Por la noche, las calles suelen verse más aterradoras que en cualquier otro minuto del día. Las sombras provocadas por los faroles pueden tomar diferentes formas dependiendo de tu imaginación, por eso nunca me había gustado estar en la calle cuando ya pasaba de las doce.
Actualmente, añoraba estar en la seguridad de mi hogar, bajo las mantas de algodón que tanto amaba —más ahora que estábamos en época de invierno—, pero ir a la fiesta de mi mejor amigo superaba todo lo que estaba pensando en éste momento.
No me quedé hasta muy tarde, pero ahora creo que hubiera sido mejor si dormía allí, aunque ya no podía devolverme, ya que habíamos peleado por lo temprano que me estaba yendo. Y además ningún transporte público pasaba, ¿por qué será?, aunque ni siquiera sé por qué pienso en estas cosas cuando tampoco tengo dinero para pagar el pasaje e ir a casa, mi única opción era llegar caminando.
Al llegar al final de la calle por la que caminaba, me di cuenta de que éste no era el lugar por el cual podría llegar a mi casa, ahora que lo pienso, ¿dónde se supone que estaba? Demonios, he sido traicionado por mis propios pensamientos.
No tuve más opción que seguir caminando hacia delante, mi celular ahora no tenía nada batería, así que cuando divisara alguna casa con las luces encendidas pediré que si por favor podría hacer una llamada desde alguno de sus móviles o teléfono fijo.
—Tendré que tragarme todo mi orgullo y llamar a Jaiden para que venga a buscarme —dije para mí mismo, rendido ante la situación en la que me encontraba.
Me metí entre algunos cuantos callejones y efectivamente estaba totalmente perdido, Dios, no había ni un solo lugar que pudiera reconocer. Además, comencé a sentir el frío recorrer mi cuerpo.
Sabía que no tenía que salir, ¡pero no! ahí tenía que estar yo de idiota yendo a una simple fiesta —pensé.
A lo lejos, cuando estaba maldiciéndome con todas mis fuerzas, logré ver una casa con las luces encendidas y una canción un tanto tranquila provenía de sus adentros, casi no la escuchaba y tampoco el volumen estaba muy alto, pero con el silencio absoluto, podía oírse un poco a lo lejos.
No creo que estén en una fiesta, ya que la canción no es prácticamente del tipo que se bailaría, además, se hubiera escuchado unas cuadras antes como es de costumbre en las fiestas que los universitarios hacen en sus casas, cuando sus padres no están.
You are my sunshine, (Tú eres mi luz del sol)
my only sunshine (mi única luz del sol)
You make me happy when skies are gray (me haces feliz cuando los cielos están grises)
Confieso que escuchar esa canción me tranquilizaba un poco ya que la voz de la cantante se oía tan suave, y la guitarra acústica no hacía más que resaltar el bello tono que ésta poseía.
De pronto, una chica salió de la casa, no pude verla muy bien ya que yo seguía un tanto lejos, pero podía ver los movimientos que aquella hacía. Se sentó en las afueras de su casa, además creo que fumaba un cigarrillo, tenía el cabello café y despreocupadamente sujetado en una coleta alta, aunque algunos mechones rebeldes caían por su cara.
Me acerqué con algo de timidez y cuando estaba casi frente a ella decidí hablar.
—Hola —Fue lo único que salió de mi boca, la chica era bastante linda de cerca y me sentía nervioso al estar a una distancia tan corta de ella ¿por qué me sentiré así? Nunca había sentido a mi corazón latir tan desenfrenado.
Ella levantó su mirada dejándome ver completamente su rostro y en verdad era muy lindo, demasiado para ser cierto, mientras que en su mano derecha estaba aquel cigarrillo a medio fumar.
—Hola —contestó ella y desvió su mirada hacia el frente mientras llevaba nuevamente el cigarro en dirección a sus labios. Al parecer no le afectaba en lo más mínimo mi presencia.
—¿Podría hacer una llamada desde tu teléfono? El mío se descargó y no sé dónde estoy siquiera —dije algo avergonzado, después de todo, ¿no estaba ya algo grande como para perderme?
—Oh, claro —Se paró del pequeño escalón en el que estaba sentada y apagó su cigarrillo pisándolo— Pasa, mi celular también está descargado, así que puedes utilizar el teléfono fijo, ¿no te molesta?
—¡No-No! para nada, yo debería ser quien te está molestando.
La chica rió levemente y se dirigió en la entrada.