La oscuridad que cubría el cielo de Eldur era densa, casi tangible, como si la tristeza del pueblo hubiera teñido el firmamento. Las horas se deslizaban con lentitud tras la desaparición de Azrael, y cada rincón de la aldea parecía haber perdido su color. La esperanza era ahora un susurro débil, sostenido únicamente por la fe de aquellos que aún creían en su regreso.
Isabella no dormía. No comía. Apenas hablaba.
Desde aquel fatídico enfrentamiento, algo dentro de ella se había quebrado. Se negaba a aceptar que Azrael estuviera muerto. No lo sentía así. En lo profundo de su alma, sabía que seguía existiendo… en algún lugar.
—Él prometió que no me dejaría —susurró una noche mientras contemplaba las estrellas, abrazada a una de las túnicas que él había dejado—. Y Azrael no rompe sus promesas.
Elías, silencioso y siempre vigilante, la acompañaba. Aunque no podía entender del todo lo que ella sentía, sabía que la conexión entre Isabella y el arcángel trascendía lo comprensible. A veces, creía percibirlo también: un eco, un residuo de energía, como una vibración celestial suspendida en el tiempo.
—No estás sola, Isabella —le dijo una madrugada, sentándose a su lado frente al lago—. Él luchó por ti, por todos nosotros. Y sé que su historia no terminó allí.
Ella lo miró con los ojos llenos de lágrimas. Asintió. Apretó los puños.
—Entonces haré lo que él haría. Protegeré este mundo... hasta que vuelva.
**
Mientras tanto, en un lugar desconocido, suspendido entre planos, Azrael flotaba entre sombras y luz. No había tiempo. No había dolor. Solo fragmentos de recuerdos… Isabella, la batalla, la traición de Sariel… y luego, el vacío.
Pero algo nuevo palpitaba en su interior. Una chispa.
Una voz suave, antigua como la creación misma, resonó en la vastedad de ese limbo:
—No es el fin, guerrero del cielo. Aún tienes una elección.
Azrael intentó hablar, pero no tenía forma. Solo pensamiento.
—¿Quién eres?
—Una guía. Una parte de aquello que te envió, pero también algo más. Lo que viene a continuación no está escrito. Tu humanidad te ha cambiado… y eso cambiará todo.
Un destello cruzó su pecho, justo donde Sariel lo había herido. Azrael sintió una punzada de dolor… y luego, calor. Como si algo comenzara a despertarse dentro de él.
La voz volvió a hablar.
—Cuando regreses, no serás el mismo. Y el mundo tampoco.
**
De vuelta en Eldur, las cosas comenzaban a moverse. Grupos disidentes, antes ocultos, empezaban a alzarse, influenciados por palabras de odio y confusión. Sariel, aunque ausente, había dejado semillas de duda. Algunos comenzaban a preguntarse si los ángeles realmente debían ser venerados. Si su presencia era una bendición… o una condena.
Y mientras la tormenta se gestaba en el corazón de la humanidad, Isabella se preparaba. No solo para sobrevivir.
Sino para luchar.
Por él.
Por todos.
Por la redención.