Azares del Destino

Capítulo 7

El día de la cirugía llegó, estaba demasiado nerviosa y ansiosa, quería comenzar ya, y la excesiva energía de Karla no ayudaba en nada a mis nervios.

Desde el día de las asignaciones no vi más a Sebastián, se ha mantenido muy ocupado entre su consulta privada y la dirección del hospital. El doctor Muñoz se ha hecho cargo de nosotros mayormente, y he de reconocer que me cae muy bien, es amable, atento y con un don para la enseñanza invaluable, calculo que es contemporáneo con Sebastián, aunque realmente no tengo ni idea de cuál es su edad.

—Isabella, por favor, ve un momento a la oficina del doctor Arismendi, él te hará  entrega del formato a llenar para el informe postoperatorio, debí haber ido yo, pero estoy algo ocupado aquí abajo. —asentí.

—Claro, doctor, ya subo.

Mientras iba en el ascensor no pude evitar sonreír. Lo vería y conocería su oficina, Dios mío, estaba siendo demasiado infantil, pero como me gustaba este hombre. Al llegar al piso que me dijeron, una señora me indicó que la secretaria estaba en su hora de almuerzo y que la oficina del doctor quedaba al final del pasillo, le agradecí y fui hasta allá.

Estando cerca de llegar escuché unos gritos emitidos por una voz muy chillona, me puse en alerta y caminé más despacio entendiendo que discutían dentro de la oficina del doctor. Sebastián, a quien reconocí por la voz, le pedía calmarse y que se marchara, pero ella solo gritaba y lloraba. Iba a irme, creí que era lo mejor, cuando de repente la puerta se abrió estrepitosamente y una mujer salió disparada de ahí.

Venía limpiándose las lágrimas mientras reía, y al verme, me observó con repulsión.

—Quítate inepta, o es que no sabes quién soy yo. —pasó por mi lado chocando mi hombro, dejándome con un mal sabor de boca.

¡Qué mujer más loca!, y no, realmente no sabía quién rayos era ella, más allá de la muñeca mala vibra de perfume dulzón.

Quería volver con el doctor Muñoz, pero sabía que debía ir por los formatos. Me calmé, inhalé profundamente y fui hacia aquella oficina que tenía la puerta abierta de par en par, como ella la había dejado.

Al entrar todo era un caos, alguien, asumo que Sebastián, había lanzado al suelo todo lo que había encima de su escritorio. Él estaba de espaldas a mí, con una mano en su cadera y con la otra masajeándose la sien; no sabía bien qué hacer, así que aclaré mi garganta.

—Me tienes harto Brigitt, ¡qué te largues de aquí! —gritó completamente fuera de sí mientras giraba hacia mí. Me asusté, al verme su cara fue de total desconcierto—. ¿Qué hace aquí Fonseca?

—Disculpe, doctor Arismendi, el doctor Muñoz me envió por los formularios. —suspiró fuerte viendo hacia el piso y los señaló con su mano.

A partir de allí, todo fue como en cámara lenta, yo seguí su movimiento viendo los formularios esparcidos por el piso y me agaché a tomarlos cuando él también lo hizo. Quedamos frente a frente, demasiado cerca, sentí que me erizaba y casi se me olvida respirar cuando entendí que su mano estaba sobre la mía, la cual sostenía una de las hojas, no podía moverme, sentía una descarga de electricidad recorriendo todo mi cuerpo.

Mis ojos no abandonaban los suyos, era como si un imán nos uniera y fuese imposible separarnos. Una de sus manos viajó a mi cara en una efímera y leve caricia, haciendo que cerrara los ojos por la cantidad de emociones que me provocaba su tibio tacto.

—Eres tan bonita, Isabella, no mereces a alguien como yo.

Se separó de mí como si mi piel quemara, recogió los papeles y los apiló en su escritorio, los metió en una carpeta y me los entregó mientras yo salía de mi trance y me ponía de pie.

—Prepárese, Fonseca, en una hora comenzamos.

Salí de esa oficina en estado de shock, qué había pasado allá dentro, ¿por qué se empeñaba en confundirme?, ¿por qué se acercaba y se alejaba de esa manera? Yo no merezco este juego absurdo, yo merezco más que ser la eterna confusión de alguien.

<<Hasta aquí, Isabella Fonseca, no puedes permitir que ese hombre te afecte así>>.

Me repetía mil veces esa frase mientras iba camino a ver al doctor Muñoz, aunque por dentro aún sentía el roce de su mano en mi piel, la electricidad de su mano en mi mano y el deseo de besarlo cosquilleando en mis labios.

*

*

La hora de la operación llegó, me concentré únicamente en ello a pesar de que sentí su mirada sobre mí, en más de una ocasión, mientras nos preparábamos para entrar en cirugía. No lo miré, no iba a poder más él que yo.

Todo salió bien para el paciente y recibí los elogios de mis compañeros y del Doctor. Karla me asistió, luego en la próxima operación seré yo quien la asista a ella, y así sucesivamente, hasta acabar con las prácticas.

Los días pasaron volando, ahora sí podía decir que estaba realmente agotada. Hoy había sido mi último día de pasantías y el lunes tendría mi examen final, anhelaba salir rápido de todo y descansar para comenzar de nuevo y graduarme finalmente.

Estos días fui yo quien lo evitó, no quería verlo ni hablar con él, porque odiaba ser tan tonta y estar pensando el noventa por ciento del día en una persona, a la cual claramente no le intereso en lo absoluto. Finalmente, después del discurso de despedida por parte de los tres mismos médicos que nos recibieron, pudimos partir a casa.




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