Azul es el cielo de tus ojos

Capítulo 19: Almas entrelazadas

Había llegado el día de la entrega del deber de matemáticas por el cual había estado trabajando por días. Tenía todo listo para la presentación de mi trabajo, y esa mañana llegue más temprano que de costumbre. Cuando entré al salón de clases aún no había llegado nadie, así que tomé mis auriculares y puse mi lista de música favorita mientras esperaba a que llegaran mis dos amigos. El tiempo transcurría y poco a poco cada uno de mis compañeros comenzó a incorporarse en el salón. Faltaban 5 minutos para empezar la clase cuando Danielle llegó.

—¿Estás lista? —pregunté en cuanto la vi.

—Haré lo que pueda—contestó de forma calmada—. Ya sabes que esto no es lo mío.

—Todo saldrá bien—le animé—Eres Danielle Scott, y ¿cuándo no te has salido con la tuya?

Ella me extendió una enorme sonrisa al escuchar mi comentario y supe que había logrado mi cometido. Sabía que ella estaba preocupada, aunque siempre se expresará de esa forma tan calmada, la conocía lo suficientemente bien como para saber que no era del todo así.

—¿Dónde está Nathaniel? —preguntó.

—No lo sé—suspiré.

—Ese tonto debe darte aún una explicación. Así que más le vale que se aparezca ahora—dijo algo ofuscada.

Sin embargo, nuestra conversación finalizó en ese instante, pues la maestra había llegado al salón.

<< ¿Listos para la presentación? —preguntó en cuanto entró.
El silencio se presenció en el aula, mientras ella se dirigía a su asiento

—Por lo visto veo que no. —continuó mientras abría su cartera y sacaba la hoja con nuestros nombres, la miró detenidamente. —Anderson Ayden, comienzas tú>>

 

He de admitir que sentí un alivio en cuanto no escuché mi nombre. Todos dirigimos la vista hacia Ayden, quien empezó explicando algo sobre la ecuación de Dirac; así transcurrió el tiempo y no había sombra de Nathaniel por el lugar, por lo que empecé a cuestionarme si hice bien en callar esa noche o si debía seguir aguardando por él.

—Elizabeth, continuas tú—indicó la maestra sacándome por completo de mis pensamientos.

Para ese entonces mis nervios se habían disipado por lo que me dirigí al frente con la mayor disposición.

—Buenos días

Escuché detrás de mí y reconocí su voz al instante.

—¿Otra vez tarde, joven? —le dijo severamente la maestra.

—Lo sé y pido una disculpa, pero tengo una muy buena razón.

—Creí que ya habíamos tenido esta discusión antes—dijo ella con toda desaprobación—. Espero que se haya preparado muy bien para este día o estará en serios problemas.

—Lo estoy—sonrió—si me permite, me gustaría mostrarle lo que prepararé.

—Está bien. —hizo una mueca y se dirigió hacia mi—. Elizabeth ¿te parece si dejas que el presente su trabajo?

—Claro. —asentí y volví a mi asiento.

En cuanto tomé asiento dirigí mi atención a lo que él iba a explicarnos, me resultaba intrigante el inadvertido entusiasmo que reflejaba, pues no era su materia favorita, de hecho, nunca lo ha sido. Se dirigió hacia el pizarrón y dibujo lo que parecía ser dos corazones entrelazados. El primero estaba pintado de color azul mientras el otro llevaba un color rosa.

<< Les hablaré sobre el entrelazamiento cuántico. ¿Han oído hablar sobre ello? Este término surgió de un experimento llevado a cabo por Einstein junto con sus colegas, en el que se determinó que en un sistema cuántico el estado de una partícula dependerá del resto. Esto ocurre cuando dos partículas o más están entrelazadas, compartiendo un estado complementario, de tal forma que lo que le ocurre a una influye en la otra, a pesar de la distancia que pueda existir entre ellas. Esto, por ejemplo, de forma metafórica podemos verlo también en el amor—señaló el pizarrón—, cuando dos jóvenes se conocen y desarrollan una conexión especial fuerte podrán percibir cambios tan sustanciales como el estado de ánimo que pueda tener el otro, y eso de alguna forma le afectará, es así como incluso aunque sus caminos vayan en diferente dirección esa conexión siempre permanecerá. Es a lo que llamaría almas entrelazadas>>

 

Aquella frase se quedó dando vueltas en mi cabeza, no imaginaba cuanto tiempo le llevó preparar todo esto.  La maestra por su parte se veía dubitativa ante lo que debía decir, finalmente, luego de algunos minutos se levantó de su asiento y empezó a decir:

—He de admitir que estoy sorprendida, se ve reflejado el tiempo que le dedico a esto. Pero, no fue lo que pedí—enarcó las cejas—, aunque creo que eso usted ya lo sabía. Sin embargo, haré una excepción esta vez.

—Gracias. —sonrío y empezó a dirigirse a su asiento.

—¿En qué se inspiró? —hizo una pausa—Hablo de la metáfora.

El detuvo su paso, volteo a mi dirección y entonces respondió:

—En alguien de quién estoy enamorado.

“Nada se compara a la intimidad de dos almas entrelazadas”

-Joel Montero




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.