Agradezco a todos aquellos que se sumergieron en las páginas de esta historia y encontraron en Azar una lección sobre la fuerza del perdón, la pureza del propósito y el poder de la esperanza.
Que este relato sirva como recordatorio de que incluso en medio de la envidia y la adversidad, el corazón puro siempre encontrará su camino hacia la luz. Que cada uno de nosotros sea como Azar, un fuego que purifica y renueva, extendiendo la esperanza en los momentos más oscuros.