque, todo el camino estuve viendo hectáreas y hectáreas de árboles. Era muy hermoso la verdad pero muy solitario, sólo vi una sola casa durante todo el camino, era una casa muy pequeña y de madera, y sólo tenía una ventana.

Por fin habíamos llegado, era un pueblo muy bonito a simple vista. Había una tienda de ropa en una esquina seguida por una tienda de zapatos. En la otra esquina había un mini supermercado y enfrente había una armería, ya saben, donde venden armas, municiones y todo ese tipo de cosas.

-Ya llegamos- exclamó papá estacionando el auto-, ya era hora- sonrió.

Bajamos del coche, tomé la mano de papá y entramos al supermercado.

-Buenos días- saludó el hombre del mostrador.

-Hola, buenos días- devolvió el saludo papá. Yo sonreí levemente.

Comenzamos nuestra compra, papá dejó que llevara todo lo que yo quisiera, obviamente que no desaproveché la oportunidad. Coloqué chocolates, crema batida, y muchos snacks que me gustaban mientras que él sólo se encargaba de poner cosas esenciales en el carrito.

Llegamos al mostrador para pagar las cosas pero de pronto, un hombre robusto y alto entró a la tienda, volteé a verlo, tenía una cicatriz enorme desde su mejilla derecha hasta la comisura de la boca. Vestía con pantalones negros y una campera camuflada. Tenía un cigarrillo apagado en la mano y una botella de cerveza en la otra, dejó la botella sobre el mostrador, se podía sentir en el aire el olor a alcohol que emanaba de él.

-¿Tienes fuego?- preguntó con una voz ronca.

-Ten- respondió el hombre del mostrador dándole un encendedor.

-Gracias- replicó, él lanzó una mirada bastante escalofriante sobre mí mientras se llevaba el cigarro a la boca-. Veo que están conociendo el pueblo- agregó dirigiéndose a mi padre y a mí.

-Así es- contestó papá.

-¿Se están quedando en la cabaña Brown?- volvió a preguntar, aunque sinceramente parecía conocer la respuesta.

-Está usted en lo correcto- respondió papá con sequedad.

-Si yo fuera ustedes ya hubiera vendido esa maldita cabaña, sólo atrae desgracias- agregó encendiendo el cigarro.

-Gracias por el consejo, pero creo que eso a usted no le incumbe- contestó papá. A veces admiraba el gran carácter que él tenía.

-Es verdad, no es mi asunto, pero cuando se de cuenta de lo que significan mis palabras será demasiado tarde. Está usted advertido- dijo dejando el encendedor bruscamente sobre el mostrador-. Debo irme, soy un hombre ocupado- balbuceó tomando la botella de cerveza, luego volteó y salió de la tienda.

Un silencio que duró un par de segundos se apoderó del lugar.

-No le haga caso, señor. Él está ebrio- dijo el hombre del mostrador.

-¿Quién era ese tipo?- preguntó papá.

-Es el viejo Davies, es el cazador del pueblo.

-Oh, ya veo- papá pagó todo y tomó las bolsas-. Adiós, que tenga un buen día- se despidió.

Salimos de la tienda y subimos al auto, me quedé mirando por la ventana la tienda de armas, aquel desdeñoso cazador se encontraba tambaleándose por la acera tratando de entrar por la puerta del negocio, pero parecía que no lo estaba logrando, pues cayó al suelo totalmente ebrio.

Sinceramente ese hombre me había causado una mala impresión, no me agradaba.

Después de un largo viaje volvimos al tugurio, la lluvia había cesado un poco. Bajamos las bolsas y entramos a la cabaña. Ayudé a papá a ordenar y luego subí a mi cuarto.

Me acerqué a la cama y golpeé el respaldar.

¡Tock, tock!

-Billy, ¿Estás ahí?- pregunté en voz baja.

-¿A dónde fuiste?- susurró Billy.

-Al pueblo, papá me llevó con él.

-¿Te divertiste?

-Algo, no fue tan interesante como pensé, excepto por un tipo raro que apareció ebrio, supuestamente era un cazador.



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En el texto hay: suspenso, paranormal, terror

Editado: 17.08.2022

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