Raúl y Amairany dejaron parqueado el automóvil a unas cuadras de la casa de los Gante.
Casi todo pueblo del Norte estaba reunido afuera de TV Gala, era la cadena televisiva nacional, y transmitía un reportaje especial por la desaparición de Alyssa. La familia Gante estaría ahí rezando por el encuentro de la chica.
Raúl estaba determinado a encontrar a Alyssa. Aunque era un fracaso como detective, se le había ocurrido entrar a casa de los Gante aprovechando su ausencia, y colarse a la habitación de Alyssa en búsqueda de cualquier pista.
Caminaron hasta la casa con cuidado y encontraron debajo de la alfombra el duplicado de llaves que Marisa, madre de Alyssa, resguardaba ahí por emergencia. Sin embargo, al entrar, encontraron en el sofá a Jonás Gante, los miró confundido, y después se echó a reír en sus caras
—¿Ahora eres un ladrón, Raúl Medellín? —preguntó con un tono de burla
—Suegro… lo lamento —dijo Raúl titubeante—. Yo no debí entrar a su casa de esta forma.
—Ah, no importa —dijo el hombre mientras bebía una cerveza—. Siéntate conmigo, veamos el partido de fútbol, y bebe una cerveza conmigo.
Jonás Gante estaba ebrio para decir algo coherente. Era un buen hombre, pero estaba hecho un desastre desde la desaparición de su hija, dedicándose a la bebida con más ahínco.
—Le agradezco, pero quisiera buscar algunas cosas que necesito en la habitación de Alyssa.
—Entiendo, claro, puedes ir y buscar, aunque no creo que ella esté ahí, ya la buscamos —dijo Jonás con sarcasmo, y una carcajada al aire que casi hacía reír a Amairany, pero la mirada severa de Raúl la hizo callar—. Puedes ir a su habitación, de todos modos, sé que sabes el camino—Jonás guiñó un ojo
En la habitación había un ánimo de desolación, la cama estaba hecha y Raúl recordó que su novia había desaparecido antes de ir a dormir, en su propio jardín. Amairany tenía las manos sobre la repisa de libros de Alyssa, pero Raúl la miró molesto
—¡No los toques! —exclamó enojado y la chica retiró sus manos de ahí—. Alyssa adoraba sus libros
Luego abrió un cajón al final del librero, para encontrar un cuaderno y una pequeña caja que tenía una llave y una carpeta del banco del Villar
«¿Qué es esto?» pensó Raúl.
Amairany no dejaba de husmear en todas las cosas de Alyssa Gante. Veía sus fotos, su ropa, y hasta se había atrevido a colocar un poco de perfume de violetas en su piel. El olor de aquel aroma hizo que Raúl sintiera un deseo enloquecedor de ver a Alyssa otra vez.
Tomó aquel cuaderno en sus manos y comenzó a hojearlo, hasta que encontró un poema que leyó en su mente:
«¡Oh, Anhelo de cosas imposibles!,
¿Tienes un motivo para seguir creyendo?
El frío en mi corazón se vuelve fuerte y algo en mí está muriendo,
Dame una esperanza de amor para seguir tibia.
Suplicando al tiempo, una oportunidad de vivir,
que solamente contigo vale la pena.
Pero tú jamás vuelves a mí.
Solamente contigo vale la pena.
¡Esperanza de mi corazón!
Te suplico seas buena conmigo,
Languidezco al estar sin mi amor,
No sé cuánto más tiempo soportaré,
¿Acaso alguien siente compasión de esta triste historia de amor?
Espero amarte antes de abandonar esta tierra,
reflejarme en tus ojos, una sola vez valdrá la pena.»
Raúl se quedó pensativo, aquel poema era hermoso, pero dentro de sí, sabía que no era para él.
El sonido de la voz de Amairany le hizo volver a la realidad.
—Mira esta foto, Alyssa sí que tenía una obsesión por este hombre.
Amairany mostró a Raúl una fotografía de Leonardo Montiel, él la miró con ojos empequeñecidos de furia, se la arrebató y descubrió que tenía algo escrito detrás. Parecía una dirección.
Raúl se apuró a encender la computadora de Alyssa, accedió a Internet y buscó aquella dirección, el mapa lo dirigía hasta un lugar: Playa Firuze, en Pueblo del Sur.
Amairany se acercó a Raúl, y observó con preocupación a su amigo
—¿Estás pensando lo mismo que yo?
—¡No quiero adivinanzas!, ¡Déjame en paz! —dijo molesto para después salir de la habitación.
Raúl no quería admitir que tenía el mismo pensamiento que su amiga. Salió hasta el jardín y comenzó a explorarlo, casi como un perito de la policía. Después de todo habían encontrado rastros de sangre, sin embargo, no descubrió nada importante. Miró al cielo. Quería llorar de frustración, pero sacó un cigarrillo para calmar sus malditos nervios.
Su amada vino a su mente.
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Editado: 18.06.2021