Ayúdenme, estoy asustado

Capítulo 6: "Hambre"

Desperté, y la pequeña luz casi nada potente de la ampolleta alumbraba un poco la habitación en donde me encontraba atrapado. Mis tripas rugían, tenía un hambre capaz de hacerme sentir mareado con tan solo intentar moverme. Preferí quedarme ahí tirado sobre el colchón, como un cadáver esperando que el hambre acabara conmigo por completo, antes de tener que aguantar el dolor de mis tobillos y las quemaduras provocadas por el agua caliente.

Escuchaba algunos pasos descalzos de vez en cuando pasar junto a la puerta, pero nunca se detenían frente a ella, nunca venían hacia a mí y he llegado al punto de ni siquiera saber si eso era bueno o malo.

A veces se escuchaba como cocinaban y un olor delicioso llegaba a la habitación en donde estaba yo, eso aumentaba mis ansias de comer, pero a pesar de todo, no hacía ruido tal y como ella me había dicho.

En otras ocasiones escuchaba la misma canción una y otra y otra vez, me enloquecía. Repetir tantas veces lo mismo, la misma canción, las mismas letras, el mismo ritmo, todo tan monótono, las mismas pisadas descalzas frente a la puerta y los mismos aromas que aumentaban mi hambre. ¿Por qué todo debía ser tan repetitivo si ella no estaba conmigo?

I'll always love you and make you happy (Yo siempre te querré y te haré feliz),
And no one else could come between (Y ningún otro podía interponerse).

Se escuchó nuevamente la canción y los mismos pasos descalzos, pero esta vez —a diferencia de todas las anteriores—, se detuvieron frente a la puerta. El sonido de una llave se hizo presente y ésta se abrió completamente. Entró más luz de a la que mi vista había sido acostumbrada, por lo cual cerré los ojos por inercia, y cuando estos se acostumbraron por completo, Natalie ya estaba junto a mí.

—¿Máster? —musité algo atontado, ya que, aún no puedo creer que esté aquí de nuevo frente a mí, rompiendo esa aburrida y monótona rutina.

—¿Tienes hambre, Cael? Mira, te compré esto en la tienda —dijo mostrándome una lata de atún en su mano derecha— ¿Quieres?

Asentí con algo de desesperación y traté de moverme, pero mi espalda y costillas dolían, sin mencionar mis tobillos, los cuales ya estaban inflamados y algo morados.

—No te preocupes. Abre la boca, yo te daré —dicho eso, me extendió una cuchara con atún.

Abrí mi boca y sentí un gran alivio al sentir ese sabor a comida nuevamente en mi boca, tragué sin pensar todo lo que me dio hasta que dejó de hacerlo.

—Más-Más —susurré y la miré con ojos suplicantes.

—Oh, Cael, ya te terminaste toda la lata, ¿por qué debería darte más? —Ella sonrió, al ver como mis ojos se comenzaban a humedecerse de la desesperación.

—Por favor más, dame más por favor, quiero más. Te lo suplico —Lágrimas se me escaparon y ya no sabía que más decir para que ella me diera algo para comer, aunque sea otra vez atún.

—Lo haré con una condición —Me miró a los ojos y luego observó mi clavícula— Quiero cortarla —musitó dejándome algo confundido, no entendía a lo que se refería— Tu clavícula —aclaró— Quédate quieto, déjame cortar tu piel, y yo, después, te daré más comida. Es un trato justo, ¿no?

Sentí como mi corazón latía con frenesí y mi sien estaba algo fría. ¿Debería permitir eso? Mi piel estaba bastante sensible por las quemaduras que había provocado el agua… pero tengo tanta hambre, y no sé cuándo volverá a alimentarme si rechazo su oferta actual, así que, aunque tenía miedo de lo que estaba a punto de hacer, cerré mis ojos para asentir levemente, dándole a entender que le permitía el hecho de cortarme.

Ella me despojó de la playera que traía puesta, haciendo que mi torso quedara al descubierto totalmente al igual que parte de mi marcada clavícula.

—Eres tan complaciente, pequeño Cael —Cuando abrí mis ojos noté que tenía la hojalata que antes cubría el atún, en su mano. Miraba con atención como tomó con sus cálidos dedos el pellejo que cubría parte de mi clavícula, iba acercando lentamente la lata a mi piel, y si ya había dolido su tacto, lo que se acercaba sería mucho peor.

Respiraba por la boca, viendo —algo mareado— como cada vez la hojalata estaba más cerca de mi piel y cuando finalmente llegó a ella, comenzó a presionarla. Dolía, dolía bastante, luego, a pesar de que ya no podía ver el trozo de lata, pude sentir que, sin dejar de presionar, empezó a arrastrarla a lo largo de mi irritada piel. haciéndome reprimir varios gritos de dolor. Sin embargo, mis lágrimas salían sin permiso alguno, y eso no lo podía retener.

Ella no dijo nada, sólo seguía cortando la carne hasta que finalmente separó la aquello que me tajaba la piel, de mi clavícula.

—Traeré algo para detener la hemorragia —susurró con una sonrisa en el rostro y se fue del cuarto dejando la lata a una distancia no tan corta de mí.




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