Azul es el cielo de tus ojos

Capítulo 24: Lágrimas

Eran las seis de la mañana cuando escuché un pequeño golpeteo en la buhardilla, entonces pude ver a un pequeño canario de color amarillo verdoso parado en el alféizar. Entonces me percaté de que me había quedado dormida en la ventana. La luz del sol irradiaba más que de costumbre por lo que fue un completo dolor de cabeza, cerré la cortina con apresurado desdén y me encaminé a alistarme ya que sabía que iba a ser una mañana muy atareada. En cuanto bajo las escaleras, me dispuse a hacer el desayuno, había transcurrido varios minutos para cuando mamá bajo de su habitación.

—Buenos días—dijo ella asombrada por la hora—¿No es un poco temprano?—inquirió.

—Buenos días—dije serenamente—Lo es, pero tampoco tenemos mucho tiempo—señalé—Danielle vendrá a las 9 y luego de eso, habremos dejado este lugar—añadí secamente.

—Entiendo—musito—¿Te ayudo?—preguntó señalando el sartén donde había puesto a cocinar unos pancakes.

—Estoy bien—aseguré con una pequeña sonrisa—Creo que será mejor que vayas a alistarte—le animé.

—Volveré en unos minutos—dijo finalmente luego de meditar si debía quedarse o no.

Para cuando mamá volvió, había terminado de hacer los pancakes, llevé a la mesa algo de fruta picada y un poco de café.

—Hum, que rico huele todo—comentó.

—Mamá, solo son pancakes. No es para tanto—dije entre risas.

Tomé asiento frente a ella, y empecé rocié algo de miel en mi pancakes, mientras ella tomó un poco de café, y entonces dirigió la mirada hacia mí, tomándome desprevenida ante su pregunta.

—Luces cansada, ¿no dormiste bien?—indago y su rostro reflejaba cierta aflicción.

—Mamá—tomé su mano—.No te preocupes, estaré bien—sonreí—. Tú misma lo dijiste.

—Lo sé, sé que es lo que te dije, pero no quiero que te guardes nada.—hizo una mueca—No tienes que fingir que estás bien cuando no lo estas.

—Creo que será mejor que nos apresuremos—expresé con determinación—Hay muchas cosas por hacer, y no queremos perder el bus.

Mamá comprendió que no quería hablar más del tema y aun en contra de su voluntad, decidió que era mejor respetar mi espacio, continuamos nuestro desayuno en completo silencio, por lo que no se volvió hablar más de aquello ni de ninguna otra cosa. En cuanto terminé me dirigí a mi habitación a terminar de empacar todas las cosas restantes, mamá por su parte se quedó lavando los trastes y luego de eso comenzaría a empacar las vajillas para continuar con sus pertenencias.

Luego de un sin número de cosas, me encontraba colocando las últimas cosas en la maleta. Eran las nueve y cuarto cuando finalmente escuché el sonido del timbre. Sabía que era Danielle por lo que no dudé en decirle a mamá que yo me encargaría de abrir la puerta, corrí tan rápido como pude, tomé una gran bocanada de aire antes de abrir, entonces le miré. Aquella pelirroja de ojos miel, estaba frente mí, sonriente como de costumbre, sentí como mis piernas tambaleaban de los nervios y con mucha dificultad en mis palabras logré decirle que entre. No tardó mucho en darse cuenta que este no era un encuentro habitual, al ver varis cajas en la esquina de la sala.  

—¿Qué es todo esto, Eli?—dijo consternada—¿Por qué hay tantas cosas empacadas?

—Danielle, yo…—guardé silencio—¿Por qué mejor no tomamos asiento?—expresé señalando las escaleras.

Ella accedió con total confusión, dejo su bolso en uno de los escalones y me miró con gran intriga.

—Y bien, ¿me dirás lo que sucede?

—Danielle, te cité aquí hoy, porque no quería irme sin antes despedirme de ti—suspiré—Hemos sido amigas desde hace tanto tiempo, que no podría hacerte esto a ti también…

—Espera—me interrumpió—¿Irte? ¿de qué rayos hablas Elizabeth?

—Danielle—le tomé de la mano—Me voy a ir de la ciudad esta mañana.

—Debes estar bromeando—dijo entre risas para luego adoptar una postura seria.

—Danielle, yo…—murmuré y mis ojos empezaron a llenarse de lágrimas—. No estoy bromeando, me iré de esta ciudad este mismo día.

—Pero yo…—negó con la cabeza—. No entiendo, ¿por qué debes irte? ¿dónde?

—Estamos pasando por un mal momento financiero—musité—Yo…no lo sabía. Mamá estuvo ocultándolo, y ahora debemos irnos de aquí—dije sollozando—.Una amiga de mamá le ofreció un empleo y ayudarnos por un tiempo, pero este no queda dentro de la ciudad, aún no sé bien donde iremos.

—¿Nathaniel, ya sabe sobre esto?—pregunto con cierto quiebre en su voz.

—No—negué con la cabeza—. Y te voy a pedir que no se lo digas hasta que me haya ido.

—Elizabeth, no puedes pedirme eso—dijo en forma desaprobatoria—No puedes hacerlo algo así, él merece saberlo.

—Por favor, Danielle—supliqué—Promete que no le dirás nada hasta que me haya ido, es lo único que te pido.

—Está bien—accedió con gran tristeza—Pero promete que me dirás dónde te estas quedando.

—Gracias, Danielle—le abracé fuertemente—. Prometo contártelo todo en cuanto pueda.

—Te voy a extrañar tanto—confesó entre lágrimas, abrazándome aún más fuerte.

—Y yo a ti, amiga.

—No me olvidarás, ¿verdad?—preguntó entre llantos.

—Por supuesto que no lo haré—aseguré—.Siempre serás mi mejor amiga, siempre serás mi hermana.

—Y tu la mía—expresó con tenue cariño—Bueno, será mejor que dejemos esto ya—limpió sus lágrimas—¿Hay algo en lo que pueda ayudarte?

—Ya tengo todo listo—expresé—Pero creo que podríamos ayudar a mamá. Ella aún está en eso.

—No se diga más—dijo ella con gran entusiasmo mientras subía las escaleras.

Seguí detrás de ella hasta llegar a la habitación de mamá. Cuando entramos al lugar, se encontraba sentada absorta mirando lo que parecía ser una fotografía en sus manos, no se inmuto ante nuestra presencia por lo que supuse que no había notado que estábamos ahí. Me acerqué a ella con gran sigilo.

—Mamá, ¿te encuentras bien?—pregunté serenamente.




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