Ayúdenme, estoy asustado

Capítulo 7: "Cocina"

—Dijiste que sabías cocinar, ¿verdad? —dijo mientras rebuscaba algunas cosas en los cajones, de diferentes muebles.

—Sí —afirmé mientras miraba fijamente los diversos objetos que iba colocando sobre la mesa.

—Pues hoy, si quieres comer algo, cocinarás, ¿qué te parece? —Sacó un cuchillo de uno de los cajones y mi mirada quedó fija en él, casi de manera automática.

—Sí, quiero cocinar, ¿qué quieres que te cocine? —Me obligué a despegar mi mirada de aquel puntiagudo objeto, y la miré a ella fijamente, a sus ojos azules, que me siempre hipnotizaban, pero que a la vez me alarmaban.

Natalie se acercó a mí con ese cuchillo afilado y bien sujeto, en su mano derecha.

No quiero morir, no quiero que me asesine, no de esa manera tan horrible como lo es ser degollado, aunque, ¿había realmente una buena forma de morir al ser asesinado?

— ¿Tú me quieres, pequeño Cael? —La pregunta me pilló tan desprevenido que no sabía cómo responder, ¿yo la quería?

La mirada fija de Natalie y la mía se encontraron, no sabía que responder, si decía que no quizás podría tirarme al cuarto, o aun peor, al sótano. Pero si le digo que sí, no sé qué podría pasar y eso me aterraba, aunque me curó una herida y me dio ropa... también se preocupó de que me duchara.

—Sí —respondí algo atontado aún.

Ella sonrió y sentí mis mejillas arder de la vergüenza, tiene una linda sonrisa y sus ojos son bellísimos, siento que me perdería en ellos, el color era muy lindo, azul oscuro.

—¿Me quieres mucho? —Acercó el cuchillo a mí y mi corazón comenzó a latir con frenesí, nervioso, sin saber si respondería por el miedo o porque en verdad quería responder.

—Sí, te quiero mucho —contesté más inseguro que avergonzado. No quiero morir, no quiero que me asesinen.

Cerré mis ojos con fuerza esperando algún terrible ardor, donde sea, ¡donde sea! En cualquier parte de mí. Esperaba que doliese más de lo que podría imaginarme, como había sido todo el tiempo que me he encontrado aquí. Pero en vez de todo eso, sentí algo ancho y frío en la palma de mis manos.

—Pues te confío esto, porque confío en ti, pequeño Cael —Al abrir mis ojos me encontré con el cuchillo que antes ella tenía en sus manos.

Una descarga de adrenalina golpeó mi cuerpo y sentía que mi corazón no podría estar bombeando sangre más rápido de lo que lo estaba haciendo en este momento.

¡Vamos! ¡Es tu oportunidad de ser libre! —pensé, relamiendo mis labios, con nervios.

Mátala, ella nunca te querrá. Si la asesinas, todo este infierno terminará de una vez por todas. Haz con ella lo que querías hacerte a ti mismo.

Mis pensamientos me atormentaban, no sabía qué más pensar. Los latidos me aturdían y mi mente no lograba reaccionar. Mi cuerpo no respondía a las órdenes que le daba. ¿Debía matarla? Pero ella confía en mí… no puedo traicionarla, ¡no! Ella no confía en mí, ella solo quiere matarme, ¿cierto?... ¿cierto?

Empuñé con fuerza el cuchillo y luego miré a Natalie. Sonreía, estaba sonriendo, como si estuviera esperando que yo tratase de matarla. Ella quizás sí confía en mí, no me hubiera dado un cuchillo si no confiara en mí, ¿verdad?

—Gracias por confiar en mí, Máster —Fue lo único que se me ocurrió decir, los latidos de mi corazón disminuyeron al instante, al igual que mi adrenalina. Ella me acarició la mejilla sin dejar de sonreír y luego se separó.

—Eres un buen chico, Cael —Empujó mi silla hasta llevarme al fregadero; había una olla sucia, y dos platos sucios, un tenedor, otro cuchillo y un vaso de vidrio— Como me quieres tanto, lavarás esto mientras yo cocino —Me arrebató el cuchillo de las manos y entonces me di cuenta de que todo había sido una prueba para ver mi reacción, y quizá mi respuesta.

Acarició un poco mi cuello y sus dedos eran tan cálidos... tan cálidos y suaves, pero de pronto sentí como algo largo y frío se posaba en él, lo cual, era la parte sin filo del cuchillo. Tragué saliva, nervioso, y un escalofrío recorrió mi espalda.

—Te quiero —Fue lo único que logré musitar, como si aquellas palabras me fueran a proteger de lo que ella quisiera hacer conmigo.

—Y yo confió en que no romperás nada —La presión fría en mi cuello desapareció, y solté todo el aire que sin darme cuenta había estado conteniendo.

Tomé la esponja y le eché algo del líquido que había para quitar la grasa. La restregué contra la olla, y contra todo lo que había sucio, en el lavaplatos… hasta que llegué al cuchillo. Escuchaba como Natalie cortaba diversas cosas, y la cuchilla impactar contra la tabla para picar era lo único que se escuchaba. Ella estaba a mis espaldas y eso me causaba inseguridad, no podía ver si se acercaba a mí a enterrarme ese filo en la nuca.




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