Aura
Hace una semana estábamos todos aquí por mi operación. Todo salió perfecto y a los dos días ya me habían dado el alta. La operación fue un éxito y recuperé el veinte por ciento de la sensibilidad de las piernas, lo máximo a lo que podía aspirar. Hoy estoy en el hospital por algo poco menos que alegre o por voluntad propia.
Stella duerme sobre mí mientras estamos en la habitación del hospital junto con su padre. Llegamos por la tarde, ella estaba nerviosa y no deja de llorar, comprensible para una niña de apenas seis años que me llamó porque su papá no se movía. Me costó un par de horas tranquilizarla y que se durmiese encima de mí.
Me tiene desesperada que solo le hagan pruebas y que ninguna esclarezca que es lo que hace que el hombre que veo como un hermano mayor no despierte. Desde que llegamos no he sido capaz de dormir y son pasadas las siete de la mañana.
Me recorre un escalofrío al recordar la llamada con Stella, ninguna niña tendría que pasar por eso.
Estoy revisando unos documentos en el despacho de la empresa cuando suena mi teléfono. Al principio iba a ignorar la llamada, pero al ver que es de Mason atiendo. Es raro que me llame sabiendo que estoy ocupada en la empresa, debe de ser importante.
– Mason...- no se escucha nada.- ¿Stella? Sabes que a tu padre no le gusta que cojas sin su permiso el teléfono.
– Tita.- escucho su voz infantil, parece que esté llorando.
– ¿Qué pasa Stella?- pregunto preocupada.
– Papá no se despierta, tita lo he llamado mucho y no despierta.- trago duro.
– Vale peque, no cuelgues.
– Ayuda a mi papi.- solloza.-Por favor tita.
– Todo va a estar bien.
Dejo que Stella me hable, que llore, si lo hace al menos sé donde está. Necesito estar contactada con ella o voy a empezar a desesperarme y no es lo que necesito en un momento como este.
Llamo por el telefonillo a Steven, quien entra corriendo a mi despacho.
Le pido al secretario de mi padre que llame a una ambulancia y la mande al apartamento de Mason.
Bajo por el ascensor, lo más rápido que puedo y pido que me lleven a mi también al apartamento. Le pido a Stella que cuando lleguen unos médicos preguntando por su padre, abra a puerta. La ambulancia debe llegar antes que yo a su apartamento.
Cuando mi coche llega al edificio en el que viven Mason y Stella, la ambulancia ya está allí. Dejo que el conductor me saque, es mucho más rápido que si lo intento hacer yo sola.
Por la puerta del edificio salen tres paramédicos. Uno de ellos lleva de la mano a mi sobrina mientras que los otros dos llevan la camilla en la que Mason yace.
Stella suelta la mano del hombre y sale corriendo en mi dirección, salta rápido a mi regazo y abraza mi cuello con sus pequeñas manos. Mi cuello se empapa con sus lágrimas, lo que menos me importa ahora. Lo único que importa en estos momentos son Mason y ella.
– ¿Es usted familiar del señor Taylor?
– Soy el contacto de emergencia de Mason y consto como la responsable de Stella en caso de que a Mason le suceda algo.
– ¿Eres la señorita Trumman?- asiento.- Acompañenos.
– Los seguiré en mi coche.
Y después de estar varias horas en el hospital lo único que sabemos es que Mason está estable pero no fuera de peligro y que se encuentra en coma, ¿por qué? Bueno, cuando los médicos me digan sabré, mientras tanto estoy desesperada y confusa.
Stella se revuelve en mi regazo, sin llegar a despertarse. Por suerte mi sobrina tiene un sueño profundo y quedó bastante cansada después de tanto tiempo llorando.
La puerta se abre dejando paso a Jacob, Kristal, Andrew y sorprendentemente Marie. Digo sorprendentemente porque por alguna extraña razón, Marie y Mason no se soportan, no sé cual es la razón, mi accidente no, eso es seguro.
– Deberíais ir a desayunar, nosotros nos quedamos con él.- me dice Kristal con una sonrisa.
Todos se despiden de ambas con un beso en la mejilla. No quiero dejarlo solo y no tengo hambre pero Stella es una niña y tiene que desayunar para crecer sana o eso me enseñaron, no sé mucho de niños, la única niña que conozco es Stella.
– ¿Qué quieres desayunar?- le pregunto después de despertarla.
– ¿Papi?
– Luego lo veremos, primero hay que comer, ¿si?- le sonrío para tranquilizarla.
– Quiero un vaso de leche y unas tostadas.- le sonrío y le pido a mi guardia que pida eso para ella y un dulce cualquiera para mí.
Stella come su desayuno contándome lo que hizo ayer en la escuela. No tiene muchos amigos a pesar de ser una niña con energía. El año pasado Mason tuvo que cambiarla de colegio porque los niños se burlaban de ella. Stella no tiene madre, la tuvo en su primer año de vida pero ya y por eso mismo no la recuerda. Lo poco que ella sabe sobre su madre es que era igual de rubia que ella, y que está en el cielo protegiéndola.
Stella es exactamente igual que su padre excepto por el color de su cabello. Sus ojos color oliva siempre dejan ver sus emociones, tiene las orejas pequeñas que toman color rojo cuando se avergüenza, labios finos y cara redonda. A mi parecer Stella es la niña más hermosa del mundo, y también es mi consentida.
– Tita, ¿Cuándo vas a tener novio?
– ¿Por qué tendría que tener novio?- le pregunto con una sonrisa.
– No sé, las princesas siempre tienen novio.- le revuelvo el pelo.- Intenté que mi profesora y mi papá saliesen pero papi no quiso.- mi guardia intenta no reirse.
– A veces no queremos tener novio.
– ¿Papá sigue enamorado de mi mamá? Él no debería hacerlo, ella no va a volver.- dice más triste.
– Él no sigue enamorado de tú mamá, pero tampoco tiene tiempo para tener novia.