Azares del Destino

Capítulo 4

Dos semanas, dos largas semanas han pasado donde yo sigo redactando y ordenando informes, mientras mis compañeros atienden pacientes reales con patologías leves o no, pero pacientes, y yo quiero estar ahí, así sea para verle los pies llenos de hongos a alguien, solo que a él no le da la gana de rotar. Me ha dejado hacer cosas muy leves en una que otra tarde donde realmente no había más papeles que llenar.

Varias veces estuve tentada en ir a quejarme con el decano de la facultad, o con mi profesor de prácticas, pero a la vez sabía que muchos doctores, solían ser así. Había médicos que rotaban a diario o semanal, los cuales eran la mayoría, y luego estaban los doctores como Arismendi, que les gustaba torturar.

Me molestaba no tener el poder para devolverle las que me hacía, nuestro trato era inexistente, simplemente era invisible para él. Hace unos minutos todo había mejorado para mí, ya que el doctor al fin anunció que mañana nos rotarían y yo contaba los minutos y las horas para que eso sucediera.

Casi finalizaba mi turno y yo al no tener nada que hacer decidí dar vueltas por el área para encontrar algo que realizar, o por lo menos aprender viendo. Con suerte me encontraba a la doctora Patiño y ella algo interesante me pondría a hacer porque era un amor de persona. Estaba cerca de uno de los cubículos de emergencia cuando vi salir a uno de mis compañeros con expresión desencajada y asustada, me acerqué rápidamente a él.

—Esteban, ¿qué tienes? Parece que viste algo horrible. —negó con pesar y luego afirmó, se le notaba algo pálido.

—No puedo, Isa, en serio. La jovencita de ahí dentro tiene una cortada muy fea en su muslo derecho, necesita sutura, pero me presiona para que le quede bonita, casi imperceptible, y tú y yo sabemos que aún soy un desastre en esa parte, no quiero justamente con ella hacer algo mal, es una adolescente, no se merece un mal trabajo.

Lo comprendía, esto era parte de la presión de ser médico, así que pasé mis manos por su espalda dándole ánimo.

—Tranquilo, ¿sí?, te ayudaré, ¿te parece que lo haga yo?, diremos que fuiste tú, de nosotros no saldrá, ¿está bien?

Con el miedo y el consentimiento de Esteban, comencé a suturar la herida de la muchacha, era una adolescente realmente hermosa y superdulce, su madre estuvo todo el tiempo con ella tomando su mano por ser menor de edad.

Estaba terminando los últimos puntos de la herida cuando la cortina que dividía los cubículos se abrió estrepitosamente, no me fue muy difícil adivinar quién entraba al pequeño espacio por la tensión en el cuerpo de Esteban. No lo miré, continué con lo que hacía hasta que finalicé con la sutura.

La señora y su hija me agradecieron porque realmente había hecho un gran trabajo y felicitaron al doctor Arismendi por la eficiencia y el corazón de sus pasantes, mientras él, a pesar de que sonrió y le contestó el agradecimiento a la señora, con lo duro de su rostro, la forma en que apretaba su mandíbula y la fuerza de su mirada, indicaba que no estaba muy feliz.

—Los quiero a ambos inmediatamente en el consultorio, ¡ahora! —salió como un demonio de ahí, logrando que realmente comenzara a tensarme como Esteban.

Fuimos a su encuentro, entre los lamentos de Esteban y mi eterno silencio. Necesitaba serenarme para enfrentar lo que venía, a fin de cuentas no había hecho nada malo.

Al entrar en el consultorio,  lo vi de pie detrás de su escritorio con las manos apoyadas en este; nos miraba fríamente, lo hizo por varios minutos.

—Álvarez, me puede explicar, ¿qué pasó ahí? Hasta donde recuerdo era su trabajo suturar a esa paciente.

Vi titubear a mi compañero y quise salir en su defensa, pero con una sola mirada de Arismendi desistí de hacerlo.

—Me cuesta mucho suturar de forma limpia, y era casi una niña, no quería dañarla con una mala cicatriz, doctor. —tembloroso y dudoso, así habló mi compañero.

—Y en vez de confiar en usted y adquirir más destreza y conocimiento, prefirió rendirse. ¿Así hará en toda su carrera con cada caso difícil que le toque Álvarez?, ¿rendirse? —Esteban iba a responderle, pero él no lo dejó hablar—. A partir de mañana estará en archivos redactando y ordenando informes, quizás así se siente más cómodo y no le dé miedo. Puede retirarse.

Tuve que morderme la lengua para no decirle varias de las mías, no le quito su razón, pero fue muy duro en su trato, no era tonta, después de todo era mi superior y alguien determinante para aprobar mis prácticas. Al salir Esteban, nos quedamos en silencio, confieso que esperaba la reprimenda y estaba preparada para eso.

—No puede tomar un caso por muy mínimo que este sea sin supervisión y orden de su superior. Todas las consecuencias, buenas o malas caerán únicamente sobre usted, aprenda a tener cabeza fría, ser médico requiere de muchísima humanidad, pero también de sensatez para tomar decisiones rápidas. En este caso fue un buen desenlace y esa adolescente le estará agradecida, felicidades Fonseca, fue una sutura limpia, mejor que muchas que he visto de manos de grandes colegas.

No podía creer lo que decía, ¿me estaba halagando a mí?, vaya que era toda una caja de sorpresas este doctor. Sonreí dispuesta a darle las gracias cuando noté que no me observaba, de igual forma hablé.

—Gracias, doctor, sus palabras significan mucho para mí. —ni me miró, siguió viendo algo que tenía dentro de una carpeta.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.