Al ver las hojas caer de los árboles a través de la ventana, sé que ha llegado mi temporada favorita del año. El otoño se asoma y estoy feliz de por fin volver a la ciudad que me dio tantos buenos recuerdos. Han pasado cinco años desde que le vi por última vez y hoy finalmente ha llegado el día.
—Luces preciosa—se apresuró a decir cuánto me vio bajar las escaleras.
—Gracias, mamá. Tú también lo estás. —tomé su brazo y sonreí—. ¿Vamos?
—Vamos—dijo ella mientras abría la puerta—El conductor debe estar muy enojado por hacerlo esperar.
—Espero que no—empecé a reír—, o estaremos en serios problemas.
Luego de un largo recorrido nos encontrábamos en Toronto. Que distinta lucía a como yo lo recordaba aquella última vez, sin embargo, CN Tower se vislumbraba igual de bello que ese día. No tardamos mucho en dar con la casa de Danielle, que ahora se encontraba dos cuadras más allá, pues se habían mudado hace un mes. Cuando llegamos su mamá nos recibió y nos invitó a pasar, no sin antes darnos un fuerte abrazo. Al entrar pude ver a algunos de nuestros amigos más cercanos. Danielle se encontraba sentada hablando con unos amigos que no recordaba haber visto antes, y su lado estaba Alexander, quien se veía más alto, y llevaba un corte de cabello que le favorecía con tono color café claro.
Danielle no tardó mucho en percatarse de mi presencia y se levantó de inmediato y también nos dio un abrazo que casi nos deja sin aire. Empezó a presentarme a cada uno de sus amigos y nos unimos a la ocasión, entre risas y bebidas, sentí una gran nostalgia, y por más que miré por todos los lados, no le vi. Fue entonces cuando Alexander se levantó y sonó la copa de champagne que llevaba en su mano.
—Un momento, por favor. Tengo algo muy importante que decir, en este día tan especial en que Danielle mi Danielle cumple años. —expresó algo nervioso—Han sido los años más felices que he tenido, entre risas, enojos y tristezas. Nunca soltaste mi mano, ni yo la tuya. Es por eso, que en este día... —sacó una cajita de su bolsillo—Quiero pedirte que sigas acompañándome por el resto de mi vida, ¿aceptas?
Danielle entre lágrimas asintió con su cabeza, y luego de que Alexander colocará el anillo en su dedo, sellaron su compromiso con un beso. Todos lucían tan felices, me detuve un momento vislumbrando aquella escena. Realmente fue un momento maravilloso. Mi mejor amiga, va a casarse con el chico que ama, y no podría estar más feliz por ello. Pero cierta parte de mí añoraba tener algo de eso, traté de disipar esos pensamientos, y me dirigí a tomar una bebida en la cocina cuando escuché a alguien acercarse y preguntarme:
—Hola—sonrió amigablemente—. Eres Elizabeth, ¿no es así?
—Hola—sonreí de manera gentil—Sí, soy ella. Disculpa, pero tengo muy mala memoria, ¿cuál era tu nombre?
—¡Oh, bueno! —sonrió —. Me llamo Eliot.
—No se me volverá a olvidar—sonreí—¿deseas tomar una bebida?
—De hecho, sólo quise escapar de la fiesta—dijo avergonzado.
—No te preocupes, todos a veces necesitamos escapar de algo—dije casi al susurro—Bueno, iré a tomar asiento, fue un gusto conocerte Eliot.
El chico asintió y sin más empecé a dirigirme con los demás; sin embargo, escuché a Eliot decirme:
—¡Cuidado, el piso está mojado!
Voltee a ver a su dirección y entonces él halo de mi brazo quedando junto a su pecho y me preguntó:
—¿Te encuentras bien?
Alcé la vista y entonces contesté:
—Sí, estoy bien, gracias—me quedé observando su rostro que hasta sólo unos segundos me parecía el de un desconocido, pero que ahora estando cerca de mí me resultaba más familiar de lo que parecía.
Eliot me miró confundido con aquellos ojos verdes y entonces casi al mismo tiempo preguntamos:
—¿Nos conocemos de antes?
Reímos al unísono y entonces él se apresuró a decir:
—Sé que pensaras que estoy loco, pero siento un gran deja vu de esto.
—Sí, lo sé yo también tengo esa extraña sensación—sonreí—¿de dónde eres?
—Belleville—mencionó—Aunque me mudé al poco tiempo.
—Yo también soy de ahí—dije asombrada—¿cuánto tiempo viviste ahí? —pregunté al ver que había una pequeña posibilidad de que fuera él, pero no quería equivocarme esta vez.
—No lo recuerdo bien—dijo pensativo y guardo silencio unos minutos—¡Oh, recuerdo algo! Fue justo después de una anécdota algo graciosa—comenzó a explicar—Cuando era pequeño solía ir a jugar fútbol al parque con mis amigos. Un día como de costumbre fui a jugar con ellos, nos encontrábamos muy concentrados en el juego, y me habían dado el pase a mí, ensimismado en la adrenalina patee con más fuerza de la debida y golpee a una niña que pasaba por ahí, me acerqué a cerciorarme de que estuviera bien, pero ella finalmente se desmayó. ¡Vaya que me metí en un gran lío ese día! Su mamá estaba furiosa y no dejó de decirme un poco de cosas, sin embargo, nunca más la volví a ver pues luego de eso nos mudamos de la ciudad. Tomando en cuanta eso, creo que tenía 9 años cuando ocurrió.
—Lamento lo de mi madre—dije avergonzada y no pude evitar reír.
—Espera... ¿eres tú?
—¡Si!—finalmente exclamé.
Eliot lucia altamente sorprendido como yo por lo que no dudo en decir:
—No me lo creo.
—Lo sé es muy extraño—mi emoción se vislumbraba hasta por los poros.
Todo se veía de maravilla, pero entonces recordé algo que no cuadraba con los sucesos y me volví a sentir confundida, Eliot al notar el silencio no dudo en preguntarme:
—¿Te sucede algo?
—No, estoy bien—aseguré— ¿Tus ojos siempre han sido de ese color?
—Sí—rió—, ¿de qué otro color sería? No es como que pudiera decidir cambiarlos—contesto en tono jocoso.
—No, disculpa. Tienes razón, he sido una tonta—dije avergonzada.
—No es para tanto, descuida—me animó.
—¿Me disculpas? —me excuse—deben estar esperándome.
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Editado: 07.05.2022