Azul. El renacer

Infiltración

Rafael y Ferria

En el año en que Verde devolvió la naturaleza mediante su sacrificio, muchas cosas increíbles sucedieron. Nació la primera bebé descendiente de Flidais*, de la tierra emergieron los Mitsus y otras especies del bosque aparecieron.

La descendiente de Flidais nació de un árbol pequeño, que apenas había crecido, la bebé tenía hojas en los codos, cejas y tobillos; tenía orejas de ciervo y pequeños cuernos también.

La pequeña fue bautizada bajo el nombre de Ferria; Boj fue su cuidador hasta que cumplió la mayoría de edad. Veinte años después la chica se convirtió en un ser maravilloso que cuidaba de los bosques y los animales. En las ciudades comenzaron a murmurar que era la descendiente de una diosa y que podía conceder deseos. Su fama siguió creciendo y llegó a oídos de algunos cazarecompensas y personas que se dedicaban a vender objetos y otras cosas de valor en el mercado negro.

El día en que conoció a Rafael, fue el mismo día en que fue secuestrada, Rafael siendo parte de la brigada de rescate de la chica logró encontrarla antes de que lo peor ocurriera.

Desde entonces se convirtió en su guardián personal, a la edad de veinticinco años, la chica decidió recorrer el mundo nuevo con el objetivo de ayudar a que la naturaleza siguiera creciendo y expandiéndose por todo el mundo, Rafael estuvo a su lado todo el tiempo.

Algunos empezaban a sospechar que ellos sentían una atracción especial; pero nunca hubo insinuación por parte de ninguno de los dos.

A no ser por aquel día en que Rafael comentó que se haría algunas modificaciones en su rostro con el objetivo de verse más humano, quería abandonar su físico de carroñero. A lo que Ferria le dijo: "la pureza y la bondad no se reflejan en la piel, se reflejan en el alma, hasta la piel más bella, un día se arruga; pero el alma nunca envejece, tú eres bondad pura, nunca pierdas eso, es lo que amo de ti".

Cien años después Ferria mantenía la frescura de una joven de veinticinco años, así como los Quibicús, ella también envejecía lento, pero los cuernos de su cabeza cambiaban cada diez años.

Durante algún tiempo estuvo viajando por todo el mundo, intentando ayudar a todo aquel que lo necesitara, Rafael volvió a verla nuevamente en uno de los restaurantes más bellos de su ciudad; sin embargo era el más barato, donde se pagaba en efectivo y se exigía que no se utilizara ninguna tecnología dentro del mismo. Apagaban todos los comunicadores, la música era cien por ciento en vivo con instrumentos no eléctricos. Incluso se exigía vestir ropa real y no digital, poco importaba que fueran simples y nada lujosas, incluso en chanclas dejaban entrar.

El restaurante siempre tenía mesas vacías y quien lo visitaba buscaba contacto con el mundo real, lejos de la tecnología que los aislaban del resto del mundo.

En aquel lugar de conexión espiritual, ambos se encontraron luego de cien años, y sus almas conectaron. Rafael ahora era diferente y había pasado por muchas cirugías para que su rostro pareciera más humano, pese al consejo que Ferria le había dado una vez en el pasado; aun así ella pudo reconocerlo.

Bailaron toda la noche y contaron todas las historias locas por la que habían pasado, rieron y sin saberlo se enamoraron.

A la hora de volver a sus casas eran dos seres completamente diferentes.

Durante cien años vivieron en completa alegría, su amor era envidiable. Se casaron cinco años después de aquella cita y desde aquel momento celebraban su aniversario en el mismo restaurante. Fueron testigos del cambio que experimentó cuando fue entregado a su hijo mayor que lo convirtió en un restaurante de lujo muy parecido al de los años 2000 siempre siguiendo las reglas de su padre sobre la tecnología.

En el año de la desaparición de Verde, ambos fueron llamados al centro de investigación. Antes de llegar debían firmar un documento que les impedía hablar sobre los asuntos que los llevarían al CDIOD.

El director del centro era un chico de pelo perfecto y ojos azules y con algunas pecas y espejuelos. Cuando lo conoció, Rafael tuvo una extraña sensación, un dejà vù.

— Buen día Mi nombre es Rafa...

— ¡Oh! Sé quiénes son. Todos sabemos quiénes son. Permítanme presentarme. Mi nombre es Marcos y soy el nuevo director del centro de investigaciones Oscar Duartes.

— Ganador del título a mejor inventor de este siglo. — habló Ferria reparándolo con los ojos de arriba abajo. No se fiaba ni un poco de él.

— Sí, el mejor inventor del siglo — murmuró casi decepcionado. — sin embargo hay algo que necesito hacer para realmente ser digno de ese título. ¡Síganme!

Entraron por un pasillo delgado y vagamente iluminado con luces tenues y rojas. Al final del mismo había una puerta enorme, y dentro de la habitación para sorpresa de Ferria y Rafael, estaba tendido sobre una mesa ancha, el cuerpo de Verde, abierto e instalado a una máquina muy extraña.

— ¡Tú robaste el cuerpo! — gritó Rafael sobre exaltado mientras enviaba una enredadera hacia la garganta de Marcos.

— No es lo que parece — intentó explicar Marcos pero apenas podía hablar.

— ¡Amor! ¡Rafael!... Amor que lo matas. ¡Para! — le gritaba Ferria algo asustada sabiendo de lo que podía ser capaz Rafael, pues conocía su pasado.

— Escucha por favor— suplicaba Marcos con gran dificultad.

Finalmente, ante la mirada de Ferria, Rafael cedió un poco para que Marcos hablara, justo a tiempo pues los guardias habían irrumpido en la habitación al escuchar el bullicio.

— Tranquilos todo está bien — los calmó Marcos. — pueden retirarse todo está bien. He dicho pueden retirarse, todo está bien.

En cuánto se retiraron Marcos se incorporó arreglando su camisa blanca.

Miró algo pensativo el cuerpo de Verde evadiendo la mirada de sus invitados.

— Será mejor que comiences a explicar — lo amenazó Rafael.

— Nosotros fuimos los que robamos el cuerpo de Verde.




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