Leonardo se encontró a Amairany desayunando, pero Raúl no estaba ahí, pensaron que estaba muy cansado y decidieron dejarlo descansar.
—¿Cómo encontraste esa dirección? —preguntó Amairany intrigada.
Leonardo se sintió inseguro por alguna extraña razón ya no confiaba en esa mujer, no como antes
—Estaba escrita en una nota que encontramos en casa de Alyssa —mintió y se alegró de que Amairany no dudará de él.
Raúl no se encontraba en el hotel, había salido a correr no muy lejos de ahí, estaba frustrado, y su carrera parecía una huida en círculos que no parecía llevarlo a ningún lugar, él pensaba «Si Alyssa vuelve, olvidaré todo y la perdonaré», pero después cambiaba de parecer «Si ella está bien, si decidió abandonarlo todo, por su propia voluntad, ¿De verdad podré perdonarla?, ¿Y si ni siquiera le importa mi perdón?». Aquellos pensamientos estrujaban su corazón con violencia, torturándolo.
Luego volvió a su habitación y se metió a bañar, una vez que se vistió, escuchó que llamaron a su puerta, se apuró a abrir
—Hola, ¿Estás bien?, te estábamos esperando —dijo Amairany
—Estoy bien, estaba ocupado, ¿Qué pasa?
—Es casi mediodía, Raúl, debemos irnos ya —dijo Leonardo
—Sí, los veo en la recepción en diez minutos —Raúl cerró la habitación y alistó sus cosas para después bajar y encontrarse con Amairany y Leonardo.
Raúl manejaba el auto, iba a buena velocidad por la carretera, sin saber, que la policía estaba muy cerca de ellos, con la salida tan tarde del hotel habían dado oportunidad a que la policía les alcanzara, pero no tenían forma de saberlo, solo tenían en mente llegar al lugar indicado.
Se detuvieron en una gasolinera, necesitaban llenar el tanque si querían poder llegar. Mientras cargaban gasolina, Amairany aprovechó para ir a una tienda cercana para comprar un refrigerio.
—Estás muy serio —dijo Leonardo, al mirar la actitud del joven—. ¿Qué sucede?
—Sabes que hoy harán un funeral a nombre de Alyssa.
Leonardo permaneció en silencio y Raúl entendió que era una afirmación
—No me lo dijiste.
—Creí que era lo mejor.
—¿Quién te ha dicho que sabes que es lo mejor para mí? —dijo Raúl con coraje
—Lo siento, lamento no habértelo dicho —dijo Leonardo arrepentido
Raúl asintió, se asomó por la ventanilla del auto y sacó un sobre amarillo de la guantera, se lo ofreció a Leonardo
—¿Qué es esto?
—No sé qué me espera cuando este frente a Alyssa, ni siquiera sé si pueda perdonarla sí me ha abandonado, pero sí es el caso, quiero que tu tengas esto. Son todas las pistas que ella dejó, cuando esté frente a ella, se lo echaré en cara y quiero que seas tú quien se las entregué.
—¿Yo?, ¿Por qué?
—Es a ti a quien ama, ¿Verdad? —dijo Raúl intimidante
Leonardo se quedó perplejo, pero no se atrevió a decir nada más, tomó el sobre, lo abrió descubriendo la postal de Lakewood-Balmoral, la nota con la dirección de Whitehorse y aquella USB que les había entregado el ejecutivo del banco del Villar. Lo resguardó en su chaqueta.
Luego los tres volvieron al auto.
Cuando al fin llegaron, tuvieron sus dudas, aquel lugar estaba desértico, aparcaron el auto sobre una vereda y descendieron. Era un campo verde y a lo lejos un maizal, piedras, árboles y carreteras, no había nada más ahí. Solo algunos autos que pasaban a toda prisa. Hacía frío aún, pero ya no había nieve, los rayos del sol iluminaban, no eran muy calientes, pero ayudaban contra aquel frío invierno.
Raúl miraba a todos lados, la decepción era palpable en su rostro, esperaba ver ahí a Alyssa, pero no había ningún rastro de la mujer. Leonardo sintió un escalofrío, tenía un presentimiento que no podía descifrar.
—Es la carretera del Este —Amairany sacó su teléfono, intentaba buscar algo en internet, luego hizo una mueca de decepción—. ¡Mierda!, no tengo señal, odio Pueblo del Centro —dijo siguiendo al par de hombres que se adentraban al campo verde
—Tampoco tengo señal —replicó Raúl
—Creo que estamos en el lugar donde todo se detiene, ¡Huy! —exclamó Amairany con aire de travesura y gracia, que no provocó eco en los hombres, que ni siquiera le prestaron atención
—¿Qué se supone que encontraremos aquí? —preguntó Raúl a Leonardo quien solo alzó los hombros en señal de duda
—A lo mejor hay una pista.
—¿Otra?, esto es decepcionante —dijo Amairany
—Separémonos, busquemos alrededor —dijo Raúl
Los tres siguieron un camino distinto, repitiendo conductas como mirar al suelo, y buscar cualquier cosa que pareciera una señal.
Raúl caminó un poco más y vio a Leonardo adentrarse a los maizales que tendrían aproximadamente un metro y medio de altura. Resopló con cansancio y resignación, intentó sacar un pañuelo de su cartera para limpiarse las manos sucias por recoger una basura del piso que creyó una pista, pero al hacerlo dejó caer al suelo la carta de Alyssa. Su corazón se oprimió, cada vez que veía aquella carta moría de ansiedad por leerla. Esta vez se sentía muy débil, se sentó sobre una enorme roca y sucumbió ante la curiosidad de leerla:
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amor y odio, realidades alternas, desaparicion secretos y mentiras
Editado: 18.06.2021