—¡Mamá! ¡Mamá! ¿Puedo ir a jugar en la resbaladera?
—Cariño, ya hemos estado aquí el tiempo suficiente. Es hora de ir a casa.
—¡Por favor, mamá! Sólo será una última vez.
—Está bien, pero no tardes mucho.
Corrí tan pronto como pude, con aquella felicidad e intensidad que una niña de 7 años podría tener cuando de repente escuché a lo lejos.
—¡Cuidado!
Sin embargo, era demasiado tarde. El balón iba demasiado rápido para esquivarlo, yacía ahí en el piso, escuchando voces a mi alrededor que solo entorpecían mi nublada mente, y en medio de eso es cuando pude ver a un niño acercarse, su cabello era negro azabache, de tez blanca, los mismos que eran acompañados de aquellos ojos azules, azules como el cielo.
—¿Estas bien? —le escuché decir—. ¡Por favor, di algo!
Iba a decir que estaba bien, pero de repente vi todo de color negro...
—¿Hola? ¿Estás ahí? ¡Por favor, despierta! ¡Despierta!
***
—¡Despierta, Elizabeth! ¡Despierta! Ya es tarde, no llegarás a tiempo al colegio—oí a mamá.
Me tomó tiempo saber lo que pasaba ¡Oh, no, espera! ¿El colegio? ¿Tarde? Esto solo debe ser...
Otra vez había soñado con él, han pasado varios años, pero de alguna manera siempre vuelve mi mente a ese instante. Recuerdo que después del accidente cuando desperté estaba en casa y mamá estaba ahí, no había sido nada grave solo fue el impacto del golpe lo que me hizo desvanecerme; sin embargo, me hubiera gustado agradecerle o decirle que aceptaba su disculpa. Pensé que podría decírselo después, pero nunca más supe de él, ni siquiera su nombre...
—Cariño, apresúrate no tenemos mucho tiempo.
—Está bien, mamá. Estaré lista en 15 minutos.
<<Mamá, siempre tan vivaz como siempre—pensé.>>
Cada vez que iniciábamos un ciclo escolar ella lucía más nerviosa que yo, quería que todo fuera perfecto y nada la detenía. Admito que me sentía igual, pero no quería hacerlo notar, alguien debía mantener la calma en esta familia.
Había empezado un nuevo periodo escolar y cada vez faltaba menos para terminar la preparatoria. Lo único que me tranquilizaba ese día era volver a ver a mis dos mejores amigos: Danielle y Nathaniel. Hemos sido amigos desde hace mucho tiempo y a pesar de nuestros pequeños desacuerdos nada nos ha separado hasta ahora, y es que nos complementamos muy bien juntos. Danielle posee una energía incandescente, es el alma de la fiesta en el grupo, de hecho, es ella quien siempre trata de sacarnos de nuestra zona de confort a Nathaniel y a mí. A pesar de su personalidad extrovertida y un poco alocada, su corazón es noble y genuino. Por otro lado, Nathaniel es un chico tranquilo, con un gran sentido del humor, y al igual que a yo, prefiere quedarse mil veces en casa a estar en una fiesta como se esperaría de un chico de 16 años. En cuanto a cómo nos conocimos...
—¡Elizabeth, baja, ya está el desayuno!
—¡Ya voy mamá! —recogí mi maleta y me dirigí al comedor.
Como lo imaginé había preparado un desayuno digno de abastecer a un equipo de fútbol. Me apresuré a desayunar antes de que llegara el señor Blake a recogerme y sin más agradecí a mi madre por todo. Sabía que no la vería hasta de noche pues tenía mucho trabajo por hacer, ella se llevaba una gran carga para mantenernos. Luego de la muerte de papá, las cosas dieron un gran giro, y mi mamá tuvo que obtener otro empleo para poder solventar todos los gastos. Admiro tanto su fuerza y valor, estoy consciente de que todo lo hace por mí, y no podría amarla más por eso.
—Te quiero, hija. Éxito en tu inicio de clases y no olvides que si sucede algo me puedes llamar.
—Lo sé, mamá. Gracias, ¡te quiero más! —le grité a lo lejos y me apresuré a entrar al auto.
—Buenos días, Blake.
—Buenos días, señorita. Debe estar emocionada por el inicio de clases.
—Uf, no creo que me causé mucha emoción tener tantas tareas—expresé con una sonrisa mientras Blake me acompañaba con la suya.
—Aún recuerdo cuando asistía al colegio—me comentó—, tenía un pensar parecido y tal vez hayan cambiado varias cosas en el tiempo; pero, en definitiva, el concepto que los jóvenes tienen del estudio, no.
—Pues al parecer no, Blake, pero me alegra mucho volver a ver a mis amigos—dije sin más, a lo que él atribuyó:
—Mi mejor consejo es que si las cosas no salen como tú deseas, halles un modo que te encamine a lo que quieres y por supuesto, disfruta de la compañía de quiénes aprecias.
A lo cual respondo con una sonrisa, y él la acepta sin emitir un comentario más, continuando nuestro rumbo.
El señor Blake rondaba sus 50 años, sin embargo, lucía muy joven para su edad. Era un hombre alto, cabello castaño y de tez apiñonada. Él y la señora Grace, su esposa, fueron los primeros en darnos la bienvenida. Sin duda alguna, un matrimonio digno de amor y que con el tiempo se ganaron nuestra confianza, convirtiéndose en grandes amigos.
—Creo que ya llegamos señorita Elizabeth.
—Muchas gracias, Blake. Salude a la señora Grace de mi parte, por favor—me apresuré a decir mientras salía del auto y escuché a lo lejos:
—¡Elizabeth! ¡Elizabeth!
—¡Oh, no puede ser! ¡Danielle! —corrí sin dudarlo y nos abrazamos.
—Elizabeth, te extrañé tanto—me extendió otro gran abrazo—. Además, tengo tanto que contarte.
—Y yo a ti Danielle, ya tendremos tiempo para hablar de ello—me separé de ella—. ¿No has sabido nada de Nathaniel?
—¿Alguien acaba de decir mi nombre? —rió—Sabía que me querías, pero no sabía que te desvivías sin mí.
—Tonto—vociferé—. Mejor cuéntanos ¿qué tal el viaje a las Islas Thousand?
—Increíble, sin duda alguna esas islas son lo mejor, tomé fotografía de cada uno de los lugares. Fue la mejor decisión que tomé en mi corta vida ¿quién diría que un viaje de negocios de mi padre sería tan maravilloso?
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Editado: 07.05.2022