Azul es el cielo de tus ojos

Capítulo 11: Un viaje hacia el pasado

—¿Qué haces? —pregunté al ser sacada del auto— ¿A dónde vamos?

—Ten paciencia, Eli. Pronto lo sabrás—contestó Nathaniel—, y no intentes hacer trampa.

—Está bien, no lo haré. —me encogí de hombros

Esa mañana Nathaniel había pasado a recogerme en casa, lucia entusiasmado, pero demasiado misterioso, empezaba a ponerme nerviosa el que no me dijera hacia dónde nos dirigíamos, además de que no podía ver nada hasta que lleguemos al lugar.

—Es aquí—dijo él finalmente—, puedes quitarte la venda de los ojos.

Mi corazón empezó a latir más de lo habitual, tarde unos segundos en quitarme las vendas, y vi a Nathaniel parado frente a mí con una gran sonrisa, a espera de mi respuesta. Nos encontrábamos en Humber Bay Park

—No puede ser ¿estoy soñando? —dije y le di un gran abrazo.

—No lo estas pequeña, feliz cumpleaños—me susurro al oído.

Pequeña es como solía decirme de cariño, dado que él era mucho más alto que yo. Estar en Humber Bay Park era un sueño, amaba venir aquí de vacaciones con papá, pero las cosas cambiaron cuando él se fue; han pasado 4 años desde aquello.

—Es el mejor regalo de cumpleaños que puedo recibir—articule con una gran sonrisa.

—¿Damos un paseo?

—Por supuesto, no me lo perdería.

Y ese fue el inició de uno de los mejores días, realizamos una larga caminata desde el hábitat de mariposas, ver una gran variedad de aves hibernando en el lago de Ontario, hasta llegar al extremo oeste de Humber Bay Park West.

—Dame unos minutos—dijo Nathaniel.—empezó a caminar hacia las mesas. 

Le esperé pacientemente mientras vislumbraba el paisaje, fue cuando vi a un padre limpiando el rostro de su hija que se había manchado con lo que parecía ser caramelo, ver esa escena me hizo echar de menos a papá; sin embargo, sabía que el estaría feliz de verme aquí también. 

¡Feliz cumpleaños! escuché decir a Danielle detrás de mí, quién me había rodeado con sus brazos.

—¡Danielle!—dije finalmente mientras le daba un gran abrazo. 

—Espero que no hayas creído que te ibas a librar de mí este día. 

—Muy graciosa ¿Librarme de Danielle Scott? Eso si que sería un milagro.

—Ya lo creo—bromeo Nathaniel. 

—Claro, ustedes dos no desaprovechan la oportunidad para conspirar en mi contra, pero ¿Qué creen queridísimos amigos? 

—¿Qué? — dijimos en forma burlona.

—Tendrán que lidiar conmigo por la eternidad. 

—Y yo que pensé que iba a descansar en paz—dijo Nathaniel. 

A lo cual Danielle le dio un pequeño golpe en el brazo y yo me reía de ver como comenzarían una nueva discusión. 

—¡Auch! Solo era una broma, que sensible anda hoy. 

—Lo estoy—hizo un mohín con su boca—Nuestra Eli cumple hoy 17 años, aún recuerdo la primera vez que la vi, asocial, rara y pálida como un fantasma, no puedo creer en la mujer que se ha convertido, y el trabajo duro que me costó que parezca normal. 

—¡Oye! —me quejé y entonces empezaron a reír—, mejor dime ¿Cómo llegaste aquí? 

—Tengo mis métodos—dijo para luego señalar—, Además, alguien debía hacerse cargo de la decoración.

Danielle había realizado una pequeña decoración hecha de girasoles en una de las mesas de picnic ubicadas en el lugar, la cual contenía una serie de cosas tales como: bebidas, sándwiches, frutas, piqueos y un pequeño pastel de chocolate que decía "Feliz Cumpleaños, Eli".

—Te ha quedado increíble. —varias lágrimas salieron a flote

—Basta, Eli. Debes guardar esas lágrimas para después, hoy solo quiero verte sonriendo—dijo Danielle—, Además, tu mamá está en camino, no querrá verte así o nos matará. 

Reí ante su comentario, porque mamá solía alterarse cuando me veía llorando, comenzaba a interrogar a los chicos sobre lo que había sucedido, como si se tratará de un caso policial. El tiempo empezó a transcurrir y para ese entonces mamá ya había llegado de su trabajo. Aunque ella no lo dijo, podía ver en su mirada que recordaba aquellos momentos en el que papá, ella y yo solíamos venir aquí, fue entonces que luego de un largo día me acerqué a abrazarla. 

—Te quiero mucho, mamá. Gracias por todo esto—le dije, mientras le daba un gran abrazo.

—Me alegro tanto, hija. Sé que tu papá donde sea que esté, se encuentra feliz de ver la gran jovencita en la que te has convertido. 

Y como había dicho Danielle, era mejor guardar las lágrimas para este momento. Así fue, todas ellas salieron a flote. Fue entonces cuando la escuché decirme: 

—Feliz cumpleaños, mi niña. 

"Los momentos más preciados son aquellos que compartes con las personas que amas"

 

Juan Rulfo




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