Azul es el cielo de tus ojos

Capítulo 18: Confesión

—Aún no estoy segura de que sea una buena idea—me quejé.

—Tranquila, todo saldrá bien—dijo Danielle, en la otra línea del celular—, además, tú puedes hacerlo.

—Lo que tu digas.—suspiré—. Será mejor que me vaya alistando, hablamos luego.

—¡Suerte!—contestó y antes de que pudiera decirle algo más colgó la llamada.

No me tomó mucho tiempo elegir un atuendo para la ocasión, había optado por llevar un jeans y una blusa blanca llana acompañada de un cárdigan de color rosa. En cuanto terminé de alistarme, algo tímida y dubitativa me acerqué a mamá y pregunté:

—¿Qué tal me veo?.—desvié la mirada y la dirigí hacia mis botines de color negro

—Luces bien, mi niña—acomodó mi cabello detrás de mi oreja—, todo saldrá bien.

—¿Y si no?—alcé mi rostro y la miré fijamente.

Realmente no estaba segura de que el plan de Danielle iba a salir bien, así que realmente necesitaba escuchar palabras de aliento de mi madre.

—Entonces—hizo una pausa y acarició mi mejilla—, eventualmente sanarás y averiguarás porque la vida a veces nos dice que no. 

Sin embargo, sus palabras no me proporcionaron la tranquilidad que deseaba en ese instante, supongo que a veces no escuchamos lo que queremos sino lo que necesitamos, luego de meditar en lo que había dicho y lo que eso significaría en mi vida solo emití un gran suspiró, por lo que ella no dudo en abrazarme para finalmente decir: 

—Sé que no lo entiendes del todo ahora, pero lo harás. 

***

Al llegar al lugar, tal como lo imaginé aún no se encontraba en la cafetería pues no había rastro de Nathaniel por ningún lado, me acomodé en una de las sillas disponibles de las mesas y pedí un café mientras esperaba su llegada. El tiempo fue transcurriendo poco a poco, y mi decepción era aún más grande cada vez que escuchaba el sonido de la puerta abrirse una y otra vez, y no era él detrás de ella. Lucas quién estaba terminando su turno del día, se percató de mi larga espera he hizo un gesto preguntando lo que sucedía a lo cual yo solo respondí encogiéndome de hombros y el se despidió de mí haciendo un ademán con su mano.  Esperé unos minutos más y finalmente decidí que era mejor volver a casa, voltee a tomar mi cartera para marcharme; entonces le vi.

—¡Lo siento, lo siento, lo siento!—dijo él antes de que pudiera emitir un comentario. 

—Pensé que no vendrías...—murmuré.

—Lo sé, lo que sucede es que...—guardo silencio unos segundos y suspiró—, realmente lo siento Eli, lo había olvidado por completo y papá me pidió ayuda con algunas cosas de su trabajo, todo surgió de improvisto y en cuanto pude vine corriendo hacia ti. 

—Entiendo, no te preocupes.—le di una pequeña sonrisa tratando de hacerle ver que todo estaba bien. 

Me miró detenidamente con sus ojos centelleantes, como esperando algo más de mi parte, al percatarse de que no tenía nada más que decir él no dudo en preguntar: 

—¿Qué era eso de lo que querías hablar conmigo? 

Y a pesar de que le había prometido a las chicas de que no me echaría para atrás y finalmente le expresaría mis sentimientos no logré decir nada más que lo siguiente:

—No era nada importante. Será mejor que lo dejemos para otro día.—empecé a dirigirme a la puerta.

—¡No!—me tomó del brazo—Sé que es importante, sino no me hubieras llamado, pero está bien si no quieres decírmelo. He sido un idiota, así que por favor déjame arreglarlo.

—No es eso—mentí—,realmente no es nada importante, solo estoy cansada. 

—¡Perfecto! Conozco el lugar ideal para ti.

Realmente me encontraba muy disgustada con él. A pesar de que tenía sus razones debió haberme llamado entonces lo habría entendido sin ningún inconveniente, sin embargo, su insistencia en querer arreglar las cosas sin que se lo pida o diga, me hizo acceder a ir con él, por lo que asentí con mi cabeza y entonces nos dirigimos a su auto. Nathaniel optó por poner música en cuanto estuvimos dentro, mientras yo guardaba silencio y veía la vista de los edificios a través de la ventana. En cuanto mi enojo fue mermando empezaba a preguntarme si debía decirlo o no lo acordado con las chicas o debía dejarlo para después como ya me había decidido antes. Los nervios empezaban aflorar y mis manos no dejaban de sudar. Fue cuando caí en cuenta de que Nathaniel había estado observando cada uno de mis movimientos. 

—¿En qué piensas?—preguntó él curioso. 

—¿Qué?—dije nerviosa—. No es...nada. 

—Sabes que eres pésima mintiendo.—enarcó una ceja. 

—¡No estoy mintiendo!—dije a la defensiva. 

Él me miró confundido al percatarse de  mi reacción por lo que tomé aire y continúe: 

—Solo pensaba en el proyecto de matemáticas...

En cuanto vi la expresión en su rostro empecé a cuestionarme si realmente esa había sido una buena excusa, no obstante, el me dirigió una sonrisa y respondió de forma burlona: 

—¡Vaya, tú si que me has superado! 

—Supongo que ahora eres muy bueno mintiendo—bufé en cuanto el recuerdo vino a mi mente. 

—Tengo mis momentos. 

  <<¡Ya lo creo!>>—pensé y rodé los ojos, y él no pudo evitar reír ante mi reacción. No pasaron muchos minutos cuando escuché decirle: 

—Creo que llegamos.

En cuanto salí del auto empecé a dirigirme al restaurante de comida japonesa que estaba frente mío, sin embargo, me sorprendí cuando me dijo: 

—¡Hey, no! Todavía no, hay un lugar al que debemos ir antes. 

No comprendía lo que Nathaniel tramaba hasta que llegamos al lugar, me sorprendí al notar que nos encontrábamos en un club de entrenamiento de boxeo.  

—¿Por qué estamos aquí?—pregunté y una sonrisa se dibujo en mi rostro. 

—Bien, dijiste que estabas cansada lo cual no es cierto—hizo una pausa—. Por lo que pensé que la mejor forma de liberar tu enojo, era esta. Descargarás toda tu ira en este saco de arena como si de mi se tratara.




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