Leonardo estaba en el aeropuerto Internacional de Vancouver, el vuelo que debía ser de cuatro horas, se había alargado, no solo por el mal tiempo, sino por culpa de Amairany, había tenido un problema con su pasaporte, que los había retrasado por más de una hora.
Amairany estaba sentada, con la mirada perdida y la mente aturdida. Durante la inspección de sus documentos le habían confirmado que tuvo un boletín rojo de extradición a México, sin embargo, lo habían retirado un día antes de su viaje, eso era bueno después de todo, pero no aligeraba la conciencia de la chica perturbada por ese incidente. Raúl estaba a su lado, aún indispuesto, con una terrible jaqueca y el estómago sensible.
Cuando Leonardo escuchó el anuncio del vuelo setenta y siete, rumbo a Whitehorse, se apuró a informar a los chicos. Pronto abordaron el avión.
Leonardo tomó un asiento adelante de Raúl y Amairany, ellos fueron juntos. Había un ambiente tenso entre ellos que era imposible de calmar. El viaje a Whitehorse era de dos horas y media.
Raúl estaba tan cansado que apenas cerró los ojos se quedó dormido, Amairany también lo intentó, pero no podía. Mientras tanto Leonardo no pudo evitar dormir, había pasado una noche de desvelos y ya no tenía más fuerza para resistir, entonces comenzó a soñar:
Aquel lugar no lo reconocía, era un bosque repleto de árboles de cerezo en flor y pastos verdes. Por instinto comenzó a decir el nombre de Alyssa
—Hola.
Leonardo la miró perplejo, era Alyssa, pero no la que él recordaba, lucía tal cual en aquel retrato
—Hola —dijo titubeante—. ¿Qué hago aquí?
—Es tu sueño, tú debes saberlo —dijo la pequeña Alyssa
—No lo sé.
—A mí no me importa —dijo la chiquilla, tenía las mismas ropas que en el retrato—. ¿Por qué tienes tanto miedo?
Leonardo parecía confundido
—No tengo miedo.
—Puedo escuchar como retumban los latidos de tu corazón.
—Solo me gustaría entender que sucede.
—He aprendido que el universo no se rige por lógica. ¿Qué sentido tiene la vida ahora?
Leonardo se quedó pensativo, dibujando una sonrisa nerviosa en su rostro
—Más allá del sentido, debemos agradecer por estar vivos —dijo Leonardo
—Hay vivos que están muertos y muertos que están muy vivos en alguien —el rostro de Alyssa se había ensombrecido—. Todo lo que vez va a terminar, no tiene caso llorar, todos los que amas morirán y nada lo evitará.
Leonardo la escuchó con pesimismo, luego asintió
—Eso es muy interesante, pero debo irme —dijo Leonardo
El hombre intentó irse, pero Alyssa tomó su mano, se quedó turbado
—Te amo —dijo Alyssa con ternura, Leonardo la miraba con pánico, intentando soltar su mano—. ¿Qué sacrificarías por amor?
Leonardo no contestó, pero insistía en alejarse. La adolescente alzó su mano acariciando su rostro, él la rechazaba. Un silbido se escuchó. Alyssa Gante se alejó y caminó observando alrededor
—¡Están llegando, están aquí! —exclamó preocupada—. Tienes que apurarte, queda muy poco tiempo. Debemos ganar, y algún día nos volveremos a encontrar —dijo con los ojos brillantes de ilusión
—¿De qué hablas? —preguntó Leonardo intrigado, pero la pequeña Alyssa señaló detrás de él.
Cuando se giró encontró a Alyssa, la que siempre soñaba, la desaparecida.
Leonardo iba a decir algo, pero Alyssa no lo dejó, se acercó, tomó su rostro y besó sus labios con dulzura. El hombre no puso objeción y se entregó a aquel beso, incluso aunque fuera un sueño, lo sentía tan real.
Cuando Leonardo abrió los ojos, Raúl tocaba su hombro
—Hemos llegado —dijo—. ¿Estás bien? —preguntó al verlo pálido
Leonardo asintió incómodo, se negó a dirigir alguna palabra a Raúl, se sentía mal por su sueño, pero al mismo tiempo no podía quitar de sus labios la sensación de aquel beso, aunque hubiese sido un sueño.
Al salir del aeropuerto, se arrepintieron de no ponerse abrigos, el frío en aquel lugar era intenso. Leonardo abrochó su cárdigan azul, aunque seguía sintiéndose helado. Los tres subieron al automóvil que habían rentado, una camioneta blanca SUV. Leonardo iba conduciendo el vehículo.
Siguió un camino recto por la autopista Klondike, mientras más avanzaban más se volvía oscuro e inhabitado
—Este lugar es tenebroso, deberíamos buscar donde dormir y volver mañana, ahora es muy tarde —respingó Amairany
—No, tenemos que ir ya mismo —dijo Raúl.
Sin embargo, Leonardo se detuvo al observar un hostal a medio camino. No era el mejor lugar en el que habían estado, pero parecía un lugar donde descansar.
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Editado: 18.06.2021