Marcos estaba muy raro últimamente. No dejaba que los chicos se quedarán mucho tiempo cerca o que dijeran cosas "extrañas". Más de una vez interrumpió la conversación que mantenía con mis amigos por lo que tenía que obligarlo a salir de la habitación.
La visita de Sábila había sido muy importante, otras imágenes habían vuelto a mí, pero nada en concreto. Era como un bloqueo, aunque ahora ya podía distinguir ligeramente una silueta; pero su rostro continuaba indescifrable.
De todos quién más me presionaba para que recordara era Rosita, no podía esperar menos de la eterna enamorada. Pues sabía, de alguna manera, que este chico y yo habíamos tenido una especie de conexión.
La obsesión de Rosita por el amor siempre había sido evidente, pero nunca había tenido la suerte de hallar esa persona especial. Soñaba con encontrar a ese chico perfecto con quién pasaría el resto de su vida. ¿Sería posible que más de dos siglos no le habían sido suficientes para encontrar el verdadero amor? No lo creo, alguien tan refrescante como ella debía haberse enamorado al menos una vez.
En el jardín del centro había miles de flores y desde que había recordado aquella flor no había podido salir de mi mente. Pasaba allí horas y ni siquiera lo notaba. Por su parte Marcos siempre me hacía compañía. Como un eterno guardián, o carcelero.
— Mira esta flor — mi miró fijamente y por alguna razón logró ponerme nerviosa — se llama Azucena.
— ¡Es hermosa! — le dije. Miré algo triste el suelo y roce con mi mano la suya. —hace tiempo recordé una flor, alguien me la obsequió, pero obviamente no puedo recordar quién.
— Dale tiempo a tu mente — me dijo acercándose lentamente. Sus ojos se quedaron sembrados en los míos.¿Qué pretendía?
No había notado que sus labios eran muy parecidos a las rosas.
Varias veces me cuestioné qué pasaría si... Pero luego volvía a la realidad. No podía confiar en él habían muchas preguntas sin respuestas por su parte y aunque pasábamos mucho tiempo juntos no sabía sobre su vida personal; cada vez que intentaba hablar sobre él simplemente cambiaba el tema, lo mismo ocurría cuando hablábamos de mí y sobre mi resurrección.
No sabía en qué momento me había interesado, quizás aquel día en que apareció despeinado sin su bata de médico y su porte de niño perfecto. A veces podía verlo quedarse mirando al horizonte y no podía dejar de admirar la belleza de su rostro.
***
Los chicos fueron de mucha ayuda en la recuperación de mi memoria, pero aún la silueta continuaba oscura e indescifrable. Por alguna razón esos recuerdos estaban bloqueados. Ya no perdía el conocimiento, pero en ocasiones sentía un fuerte dolor de cabeza cuando intentaba traducir las aviesas imágenes que se disipaban en mi mente como diapositivas.
Sábila no había sido de mucha ayuda últimamente, se pasaba los días conmigo solo interesado en saber sobre el establecimiento, como si supiera algo que los demás desconocíamos. A cada visita su curiosidad aumentaba así como su desconfianza en aquellas personas. Varias veces me preguntó por la zona Este, si estaba muy custodiada, cuantos guardias habían allí, si estaban armados; en fin un sinnúmero de preguntas que me hacían pensar que él quería, de algún modo, infiltrarse en el centro. A veces me asustaba.
Violeta me había dicho que desde la partida de Tilo no era el mismo, veía conspiración en todos lados, sospechaba hasta de sus amigos. Se había convertido en un ser repugnante y odioso. Se pasaba horas encerrado en su cuarto y nadie sabía qué hacía realmente, estaba obsesionado con el CDIOD. A veces Violeta lo atrapaba llorando en la gran sala de la mansión, con una baso de vodka en la mano. Realmente era lamentable verlo por los rincones, perdido en sus pensamientos, con sus teorías de conspiración y añoranza por su amada Tilo.
Cada vez que recibía visitas de Rosita, Violeta o Sábila, preguntaba por Boj y Rafael, pero nadie sabía dónde podrían estar. Una tarde, dos mensajes le llegaron a Violeta. Uno era de Rafael explicando que su viaje por las grandes ciudades junto a su esposa Ferria, lo tenía demasiado distraído y adyacente a la realidad por lo que aún no podía volver a casa, una excusa estúpida y sin sentido; pero la de Boj era incluso peor, pues le había enviado un mensaje diciendo que estaría muy ocupado asistiendo a las fiestas a las que había sido invitado, haciendo alusión a la vida malsana que llevaba desde hacía años. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Dónde estaban realmente?
***
El centro de investigación se había convertido en un lugar bastante curioso para mí, pues antes no me había interesado en aquel enorme lugar, pero desde que había hablado con Sábila y con los demás chicos sentía que debía conocer más acerca del mismo. Quizás las constantes preguntas de Sábila, habían despertado en mí una curiosidad que se alimientaba con las acciones de Marcos.
Varias veces Rosita y Violeta me habían alertado sobre el tema, cuando preguntaba por qué no confiaban en ellos pues la respuesta era diferente en cada uno. Sábila decía que ellos hacían experimentos extraños con el fin de adueñarse del mundo, una de sus teorías más locas. Violeta decía que había algo en aquel lugar que le resultaba realmente extraño, además de que tenían demasiados secretos, por su parte Rosita me había confesado que ella tuvo en su posesión el diario de mi padre y que la institución lo había reclamado como suyo por lo que se vio forzada a cederlo, nunca entendió para que lo querían, pero para algo bueno no podría ser.
Los salones eran grandes, de colores neutros, había recorrido cada uno con la esperanza de encontrar algo sobre ellos; pero hasta el momento, no había visto más que laboratorios repletos de científicos que trabajaban diariamente.
El ala Este estaba prohibida y tenía varios guardias, por lo que debía encontrar una manera de llegar allí, si algo escondían debía de estar en aquel lugar. ¿Pero cómo podría hacerlo?