Azul. El renacer

Tormenta

Todo un ejército nos esperaba a la entrada del centro de investigación, Marco se había preparado para nuestra llegada, como habíamos previsto.

Romero estaba débil y era poco probable que pudiera participar activamente en la batalla, pero ya había hecho suficiente.

Por una parte Iván y yo entraríamos al edificio por otro lado, mientras los guardias estaban completamente concentrados en la lucha nosotros recuperaríamos el huevo y lo llevaríamos de vuelta a la aldea. Todo esto con la ayuda de Berenice que nos guiaría.

La pelea comenzó a penas llegamos y los Mitsus causaron el enorme el caos cerca del CDIOD.

Estaban enfurecidos y sacudían sus piernas con ferocidad, Romero los había provocado, había sido arriesgado usarlos, pero necesario. Quería que sacudieran las calles así podrían usar la tierra debajo de las mismas para hacer crecer árboles, enredaderas y llegar a manantiales.

En cuanto los Mitsus cumplieron con su tarea comenzaron a alejarse de la ciudad. Odiaban el aire contaminado.

Trébol se quedaría en la batalla, así que nos íbamos a separar, no estaba contento con esto, pero sabía que era necesario; sin embargo mantendría una comunicación directa conmigo, así que él vería un holograma en vivo de lo que iba sucediendo conmigo y al mismo tiempo yo también estaría viendo lo que sucedía con él y la batalla.

Cuando llegamos a una puerta trasera del centro, Berenice se comunicó con Iván y nos dió una explicación detallada sobre los pasillos que debíamos tomar para llegar hasta ella.

— No se desvíen. — nos pidió. — Marcos está distraído con todo lo que está sucediendo, pueden lograrlo.

— ¡Gracias! — Le dije asintiendo con sinceridad.

En la batalla Trébol luchaba contra los guardias junto a Rosita, habían creado entre los dos una fortaleza de plantas enorme, parecía una marioneta gigante y la movían con perfecta sincronización. Lanzaban espinas y enredaderas a sus adversarios, Inmovilizaban a sus enemigos y se escudaban de las armas.

Entonces un guardia disparó su arma laser.

— ¡Trébol! — Dejé escapar un grito convertido en suspiro.

El arma dejó un hoyo en la fortaleza que Rosita y Trébol tenían hecha. Escuché un grito y se me heló la sangre, la comunicación se cayó.

El palpitar desesperado de mi corazón no dejaba que siguiera mi curso. Me detuve y miré hacia atrás, tenía decidido regresar.

— No podemos volver. — Me advirtió Iván tomando mi hombro.

— No entiendes, yo no puedo... — Intenté decir y ahogué un suspiro. El pánico se apoderó de mí y no podía siquiera hablar.

El comunicador seguía apagado y los segundos que pasaban parecían horas.

— Verde..., amor estamos bien. — Repitió la voz serena de Trébol y solté un audible suspiro que eliminó la tensión de mi cuerpo.

Gracias dios santo, gracias, gracias.

— El láser hirió a Rosita. — Me informó y el holograma volvió. — No es grave estaremos bien.

— Voy a volver. — caminé hacia la salida.

— No, no. — Me detuvo. — Ustedes sigan, estamos bien.

— Pero... — intenté decir.

— Estamos bien. — recalcó. — lo prometo.

— Vas a mantener la comunicación en vivo ¿Verdad? — Le pregunté angustiada.

— Si, por supuesto que sí. — Me dijo con voz serena, pero decisiva. — No pienso perderte de vista.

Romero corrió a ayudarlos y uno de los Ibakrus, el chico tiburón, también fue a ayudar.

En la puerta del centro de investigación había un total de siete Ibakrus luchando por entrar al edificio. Eran fuertes y tenían buenas habilidades de combate; pero no tenían armas por lo que tuvieron que retroceder. Rafael derribaba a varios guardias con sus plantas, a más de uno le hizo caer y perder el conocimiento.

Pudimos notar que una tormenta se acercaba. Lo mejor que podría pasar en ese momento era que cayera una intensa lluvia, pues los Ibakrus podrían controlar el agua, quizás no eran todos, pero si la mayoría de ellos.

La lluvia comenzó a caer y los Ibakrus comenzaron a utilizar su poder, algunos creaban látigos de agua y otros burbujas gigantes. Convertían el agua en espadas heladas, cuchillos y dagas.

El centro era realmente enorme, tendría al menos unas cien habitaciones. Aunque había estado dentro de aquellas paredes no podía distinguir ninguna. Eran demasiado similares, el color blanco predominante me incomodaba. Antes no lo había notado o quizás no quería hacerlo; pero ese lugar era bastante escalofriante.

Rosita no estaba en buen estado, había perdido una gran cantidad de sangre, tenía alguna arteria perforada.

— Trébol háblame — le pedí preocupada al ver la situación — ¿cómo sigue Rosita?

— Ha perdido mucha sangre — me dijo con tono preocupante. Se ocultaba detrás de una piedra gigante esquivando los disparos de los soldados. —Pero creo que está bien.

Intentaba tranquilizarme.

— Tienen que sacarla de ahí, llévenla lejos de aquí — le pedí. — Ordenen una retirada.

— ¿Y ustedes ya encontraron el huevo? — me preguntó — no sé qué tiempo podremos aguantar aquí en el frente, gracias a los Ibakrus recuperamos algo de ventaja; pero no creo que sea por mucho tiempo. Marcos nos esperó con una cantidad increíble de hombres.

— ¿Y los refuerzos? — le pregunté esperando una respuesta positiva.

— Aun no llegan — hizo una pausa. —espera... — Hizo una pausa prolongada.

— ¡Trébol! — Paré en medio del pasillo. — Dime qué secede.

El pánico amenazó con volver a apoderarse de mí.

— Es mi tribu. — me dijo Iván. — Acaban de llegar los refuerzos.

Miré hacia arriba y agradecí. Si existía algún dios, ciertamente nos estaba ayudando.

En ese momento detrás de una de las enormes puertas del centro de investigaciones, salió Berenice.

— Gracias a Dios —le dije bajando un arma que había encontrado antes — este lugar es un laberinto, no teníamos idea hacia donde avanzar.

— Síganme — nos comandó — tenemos que tener mucho cuidado, Marcos dejó un gran número de hombres aquí para custodiar al edificio y al huevo.




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