Azar

Capítulo 17

Aura

Me sorprendió ver a Asher en casa de mis abuelos, Marie no me avisó de que él había venido con ella pero tampoco dije nada, bueno ni a él ni a nadie porque sigo baja de ánimos. Me ha venido bien que Marie viniese y me apoyase pero no tengo ganas de nada, ni siquiera de tomar fotos.

Esta mañana al levantarme hablé con mi madre, estaba preocupada pero se relajó cuando le prometí volver en dos días, tres como máximo y le dije que aumentaría por un mes las sesiones con mi psicóloga, incluso ya lo hablé con ella. Mi padre se alarmó al no verme pero se relajó al saber que estaba con sus suegros, sabe que con ellos soy incapaz de lastimarme.

– Aura.- miro a mi abuelo mientras desayuno.

Es un gran logro de parte de Marie haberme sacado de la habitación, parecía casi imposible que lo lograse pero lo hizo. Mis abuelos le agradecieron casi por dos horas y yo solo me limité a no mirar a Asher, no quiero caer en la tentación de hablarle.

– Tu abuela y yo estábamos pensando en hacernos unas fotografías.- asiento.- ¿Qué te parece hacerlas tú?

– Me parece bien.- digo antes de volver a comer de mi plato.

Puedo sentir la mirada de todos sobre mí, preocupados. Sé que están intentando que me anime, y puedo que lo consigan de cierta manera. Tener a Marie a mi lado me ha animado a salir del cuarto. Mis abuelos me están animando a hacer fotografías y salir de la casa. Espero para mañana poder coger un avión y viajar más relajada.

Sé que mi malestar es momentáneo, él no tiene la fuerza para amargarme, ya no. Antes Mario tenía la fuerza de hundirme, de hacerme sentir miserable y con ganas de acabar con mi vida. Ahora soy más fuerte, soy una mujer realizada que sabe lo que quiere y sabe que hacer con su vida.

El que me haya desanimado tanto es por los sucesos de las últimas semanas. El mini accidente de que Asher viese mis cicatrices, Mason en coma por descuidar su salud, la vuelta de Marie y que Stella quiera llamarla mamá y la sorpresa del compromiso entre Renatta y Mario. Todo se junto en poco tiempo y me dejó vulnerable ante él.

Cuando termino de desayunar me cambio de silla y vuelvo a mi cuarto para cambiar de ropa y salir a hacerles fotos a mis abuelos. Me gusta pasar tiempo con ellos ya que casi no conocí a mis abuelos paternos. Mi abuelo Evan murió cuando yo tenía dos años y mi abuela Juliette murió hace unos años, pero ya estaba enferma cuando yo era pequeña, tenía alcehimer.

Termino poniéndome unos tacones que me regaló mi abuela Isabela, me dijo que eran de un artesano local y son preciosos. Me miro al espejo que hay en el cuarto, tengo ojeras y podría taparlas pero mis ganas de maquillarme son mínimas.

Salgo del cuarto no sin antes coger mi cámara y mis teléfono, no necesito nada más.

Todos están ya preparados para la sesión de fotos improvisada. Supongo que ellos elegirán los lugares en los que se quieren hacer fotos. Podemos estar muy seguros que habrá una foto en una iglesia, mis abuelos son muy religiosos. Mamá y yo no tanto, no es que no creamos, es que somos más reticentes. Y mi padre es agnóstico, no se atreve a decir que es ateo.

Mi teléfono suena a mitad de viaje, compruebo quien es la persona que me llama, no quiero más sorpresas desagradables. Esbozo una pequeña sonrisa al leer el nombre del hermano menor de mi padre, Adam, es el único hermano que tiene mi padre.

– Hola tito.

– Hola hermosa, fui a verte el otro día y no estabas en casa, ¿cómo te encuentras?

– Estoy mejor.

– Del uno al diez, ¿Qué tanto?- eso es algo que solía preguntarme cuando era pequeña y me enfermaba.

– Seis.- casi sonrío.

– Esperaba un poco más, pero me conformo.- puedo escuchar su voz preocupada.- Quería preguntarte si vendrás al cumpleaños de tu primo la semana que viene.

– ¿Kevin cumple años la semana que viene?- pregunto alarmada.

– Si.

– ¿Cuántos cumple?

– Diez años.

– Imposible, todavía recuerdo cuando lo sostenía en brazos.- digo sorprendida.

– El tiempo pasa rápido Aura.

– No puedo creerme que el pequeño tenga ya diez años.- sonrío.- Claro que iré a su cumpleaños, nada me hace más ilusión que celebrar los diez años del pequeño terremoto.

– Entonces te esperamos.

– ¿Siguen gustándole los camiones?

– Si.- se ríe.

– Perfecto.

Todos me miran al verme sonreír, no dejo de hacerlo pese a la incomodidad de todas sus miradas sobre mí, antes me gustaba ser el centro de atención, ahora lo detesto.

– ¿Qué miran?- pregunto.- El semáforo está en verde.- le aviso a mi abuelo, quien emprende de nuevo la marcha.

– ¿Qué te hizo sonreír así? ¿Un chico?- pregunta mi abuela con esperanza.

– Si, un chico.- niego con la cabeza.- Mi primo Kevin cumple años la semana que viene.- ella asiente.- ¿Por qué no vienen una semana a Estados Unidos?

– Nos gusta Colombia.- dice rápida mi abuela.

– Nana.- ella me mira.- ¿Qué pasa?

– En Estados Unidos te pasó eso.- señala mis piernas.- La última vez que fuimos a Estados Unidos nos dijeron que habían pocas posibilidades de que vivieses, estabas en coma.

– Ya estoy bien, no debes preocuparte.- ella asiente.

– Eres mi nieta, siempre me preocuparé.- es mi turno de asentir.- Me alegra que ya hables más.

Marie me sonríe antes de volver su mirada a la ventana. Ella es una de las mujeres más fuertes que conozco, todavía me pregunto como no intentó rendirse más veces, solo necesitó mi apoyo y el de su padre para querer luchar, para no hundirse y salir del agujero negro en el que se había metido. Tuvo que mudarse si, pero consiguió vivir, consiguió recuperar su felicidad. Yo tardé más y perdí menos, pero nunca me llamó egoísta, incluso volvió por un tiempo y me ayudó en mi recuperación.

– Llegamos.- avisa mi abuelo con una sonrisa.- Tú, baja a mi nieta.




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