Ayúdenme, estoy asustado

Capítulo 4: "Baño"

Era de mañana, recién me despertaba por culpa de la misma maldita pesadilla de siempre, revisé mi celular y aún faltaban dos horas para que sonara la alarma programada.

Deja de golpearme, basta, detente. Deja de golpear a mamá, basta, detente. Deja de golpear a mi hermano, basta, detente. Por favor, detente.

Son las cuatro, no tiene sentido ya volver a tratar de dormir.

Me senté en mi cama y me destapé, haciendo que mi piel se erizara un poco por el frío. Me bajé de ésta, y el piso también estaba igual de helado que el ambiente, aunque de seguro aquella sensación pasará con una buena taza de café.

Caminé por mi casa durante un periodo de tiempo prudente, sin saber muy bien que hacer. Hasta que, de pronto, mi vista se detuvo en una foto enmarcada de una familia sonriente que poseía a; una niña de cabello negro y amarrado a una trenza larga que reposaba sobre su hombro izquierdo, a un niño notoriamente más pequeño con los ojos celestes pálidos, y que a pesar de que su cabello era castaño oscuro, era notoriamente más claro que el de la chica. Los dos adultos en la imagen, no se veían bien, ya que ambos tenían las cabezas recortadas en la fotografía, pero se lograba apreciar claramente que la mujer era rubia, gracias a los mechones de cabello que caían un por encima de sus hombros.

— ¡Oye! —Una voz temblorosa quebró e interrumpió el silencio que había reinado hasta ahora en toda la casa, y también me había logrado sacarme de mis inútiles pensamientos por completo. Maldita fotografía, ¿por qué demonios la conservo si quiera? — ¿Me escuchas? —Volvió a hacerse presente aquella voz, y volteé el marco que estaba colgado en la pared para no tener que voltearme a verlo nuevamente durante un tiempo.

Escuché la cadena del sótano moverse y así supe con seguridad que mi pequeña mascota había despertado de su sueño. Hace un par de días que el pobre no daba señales de querer despertar, e incluso había comenzado a creer que moriría por un golpe, y que no podría siquiera tener la oportunidad de divertirme con él.

—Me dirigí a la cocina y coloqué a reproducir la misma canción que sonaba cuando el chico apareció buscando un teléfono.

You are my sunshine, (Tú eres mi luz del sol)
my only sunshine (mi única luz del sol)
You make me happy when skies are gray (
me haces feliz cuando los cielos están grises)

De pronto, comencé a escuchar gritos en el sótano, pero no de ayuda, si no que de súplicas. Decidí dirigirme al sótano —aunque claramente, tras haber comido algo—, ya que, después de todo, no me importaba mucho que sufriera allí abajo un poco más.

— ¡Vaya! Parece que mi pequeño perro al fin ha despertado —Noté como se exaltó al escucharme hablar, sentada, desde uno de los escalones de la escalera que conectaba al sótano con el resto de la casa.

Creo que ya vio la sorpresa que le tenía, la cabeza cortada de mi pequeña gatita. Aún recuerdo como había luchado por su vida, lástima que haya muerto ya y todo su esfuerzo por vivir fuera finalmente en vano.

—Tú, tú incluso acomodaste su cuerpo para hacerme creer que estaba vivo —A penas musitó, tartamudeando, tirado en el piso, para luego vomitar, recostado. Qué asco. El vómito machaba la mejilla que estaba apoyada en el suelo y luego empezó a manchar su cuello.

Él ya no tenía su ropa, ya que se la había quitado al poco tiempo de haber matado a Ally. Sólo lo dejé con su ropa interior, después de todo, mi perro también merecía algo de privacidad.

—¡Mira que inconsciente eres! Ahora estas estás todo sucio por haber vomitado, ¿te sientes mal del estómago? Y yo que te traía algo de comida —Mentira, si le trajera comida, tendría que ir a comprar y no tenía ganas de salir a gastar mi dinero en algo tan inútil como él.

El pobre sufría leves espasmos en el piso mientras que el vómito del suelo se expandía manchando poco a poco su pecho, repugnante.

—Por favor, déjame salir de aquí —Odio esa frase, es tan repetitiva que ya me parece aburrida, y detesto lo aburrido.

—¡Silencio! Ahora tendré que asearte. Ven, te llevaré al baño —Dios, las palabras que antes había dicho antes sí que me habían molestado, esfuércense un poco más por sus vidas pequeñas mascotas, rogar no sirve de nada.

—Por favor, me duele moverme, y me tienes encadenado —Tosió un poco y volvió a vomitar, qué inútil e inservible, ni moverse puede.

—Eres tan repugnante —Fue lo único que dije al respecto, y le di una patada en el estómago cuando terminó de vomitar, para cerciorarme de que no lo haría nuevamente, pero solo lo hizo toser de nuevo.

Me dirigí a su tobillo y quité la cadena. A penas lo hice empezó a arrastrarse hacía las escaleras, parecía que quería escapar, aunque era obvio que no podría. Pero, aun así, le pisé la pierna derecha haciéndolo chillar del dolor —no había una razón en específico por la cual hacerlo, simplemente quería verlo sufrir un poco más—, creo que debí haberme colocado tacones, sí, así se lo hubiera enterrado.




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