Azulejo De Amor

Capitulo 26

Capítulo 26



 

—Señor… —con el teléfono en el oído me escondo en el baño sin dejar de mirar, hacía a la habitación y estar atento ante cualquier ruido —No hemos podido dar con él, sabemos que está en la ciudad.

—Ese malnacido… —Greco ahora si está logrando lo que siempre ha querido acabar conmigo. 

Todos los malos momentos de mi vida pasaron a la historia cuando leí el informe que me confirmaba lo que ese bastardo me dijo, si era su hija, un montón de papeles me lo decían. ¡Qué clase de broma era está! 

Ni siquiera tuvo que hacer nada para poder tenerme agarrado de las putas pelotas. Todo lo consiguió servido en bandeja de plata, la mujer que elegí para mí es su hija. No tenía claro si siempre lo supo y espero el momento indicado para joderme. 

De lo que estoy seguro es que no la conocí por obra de él, eso me atormento al instante que me soltó esa verdad. Que ella estuviera confabulada con su padre me hubiera noqueado, eso si me mataría.

Interrogue por horas a Ashton, le hice repetir una y mil veces como carajo la conoció y como termino en mi empresa. Por un segundo paso por mi cabeza echarle la culpa a él.

“Ya te he dicho mil veces que la conocí en su escuela cuando apenas llegaba a los diecisiete años, tuve que dar servicio social de la universidad por la especialidad, se trataban de conferencias en muchos colegios, y ella estaba en una. En ningún momento se me acerco, se me insinuó o intento conocerme, fui yo. Me causo ternura y confianza desde el primer instante. La chiquilla me cautivo con su entusiasmo de querer aprender. Me presento a su madre, yo conocí a su madre. Le ayudé a Bonnie con los gastos de la clínica y pagué el funeral de su madre. Con la muerte de ella quedo desamparada, esa es la razón de terminar en tu empresa conociéndote. Llevan que cuatro años juntos por qué sales con esto ahora. Yo no te obligue a que te metieras con ella, te lo prohibí al igual que ella. Ninguno de los dos me hizo caso”

Memorice sus palabras una y otra vez, rebusque en mis recuerdos buscando alguna señal de que ella supiera algo, pero no, no lo sabía. Investigue toda su vida, si ha visto a ese señor diez veces en su vida ha sido mucho.

—Lo mejor es que no use su auto por precaución, sabemos que lo ha tenido vigilado —escucho cada una de las recomendaciones.

Aprieto mi mano en un puño y muerdo mis nudillos, tengo unas ganas inmensas de estrellar mi puño contra la pared, de partir el espejo o cualquier cosa que tenga en frente y haga mucho ruido. Pero no lo puedo hacer, tendría quedar muchas explicaciones, que no estoy dispuesto a dar. 

—Me llevaré el auto de mi mujer —la había escuchado decir que hoy no saldría lo que era un inmenso alivio para mí. Si por mí fuera la materia en una caja llena de algodones y la escondería en una caja fuerte.

—Sería lo mejor… 

Me encontraba al punto del colapso, debía de encontrar una solución como fuera a toda esta situación que está a punto de acabar con mi vida.

Cuelgo la llamada de la agencia de seguridad, antes de salir del baño verifico que no este por ahí. Al no verla suelto un suspiro, debe de estar en la cocina o algo.

—¿Qué voy a hacer? —deseaba que esa respuesta me cayera del cielo, las amenazas de Greco eran constantes, y sus burlas son irritantes. 

Me tiro en la cama y cierro mis ojos, es temprano las seis de la mañana, por primera vez en mi vida no quiero irme a la oficina, quiero desaparecer.

—¿Qué haces aún acostado? —su voz —¿No te has bañado? ¿Estás enfermo?

Todos los días salgo de casa a las siete de la mañana, por lo general mi día empezaba muy temprano y terminaba muy tarde.

—Te he traído café… — como siempre le contesta mi cerebro, ella por lo general no sale temprano de casa, usualmente su día empieza después de ocho, sus clases en la universidad empiezan antes de diez de la mañana. Aun así, siempre se levanta a la hora que yo hago, está empapada de toda mi rutina, sabe que traje me voy a poner, el cual descuelga y lo deja listo para mí. Me trae mi taza café, me acompaña a desayunar, se despiece y vuelve a dormir, es una monada. Nunca alguien se había tomado tanto tiempo para cuidar de mí.

—Muchas gracias… —al escucharme una gran sonrisa sale de su boca.

—De nada monstruo… —me mira que sigo acostado en la cama y sin ganas de mover una solo hueso—Me preocupas, a esta hora siempre dices que ya se te hizo tarde.

—Te estaba esperando mi Bob —estiro mi mano para que venga a la cama conmigo, en vez de acostarse a mi lado pone su palma en mi frente —No estoy enfermo, deja eso.

—Pareces… —su preocupación por algo tan tonto me causa ternura —Y te burlas, no te burles de mí.

—Te juro que no lo hago — me defiendo —más bien acompáñame.

La abrazo fuertemente y hago que se acueste a mi lado, ¡Dios! ¿Cómo la protejo? Peor aún, ¿Cómo la protejo de su propio padre? Ese bastardo será capaz de hacerle daño para llegar a mí. 



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En el texto hay: bebes, amor, odio amor

Editado: 12.11.2022

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